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Cosa que parecía dudosa a medida que mis síntomas empeoraban. A medio camino me sentí asaltado por desagradables criaturas invisibles con aguijones y garras que me dejaban la carne temblando después de cada corte fantasmal. «Imaginaciones —diagnostiqué—. Tu cerebro está inventando historias para explicar las señales desagradables de un cuerpo moribundo. Sigue moviéndote.»

Bien. Pero dos escalones más tarde los incordios imaginarios recibieron los refuerzos de inquietantes estallidos de vivos recuerdos, ondas sensoriales que me hicieron tambalear en las escaleras.

El inconfundible aroma floral del parque de la avenida Chávez. Lanzas y escudos desplegados sobre el ataúd abierto de un muerto.

Ritu llorando, consolada por una figura con piel como lata luminosa.

Caminando ante un trío de niños que se atormentaban mutuamente en un patio…

…y luego volverme para ver una pistola en la mano del fantasma sonriente…

Esos recuerdos diversos no surgieron de la experiencia personal, ni de ningún ídem que yo recordara haber cargado. Tenían que ser ilusiones. Sin embargo la sensación de déja vu era dolorosamente intensa, como la primera vez que pasé mi Onda Establecida a barro, o fui testigo de una escena desde varios puntos de vista, o me miré directamente a mis propios ojos sin una cámara o un espejo.

Despertar atrapado en un contenedor lleno de líquido.

Ver tablillas cuneiformes y figuras de Venus… y sentir un dolor como nunca imaginé, generado por máquinas, amplificando mi sub-tono de alma, mientras presionaba por borrar todo lo demás de mí…

Tambaleándome bajo esta andanada de frenéticas imágenes, también oía gente gritando. Beta y Ritu con toda seguridad, y tal vez otros, todos ellos parecían muy lentos mientras que el tiempo se arrastraba más a cada segundo que pasaba. Pocas de sus frenéticas palabras eran claras. De todas formas, sus pasiones parecían insustanciales mientras yo me detenía en el último escalón, con un pie vacilando sobre el suelo del laboratorio.

De algún modo sabía que dar un paso más empeoraría aún más las cosas. Al mirar ala izquierda, vi que casi estaba en línea con los golems gris y rojo, con los brazos abiertos el uno frente al otro mientras el péndulo oscilaba lentamente entre ambos. El ídem más cercano, gris oscuro, volvió su cabeza hacia mí, y casi pareció familiar a mis ojos cansados.

Entonces, inesperadas, sin que las pidiera nadie, unas palabras temblorosas entraron en mi cabeza.

«RealAlbert tiene un aspecto penoso. Está sudoroso y pálido. Tembloroso. Hecho un asco.»

¿Qué era eso? ¿Otro síntoma?

Nada de distracciones. Tenía que ir al encuentro de una silla plegable, a unos metros de distancia.

Dar otro paso me hizo recorrer los últimos centímetros… hasta el suelo.

Completando el alineamiento.

¡Y de repente el cielo pareció caérseme encima! La voz intrusa se volvió de un bajo profundo, llenándome la cabeza de comentarios urgente-compulsivos en tiempo presente:

«¿ Se está muriendo realAlbert? ¿Perecerá Pronto? ¿Y Si Mi “Ancla” Orgánica De Repente Se Deja Ir Durante Esos Momentos Finales Antes De Que El Andzier Remonte?»

«Calculando…

»Parece Que La Sacudida De La Muerte Podría Dar A Mi Onda-forma Una Ventaja Contra Yosil. ¡Podría Incluso Echar De Aquí A Su Molesto Espectro!»

Demonios. Un dolor punzante atravesó mis lóbulos parietales. Me tambaleé bajo los extraños pensamientos queme asaltaban. Parecía una idcarga, sólo que más intensa y extraña.

«El Ataque De Mi Enemigo Se Vuelve Más Desesperado A Cada Oscilación Del Péndulo. No Hay Acuerdo. ¡Si Él No Puede Tener El premio No Lo Tendrá Nadie!

