—Necesitaré escanear la casa y el lugar de trabajo del doctor Maharal. Y permiso para interrogar a sus asociados. Si las pistas conducen a su trabajo, tendré que estar enterado también de eso.
El rostro carísimo y realista de Kaolin no pareció contento. —Hay… asuntos delicados de por medio, señor Morris. Tecnologías punta y logros potencialmente cruciales.
—Puedo colocar un lazo de confidencialidad fuerte, si quiere. ¿Valdrían los ingresos de medio año?
Él reflexionó unos segundos. Los duplicados a menudo tienen poderes para hablar por sus originales… y los grises más caros pueden pensar tan bien como su arquetipo, con algún coste metabólico. Con todo, esperaba que éste retrasara cualquier solución final hasta que yo hablara con el Vic real.
—Una solución ideal —sugirió—, sería que usted entrara a formar parte del servicio doméstico de Kaolin.
«Nada ideal para mí», pensé. Los juramentos de fidelidad están de moda entre los aristos, a quienes les gusta la imagen feudal de señores y vasallos leales. Pero yo no estaba dispuesto a renunciar a mi individualidad.
—Y una solución aún mejor sería que aceptaran la palabra de un rofesional que vive de su reputación. Es una garantía mejor que ningún juramento.
Yo sólo estaba haciendo una contrapropuesta, parte de una negociación que terminaría con el original de Kaolin. Pero el ídem gris me sorprendió con un firme gesto con la cabeza.
—Entonces es todo lo que requeriremos, señor Morris. De todas formas, parece que hemos llegado ya.
Me volví para ver que la limusina se acercaba a una alta verja hecha de metal azul que tintineaba con un aura de ionización. Más allá de la verja protegida, los terrenos se extendían hasta tres enormes burbocúpulas que espejeaban bajo el sol. La central se alzaba a más de veinte pisos de altura. No hacía falta ningún logotipo ni emblema de la compañía. Todo el mundo conocía ese lugar: la sede mundial de Hornos Universales.
Otra indicación era la muchedumbre de manifestantes que gritaban y agitaban pancartas mientras los vehículos entraban por la puerta principaclass="underline" una protesta que había tenido sus altibajos desde hacía más de treinta años. Además de las pancartas de rigor, unos cuantos apuntaban con holoproyectores, manchando las ventanillas de los coches (y algunos rostros desprevenidos) con pintorescos comentarios airados en 3-D. Naturalmente, la limusina de Kaolin filtraba esas intrusiones. Pero yo llegué a ver unos cuantos carteles pintados:
Y, por supuesto:
Naturalmente, esos manifestantes eran todos archis que continuaban una batalla que se había perdido en los tribunales y el mercado laboral antes de que muchos de ellos nacieran. Sin embargo, insistían, denunciando lo que consideraban una apropiación tecnológica de las prerrogativas de Dios, condenando la creación diaria de criaturas manufacturadas. Millones de personas desechables.
Al principio, al mirar a la derecha, vi sólo a los de Vida Verdadera gritando y manifestándose. Luego advertí que varios gritaban epítetos a otra multitud: un grupo más joven y de aspecto más moderno situado al lado izquierdo de la entrada, equipado con hololanzadores y menos pancartas. El segundo grupo tenía un mensaje diferente:
—Mancis —dijo Kaolin en voz baja, mirando esa segunda muchedumbre, mezclada con la cual había montones de ídems de piel brillante. Contrariamente a los de Vida Verdadera, que eran un espectáculo familiar, el Movimiento por la Emancipación había surgido mucho más recientemente; una cruzada que aún hacía que mucha gente se rascara la cabeza.
Los dos grupos de protesta se despreciaban mutuamente. Pero coincidían en su odio hacia Hornos Universales.
Me pregunté si dejarían a un lado sus diferencias y unirían sus fuerzas si supieran que el presidente de la compañía, Vic Eneas Kaolin en persona, estaba cerca.
Bueno, «en persona» no. Pero casi.
Como si supiera lo que yo estaba pensando, Kaolin se echó a reír.
—Si éstos fueran mis únicos enemigos, no tendría una preocupación en el mundo. Los moralistas hacen mucho ruido… y a veces envían por correo una bomba patética o dos… pero suelen ser predecibles y fáciles de esquivar. Me molestan mucho más los hombres prácticos.
¿A qué oponentes concretos se refería? La tecnología de hornos perturbó tantas cosas fundamentales de la antigua forma de vida que todavía me pregunto por qué no la cortaron de raíz nada más nacer.
Además de cargarse a todos los sindicatos y dejar a millones sin trabajo, la roxización casi provocó una docena de guerras que sólo se aplacaron tras intensas labores diplomáticas por parte de líderes mundiales de primera fila.
¡Y algunos dicen que no existe el progreso! Oh, claro que existe el progreso. Si sabes manejarlo.
Los escaneos de seguridad dieron paso libre a la limusina y dejamos atrás a los manifestantes y pasamos por una entrada principal donde los autobuses descargaban a los trabajadores ídem de bastidores correosos. Pero la mayoría de los empleados que llegaban eran humanos orgánicos que harían sus copias allí dentro. Unos pocos archis venían en bicicleta, acalorados por el ejercicio, y anhelando una sauna y un masaje antes de ponerse a trabajar. Las compañías como HU cuidan bien de los suyos. Los juramentos de fidelidad tienen sus beneficios.
Atravesamos el portal principal, y luego seguimos hasta dejar atrás zonas de carga protegidas, envíos de maquinaria como congeladoras, unidades imprintadoras y hornos. La mayoría de los repuestos ídems que la gente compra se hacen en otra parte, pero llegué a ver algunos artículos especializados al pasar: figuras rígidas tenuemente visibles dentro de cajas de envasado translúcidas, algunas de ellas increíblemente altas, o larguiruchas, o con formas de animales de leyenda. No todo el mundo puede permitirse imprintar una forma humana no-estándar, pero he oído que es una moda creciente entre los entendidos.
La limusina se acercó a una entrada elegante, y evidentemente diseñada para recibir a los VIPS. Sirvientes con librea y piel esmeralda, el mismo color de sus uniformes, corrieron a abrirnos las puertas y salimos a un lugar lleno de árboles artificiales. Las flores dejaban caer sus fragantes pétalos en profusión de colores, como lluvia suave, que se disolvía en dulce vapor pigmentado antes de tocar el suelo.
Miré alrededor y no vi ni rastro de mi Volvo. Debían de haberlo desviado a un aparcamiento más plebeyo. Los guardabarros abollados no habrían encajado en aquel ambiente.
— ¿Y ahora adónde? —le pregunté a la réplica gris de Kaolin—. Tendré que ver a su original y terminar…
Su expresión neutra me detuvo.
—Creí que lo sabía —explicó Ritu—. Vic Kaolin no recibe a ningún visitante en persona. Realiza todos sus negocios por medio de facsímiles.
Lo había oído. No era el único ermitaño rico que se retiraba a un santuario esterilizado para tratar con el mundo a través de subrogados electrónicos o de pseudocarne. Pero en la mayoría de los casos era afectación, una pose, una manera de limitar el acceso, con excepciones para los asuntos importantes. La desaparición de un científico famoso podría valer.