—Ritu… —a pesar de la ansiedad, me abstuve de tirarle del brazo.
Ella ya había sido sometida aquel día a más presión de la que nadie debería soportar.
Por fin sus ojos se despejaron y se enfocaron en los míos. Apretando sombría la mandíbula, asintió.
—Muy bien, Albert. Estoy lista.
Ritu tomó la mano que le ofrecía. Juntos nos internarnos en el frío y pétreo vientre del túnel.
47
Instinto vásico
Como una jarra espaciosa, siempre expandiéndose, esta alma contiene muchas.
Parece no tener fondo, capaz de absorber una reunión, una plenitud, un foro de ondas establecidas, unidas en un coro vibrante de frecuencias superpuestas, combinadas hacia una culminación de poder definitivo.
No somos sólo nosotros dos, el Albert Morris gris que fue secuestrado en la mansión Kaolin y el pequeño rojo, copia de una copia, que visitó el museo privado de Maharal para una prueba de memoria. Gris y rojo están enlazados, sirviendo como espejos en la máquina «andzier» maravillosamente aterradora de un científico loco. Y ahora hay más, mucho más.
Sin estar confinados ya en un único cráneo (ni siquiera en un par de ellos), nosotros/yo nos expandimos en el espacio vacío intermedio, llenando su estéril hueco de una melodía tremendamente complicada, una siempre creciente canción de yo.
Una canción que se dirige a su culminación.
Oh, está teniendo lugar algún tipo de amplificación, como predijo el fantasma demente de Yosil. Una multiplicación de ritmos-alma a una escala que nunca imaginé, aunque cultos y místicas han comentado esa posibilidad posiblemente desde que comenzó la Era Golem. Podría ser un sublime estado nirvana egomaníaco… El yo, aumentado de manera exponencial por incontables duplicados virtuales que se reflejan y resuenan en perfecta armonía, se prepara para pasar, en masa, a un espléndido nivel nuevo de unión espiritual.
Siempre descarté esa idea considerándola una tontería metafísica, otra versión más de la anticuada fantasía romántico-trascendentalista, como los círculos de piedra, las alucinaciones de los ovnis y los espejismos de «singularidad» lo fueron para otras generaciones que seguían anhelando un medio para elevarse por encima de este pobre agujero.
Una puerta a algún reino más allá.
Sólo que ahora parece que uno de los fundadores de esta era, el legendario profesor Maharal, encontró un modo… aunque algo en su método lo volvió loco de miedo.
¿Por eso necesita idYosil usar el alma de Albert Morris como materia prima? ¿Porque nada de la golemtecnología me asusta? La auto-duplicación siempre le pareció natural a Albert, como elegir ropa cómoda del armario. Demonios, ya ni siquiera me importa mucho todo el dolor infligido por esta maquinaria brutal, esta inteligente modificación del tetragamatrón estándar. Una maquinaria creativa que pronto lanzará un millón de copias superpuestas de mi Onda Establecida para que se reúnan en perfecto unísono, como hacen los rayos de luz en un láser, reuniéndose como bosones colusorios en vez de como antagónicos fermiones independientes…
Signifique eso lo que signifique. Ya noto el proceso. De hecho, siento una fuerte tentación de dejar de pensar y dejarme ir, navegar en la simpleza, en la gloriosa yoidad de todo ello. Memoria y razón parecen impedimentos que empañan la pureza de la Onda Establecida que se multiplica una y otra vez, llenando un receptáculo que se expande sin cesar.
Yo, ánforo…
Por fortuna, hay momentos en que las fieras energías impulsadas por la máquina no me/nos golpean y estiran según lo planeado, cuando el pensamiento persuasivo es posible… incluso ampliado con un peculiar tipo de enfoque. Por ejemplo, ahora mismo puedo percibir a idYosil trabajando cerca, siento su presencia de maneras que van más allá de la mera visión o el sonido. La intensidad de su deseo. Su creciente excitación y confianza mientras el objetivo de toda una vida se acerca.
Por encima de todo, siento la ardiente concentración de idYosil, aumentada por el genio que tan a menudo acompaña al síndrome de Smersh-Foxleitner… una concentración tan fija que puede ignorar la lluvia de polvo que cae del techo de la cueva cada vez que las paredes de piedra se estremecen por alguna lejana y vibrante explosión, mientras los golems de guerra se acercan cada vez más a este cubil oculto.
Siguen estando demasiado lejos para que yo descifre gran cosa de sus almarmonías. ¿Podrían incluso ser yo? Es tentador imaginar a real-Albert, acompañado por un ejército de sí mismos, y tal vez un puñado de los maravillosos/desagrables ídems especializados de Pal, abriéndose paso por ese túnel, viniendo al rescate.
Pero no. Lo olvidé, Estoy muerto. IdYosil dice que me mató El Albert Morris real y orgánico tuvo que morir, para que no «anclara» mi estado observador almacuántico al mundo material…lo que quiera que eso signifique.
Todavía trabajando y preparando, el fantasma de Mallara! afina un largo péndulo que oscila lentamente adelante y atrás entre mis cráneos-espejo rojo y gris, alzando oleadas de alma con cada pasada. Oleadas que vibran con el sonido más bajo que jamás se ha oído, como la voz que Moisés escuchó en el Sinaí…
Carezco del vocabulario técnico adecuado, pero es fácil imaginar qué sucederá cuando idYosil suba a esa plataforma oscilante. Esas oleadas se harán cargo. Planea usar mi presencia purificada-ampliada como onda portadora, para impulsar más alto su propia esencia. Yo voy a ser consumido, igual que un cohete sacrificable se lanza, se agota y se descarta para lanzar una cara sonda al negro abismo del espacio. Sólo que el cargamento que me han asignado llevar será la pauta-alma de Maharal, y la lanzaré a algo parecido a la divinidad.
Todo tiene sentido, de un modo perverso, excepto por una cosa que no comprendo.
¿No se supone que yo debería estar perdiendo ya mi sentido de la identidad? IdYosil predijo que mi ego quedaría abrumado por el puro éxtasis de la amplificación, eliminando todos los límites v deseos personales de Albert Morris, dejando sólo el talento de Albert para la duplicación, destilado, expandido, exponenciado. El más puro de todos los cohetes impulsores.
¿Está sucediendo eso? ¿Disminución de ego? No… no lo parece. Sí, siento que la máquina andzier intenta conseguir eso. Pero no pierdo asidero. ¡Los recuerdos de Albert siguen intactos!
Es más, ¿qué son todos esos ecos que yo/nosotros seguimos detectando? ¿Ecos musicalmente resonantes que parecen venir del exterior? Yosil nunca mencionó nada de eso… v no pienso comentarlo.
Para empezar, me ha considerado un cero a la izquierda, una bestia de carga, con talento para copiar pero indigno de respeto.
Pero hay otro motivo.
Yo… nosotros… estamos… estoy empezando a disfrutar de esto.
48
Enemigos dorados
Dicen que cuando la golemtecnología llegó a Japón levantó mucho menos revuelo que en Occidente, casi como si la esperaran. Los japoneses no tuvieron ningún problema con la idea de duplicar almas, igual que los americanos abrazaron Internet, viéndolo como una expresión fundamental de su deseo nacional de hablar. Según la leyenda, lo único que tenías que hacer era darle ojos a algo: un barco, una casa, un robot, o incluso el regordete AnpanMan que vendía pasta en los anuncios de la tele.
Cuando se trató de darle alma a un objeto, los ojos importaron más que nada.