»Yosil Y Yo Podemos Aniquilarnos Mutuamente, Vomitando El Andzier Sin Guía, Asolando Un Plano De Realidad Que Las Defensas De La Sociedad Ni Siquiera Están Preparadas Para Detectar. Toda Esa Gente Condenada En La Ciudad, A Punto De Sufrir Una Muerte Terrible… No Puedo Dejar Que Sean Sacrificados En Vano.»

Asolado por el enorme tamaño de aquella entidad, por sus vibrantes pensamientos, me pregunté cómo podía tener eso nada que ver conmigo. Y luego cómo podía no tener que ver. No lees las mentes de otras personas. Sólo de diferentes versiones de ti mismo.

«RealAlbert Empieza A Comprender! Lo Ayudaré, Antes De Que El Péndulo Vuelva A Pasar.

»Se Está Muriendo Sea Como Sea. Cuando Vea Lo Que Está En uego, Hará Lo Adecuado.

»¡Qué Aprópiala Que Mi Creador Se Una A Mí En El Mismo Momento En Que Hará Más Bien!»

Esa atronadora narración, como la espuma en una ola, era sólo la capa superficial de una carga monstruosa. Grité, llevándome las manos a la cabeza mientras los acontecimientos de varios días fluían a mi cerebro a través de un enlace desprotegido, sin mitigar. Surgiendo del estentóreo clamor había datos esenciales…

Qué fue de mi gris que desapareció en la mansión Kaolin el martes. Ampliado y multiplicado por millones, ahora era parte de una gran máquina cuyo aterrador propósito empezaba ahora a comprender…

Y quién quemó mi casa y mi jardín, un ídem renegado que asesinó a su propio rig. El mismo que ahora cabalga ese péndulo, gritando. En una fracción de segundo, comprendí por qué… y qué significaba ser un «ancla».

Y qué se nos estaba ofreciendo.

Y su coste.

Nuestras Pautas Se Funden. A Pesar De Un Cerebro Anonadado, RealAl Comparte Mi Nueva Visión. Con Creciente Asombro, Per Gibe El Almapaisaje En Su Salvaje Belleza, Apenas Tocado Por Algunas Motas De Algas En La Orilla.

»Mira Más Profundamente, Albert. Mira Cómo El Almapaisaje Emergió De Las Potencialidades Ilimitadamente Inherentes Del Mar De Dirac. Dormido Durante Un Billón De Años, Espera Una Entidad Que Pueda Observar. Alguien Capaz De Colapsar Todas Las Probabilidades Cuánticas Con Una Gracia Nunca Imaginada Por Los Teó.

¡Basta!

»¡Toda Esa Tecnocháchara Procede De IdYosil! Mientras Su Espectro Atraviesa La Onda Establecida, Sigue Intentando Imponer Su Punto De Vista De Lo Divino.

»¿Cuántos Ciclos Más Antes De Que Nuestro Conflicto Lo Rompa Todo?»

«La Decisión Depende De RealAlbert.

»¡Decide! Le Digo Al Hombrecito Orgánico Que Una Vez Fui.

¡Decide Ahora!»

Nuestros pensamientos no estaban en sincronía. El tiempo transcurría de manera distinta para esa versión alterada y amplificada de «mí», su voz surgía y luego enmudecía en oleadas. Necesité varios intensos segundos de instrucción antes de que mi mente orgánica, más lenta, comprendiera los contornos: el elegante descubrimiento hecho por el genial padre de Ritu. Y su plan para llenar el arco de vida de una especie.

¿Cuántas veces he despreciado a esos místicos chalados que se toman literalmente la palabra «almística»? Más allá de nuestro banal poder para vivir vidas paralelas, ellos veían la esperanza implícita (o el tácito temor) de que la humanidad había cruzado una línea, embarcándose en un nuevo destino. ¡Y aquí estaba yo, y se me ofrecía un papel clave en la cosa más grande desde el Big Bang!

Para obtenerlo, todo lo que tenía que hacer era morir.

« ¿No Está Sucediendo Ya? Sólo Adelántalo Unos Minutos», sentí que me urgían.

«Usa Cualquier Herramienta. Un Palo Servirá.» Tambaleándome, divisé un lápiz afilado en una consola cercana. Antes de desearlo (y tal vez no lo deseé), el fino utensilio estuvo en mi mano, la punta se acercó a mi ojo.