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Pensé en eso mientras me aferraba a la parte inferior de la aeromoto de Beta, cubriéndome la cara del viento terrible que alternaba entre fuego y hielo. «Protégete los ojos —me dije, agarrándome desesperadamente a un par de endebles asideros mientras mis manos apretaban con fuerza contra los patines de aterrizaje—. Protégete los ojos y el cerebro. Y nunca lamentarás haber elegido esta forma de morir.»

Cuando volábamos en línea recta mi principal problema era el viento helado, que absorbía calor de todas las células catalizadores expuestas. Pero eso era una bicoca comparado con la agonía que sentía cada vez que la Harley daba un salto o viraba- Sin advertencia, una u otra de las bocas impulsoras giraba, rociándome con chorros de llamas. Todo lo que podía hacer entonces era girar la cabeza al otro lado del estrecho fuselaje y tratar de apartarme, recordándome una y otra vez que yo mismo me había puesto en esta situación… porque me pareció buena idea en su momento.

La alternativa, quedarme junto al Volvo destrozado y hacer algún tipo de señal, y luego esperar a que llegara ayuda, habría tenido sentido si yo fuera real, sin una fecha de expiración que podía tener lugar ea cualquier momento dentro de la siguiente hora o así. Pero mi lógica tenía que ser lógica de ídem. Cuando Beta despegó, sentí que un imperativo era más urgente que lo poco que me quedaba de vida.

«No pierdas la pista.»

Ahora advertía que Beta era la clave para comprender todo lo que había sucedido durante esa extraña semana, empezando por el momento en que me colé en el sótano del edificio Teller para descubrir sus instalaciones de copias piratas, con su molde robado de Wammaket Esa operación ya había sido abortada por algún enemigo, presumiblemente Eneas Kaolin. O eso decía Beta; Eneas contaba una historia diferente, y se retrataba así mismo como víctima de conspiraciones perversas. Luego estaban los oscuros y paranoicos comentarios que había hecho Yosil Maharal el martes por la mañana, después de que ya hubiera muerto.

¿Quién decía la verdad? Lo único que yo sabía con seguridad era que tres hombres brillantes y sin escrúpulos (todos ellos mucho más listos que el pobre Albert Morris) estaban enzarzados en una especie de lucha secreta, desesperada y a tres bandas. Y la parte secreta era lo que más me impresionaba.

Hoy en día hace falta poder, dinero y verdadera astucia para mantener algo fuera del ojo público, un ojo observador que se supone que ha desterrado todos esos horribles y sombríos tópicos del siglo XX, como los magnates conspiradores, los científicos locos y los maestros criminales de elite. Sin embargo ahí estaban esos tres arquetipos batallando entre sí mientras se esforzaban por mantener sus conflictos ocultos a los medios, el Gobierno y la opinión pública. ¡No era extraño que el pobre Albert estuviera fuera de su liga!

No era extraño que yo no tuviera más remedio que seguirla pista, no importaba a qué precio. Mientras la aeromoto de Beta atravesaba la noche, a cuarenta metros por encima del suelo del desierto, yo supe que un precio iba a ser este cuerpo mío, que seguía cociéndose cada vez que aquellos chorros de fuego giraban para ajustar el rumbo. Sobre todo la porción mía que más sobresalía, mi indefenso culo de barro. Podía sentirlos constituyentes coloidales/pseudoorgánicos reaccionar al calor con burbujeos y chasquidos, a veces tan fuertes que se podían oír por encima del tumulto del viento, y que gradualmente transformaban la soberbia vidabarro en la dura consistencia de un plato de porcelana.

¡Déjame añadir, como el barato verde utilitario con una Onda Establecida sin pulir que soy, que también dolía como el infierno! Cosa de las ventajas de la verosimilitud almística. Intenté distraerme imaginando nuestro destino… presumiblemente el lugar al que realA!hert y giro Maharal se dirigían cuando el Volvo fue emboscado. ¿Algún críptico escondite en el desierto, donde el padre de ella se refugió durante las semanas que estuvo desaparecido de Hornos Universales? Parecía que Beta sabía adónde ir… cosa que me intrigaba aún más.

