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Un empujón y una nueva era nacería.

—Oh, Dios —gemí.

Y mi propia voz contestó, surgiendo de mi boca con una respuesta. —«Sí. Estoy Aquí. Y Te Aseguro Que Esto Me Servirá.»

63

Toma la conciencia…

…cinco aciagos segundos…

’Pendido en el frío suelo de piedra mientras un helado amanecer asomaba a través de una ventana abierta, sopesé mi única arma… la pierna doblada y cocida que arranqué de mi propio cuerpo.

Sólo tendría una oportunidad de lanzarla bien.

El lanzanrisiles chasqueó mientras una pantalla anunciaba: PREPARADO.

La entrometida voz que me había guiado hasta aquí había desaparecido. Casi eché de menos tener público para mi esfuerzo.

«Allá va», pensé. Mi único miembro en funcionamiento (un brazo y su mano) latió con todo su poder mientras lanzaba…

64

…Del rey

…y otros veinte…

La punta del lápiz se acercó a mi ojo. Gruñendo una imprecación, sentí el rápido estímulo del cercano dios-máquina. Un buen empujón y una nueva era nacería, cumpliendo una miríada de sueños infelices.

De todas formas, me he matado muchas veces, desde que cumplí dieciséis años, ¿no?

Pero se trataba de ídems.

Mi orgacuerpo protestó contra el plan. ¡Luchó por sobrevivir!

La misma pelea con el instinto apartó a realMaharal de su propio proyecto hacía una semana, haciéndolo huir sin descanso a través de la noche y el desierto.

—«Pero Tú Estás Hecho De Materia Más Dura —respondió mi propia boca—. Únete A Mí. Será Igual Que Cargar»

Un día es suficiente para un ídem, cuando sabe que se reunirá con un yo más grande. ¿No era esto lo mismo? Los santos se dirigían a las llamas con menos seguridad de la que a mí se me ofrecía.

«Muy bien», pensé, mientras la decisión fluía por mi brazo. La punta del lápiz tembló…

De repente una llamarada de luces de advertencia ámbar estalló cerca, atrayendo mi mirada por instinto.

¡ATENCIÓN! ¡ATENCIÓN!
LANZADOR DE MISILES BLOQUEADO SECUENCIA DL DISPARO INTERRUMPIDA

Los holodiagnósticos se centraron en un objeto de extraño aspecto que obstruía una rampa. La noticia de aquel sabotaje provocó una aguda resonancia entre el gris, el rojo y todas sus copias virtuales.

«¿Por Qué No Están Volando Los Cohetes?

»Ah, Ahí Está La Causa… ¡Otro Yo!

»El Verde Del Martes, Hecho Para Limpiar Retretes Y Cortar El Césped…!Ese Atontado Ni Siquiera Debería Existir Ya!»

¿Un verde? ¿El que se declaró «frankie» y se marchó a buscar su autoculminación?, me pregunté. ¿Cómo podía estar allí? La pantalla del IA-XIX mostró nuevas letras:

REPARACIONES INICIADAS

—«Ignora La Distracción —murmuró mi propia voz. El Lanzador Se Reparará Solo. Vuelve Al Asunto Que Nos Ocupa.»

El asunto que ocupaba mi mano: conseguir la inmortalidad como lo hicieron Escher y Einstein, con un lápiz. La adrenalina se disparó y mi corazón redobló. El reptil, el primate, el cavernícola y el hombre urbano trataron todos de amotinarse. Pero ahora la resolución espiritual parecía mucho más fuerte que el instinto.

«Será como cargar», pensé, haciendo acopio de valor.

Sólo que otra distracción apartó de nuevo el arma improvisada. Esta vez fue el dolor. Brillante, deslumbrante, luminoso dolor.

«Yosil Ha Comprendido Mi Plan… ¡Que La Sacudida de La Muerte de RealAlbert Puede Expulsarlo!»

«Yosil Reacciona, Canalizando Una Andanada De Refinada Agonía Para Sacar A Albert Del Alineamiento.