«Está intentando seguir a Ritu. ¿Pero por qué, si no es para que le revele el escondite de Yosil? ¿Qué otro uso podría tener Beta para ella?»

Traté de concentrarme, pero es difícil hacerlo cuando tu culo sigue chamuscándose cada dos minutos por culpa de un calor atroz. Recordé una y otra vez la imagen del pobrecillo idPal, mi compañero idhurón, destruido ames de que el triste Pal pudiera recolectar los recuerdos de nuestro largo día juntos. Ésa era mi única oportunidad de ser recordado, pensé sombríamente. A este paso, todo lo que quedará de mí será un montón de porcelana fragmentada cuando Beta aterrice.

Para entretenerme, traté de recordar una imagen del rostro de Clara… pero eso sólo aumentó el dolor. «Su guerra debe de estar acercándose al clímaxya», pensé, imaginando lo cerca que estábamos del campo de combate Jesse Helas. Beta cambiaría de rumbo antes, por supuesto. De todas formas, me pregunté por la coincidencia… y esperé que Clara no se metiera en demasiados problemas por haberse ausentado sin permiso cuando la casa de Albert fue destruida. Nos habíamos asignado mutuamente beneficios de superviviente, así que tal vez el Ejército comprendería.

«Si Albert está vivo de verdad, puede que haya una oportunidad de que vuelvan a reunirse…»

Algo más sucedía mientras la Harley atravesaba una noche donde incluso las estrellas parecían desencajadas. Mi onda-alma seguía haciendo cosas inquietantes, sacudiéndose salvajemente… de arriba abajo, de dentro afuera… yen esas extrañas direcciones que nadie ha nombrado jamás adecuadamente: dimensiones autocontenidas de espíritu que Leow y otros sólo empezaron a advertir hace una generación, al explorar la última tema incognita o frontera final. Al principio, las turbulencias eran casi demasiado breves para advertirlas. Pero esos tumultos periódicos se fueron haciendo progresivamente más fuertes a medida que el horrible vuelo continuaba. Picos de egoísta autoimportancia alternaron con valles de completa abnegación cuando me sentí menos que polvo. Más tarde, el efecto fue de un breve pero intensamente concentrado asombro. Cuando pasó, me pregunté: a¿Y a continuación qué? ¿Desapego tipo zen? ¿Sensaciones de unidad con el universo? ¿O escucharé la vibrante voz de Dios?»

Cada cultura ha tenido lo que William James llamó «variedades de experiencia religiosa». Florecen cada vez que la Onda Establecida de una persona toca ciertos acordes en el nexo parietal, la zona de Broca, o la unión espiritual-parafrasística del lóbulo temporal derecho. Naturalmente, se pueden experimentar sensaciones similares en barro (un alma es un alma) pero las sensaciones casi nunca son tan fuertes como en carnerreal.

¿O a menos que te renueven y te den un día más de vida? ¿Podría ser por esto por lo que Eneas Kaolin saboteó su propia División de Investigación? ¿Porque cl nuevo truco de extender la vida de los ídems tenía efectos secundarios? ¿Podría convertir ala gentegolem hasta acabar por prender un revival sagrado entre miles de millones de hombres artificiales? ¿Y si los ídems dejaban de volver a casa para descargar cada noche, abandonando a sus archies para que buscaran su propio camino separado a la redención?

¡Qué idea tan extraña! Quizá la habían provocado mis visitas a los amables pero chalados Efímeros. ¡O bien la ardiente agonía de que te medio asen vivo! Tal vez. Con todo, no podía desprenderme de la creciente sensación de que algo o alguien me acompañaba durante aquel atormentado viaje a través de un cielo fracturado, siguiendo el paso cerca o dentro, entre el fiero infierno de la parte inferior de mi cuerpo y mi cara helada por el viento. De vez en cuando, un eco oído a medias parecía urgirme a que aguantara allí…

El ardiente ventarrón remitió un poco, dejándome ver un áspero territorio de altiplanicies y profundos barrancos recortados por la luz de la luna. La Harley empezó a perder altitud, sus débiles faros prestaron al paisaje roto una especie de belleza irregular. Los huecos se alzaron como bocas, ansiosas por devorarme entero.