»El Pobre Albert Gime Ante Las Súbitas Imágenes De Fuego Y Azufre. Dolores Infernales Sacuden Las Porciones Animales Que Siempre Vienen Imbuidas En La Carnerreal, Incitándolas A Fluir O Luchan»

«Ahora El Golem DeYosil Grita Desde Su Oscilante Asidero, Llamando A Su Hija Para Que Baje… ¡Para Que Empuje A Albert A Un Lado Y Ocupe Su Lugar En El Rayo!

»Con Esto Se Cumplirá Su Acuerdo, Jura. Pero Ella Tiene Que Darse Prisa.

»En Los Segundos Que Quedan, Debo Volver A Atraer A Albert.

Mostrarle Que El Dolor Es Una Ilusión.»

—«El Dolor Es Una Ilusión —me tranquilizó mi propia voz. La voz que pronunciaba las palabras desde fuera de mi cerebro—. El Dolor Es Un Espejismo Comparado Con La Hiperrealidad Del Gran Almapaisaje.

»Míralo Ahora, Albert.

»¡Contempla!»

De inmediato, el panorama de aquel enorme reino nuevo se extendió ante mí, más amplio y más hermoso que ningún horizonte de la Tierra, llamándome desde un abismo infernal, sustituyéndolo con atractivas muestras tomadas de todos los «cielos» jamás imaginados.

¡Los placeres de un paraíso sensual!

La felicidad de la aceptación y el amor sin reservas.

Y la serenidad sin nombre que procede de la liberación de la Gran Rueda. ’Todos esos cielos y más, ofrecidos sin trucos ni engaños, pronto serían míos.

«Nuestros», pensé, imaginando un mundo mejor para todos. Para toda la gente. Toda la vida.

¡Funcionó! Las visiones tranquilizaron mis partes «animales», calmando la resistencia, allanando el camino.

Y sin embargo…

Mientras extendía la mano, también sentí la fluctuante presencia cercana del ídem verde, ahora apenas un leño móvil tendido en el suelo de una fría cámara en algún lugar de aquel mismo laberinto, escaleras arriba, contemplando indefenso cómo el lanzador de misiles desplegaba unidades robóticas de reparación para desatascar un penoso miembro de cerámica. El valiente sacrificio del golem sólo había conseguido un poco de tiempo para la ciudad. Minutos, en el mejor de los casos.

Naturalmente, él no sabía nada de las otras ramificaciones, más amplias, ni del bien mayor que saldría de todo esto, de la invitadora inmensidad que nos esperaba en el enorme almapaisaje.

Y sin embargo…

Y sin embargo…

Había algo en el verde allí tendido, tan patético tras haber hecho aquel grandioso y vano intento.

Los sentimientos surgieron libremente dentro de mí. Primero una suave caricia, luego un cosquilleo en el fondo de mi garganta. Un cosquilleo que salió como una risita sorprendida.

Luego una risa ante aquella indefensa parodia de mí, manca y deteriorada, revolcándose en el suelo, destrozada y sin amigos, sin ni siquiera otra pierna que arrojar, pero todavía intentando intervenir.

La imagen era dolorosa, enternecedora… ¡y graciosa!

Lágrimas y risas fluyeron como magma desatado, no de la mente, sino de las tripas. Me reí de la patética cosa, de su valor y su desgracia y su cómica obstinación. Es más, en ese momento supe con claridad meridiana que no estoy hecho para ser un dios.

Todas aquellas perspectivas celestiales que me habían mostrado eran posibilidades reales, a punto para la unificación. Sólo que ahora advertí qué era lo que faltaba. ¡En ninguna de ellas había lugar para el humor!

¿Cómo podía haberlo? Todo mundo «perfecto» eliminaría la tragedia, ¿no? Eso significaba renunciar a la respuesta humana a la tragedia, la desafiante levedad que puede hacer que incluso un gesto inútil merezca la pena, incluso (sobre todo) una injusticia insoportable.

Oh, tío. Yo tenía más en común con aquel verde hecho pedazos que con cualquier pomposo e hinchado gris endiosado.