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¡Cuánto más conveniente habría sido si las tres versiones de nosotros hubieran podido recombinar recuerdos al final! Tal como estaban las cosas, Clara y yo tuvimos que recurrir al clásico trabajo detectivesco.

— ¿Han hecho algún avance para tratar a Ritu?

—Sólo la están diagnosticando todavía. Han entablado contacto con la personalidad Beta. Los doctores están sondeando por si hay más hermanos durmientes en su interior —Kaolin dejó escapar un suspiro melancólico—. Nada de esto habría sucedido antes de la era de la golemtecnología. Desde luego, no el trágico desatino que Yosil descargó sobre Ritu cuando era niña. Y aunque tuviera un síndrome de personalidad dividida, nunca se habría manifestado tan poderosamente en el mundo exterior. ¿Quién podía prever que un personaje como Beta emergiera y…?

—Oh, ahórrenos el numerito —lo interrumpió Clara.

Nos volvimos. Ella estaba examinando al guerrero de Xi’an, de soldado a soldado. Pero su atención no se había desviado en ningún momento de nuestra conversación.

—Sabía usted de la existencia de Beta desde hace años —añadió—, Le pareció conveniente mantener una relación con alguien tan increíblemente dotado para el engaño. ¡Alguien capaz de engañar de modo continuado al Ojo Mundial! Una de las últimas figuras brillantes del submundo, y estaba usted en posición de chantajearlo para que le hiciera todo tipo de favores, porque Beta era vulnerable en su fuente. Vamos, admítalo.

Los puños de platino se cerraron, pero la furia era inútil. Como tutora asignada de realAlbert y mi dueña nominal, Clara tenía derecho legal. Yo era su consejero, no al revés.

—Yo… no admito nada de eso.

—Entonces investiguemos. Grabaciones de hace años, empleados entrevistados según la Ley Sicario. Demonios, no me costará mucho trabajo interesar al aparato de seguridad nacional, ahora que…

—Por supuesto hablamos hipotéticamente —interrumpió Kaolin—. Hablando por hablar, supongamos que sí, que haya tenido tratos anteriores con la figura conocida como Beta. Rebuscaría usted eternamente sin encontrar ni un solo acto criminal por mi parte. Cierto, puede que haya cometido unas cuantas infracciones civiles… bueno, tal vez muchas. Gineen Wammaker y algunos otros pervertidos podrían demandarme por daños de copyright.

»¿Y qué? ¿Pondría en peligro nuestra beneficiosa relación a causa de ella?

Eso era una amenaza implícita. Los cuerpos de hipercalidad que yo recibía gratis, más los aparatos para imprintar en alta calidad y revigorizar, eran cuestiones cruciales para un alma perdida. Mi único talento copiador seguía necesitando un montón de ayuda, hasta que realAlbert finalmente decidiera dejarme regresar al único cerebro orgánico de la Tierra que podía acomodarme.

¿Funcionaría incluso entonces? Yo no podía dejar de considerarme Frankie (o Gumby), una marioneta verde rebelde que se escapó un día, declarando su independencia mientras soñaba con convenirse en un chico de verdad. Tal vez mi Onda Establecida y el alma extrañamente mutada de Albert estaban demasiado distanciadas para volver a reunirse de nuevo.

Puede que yo fuera un fantasma.

Bueno, si era así, era un fantasma con sensores plenos, amado por una mujer excitante, con un trabajo importante que hacer. Uno puede imaginar otras vidas peores.

—Hablemos de ese triángulo que formaba usted con los Maharal —insistió Clara a nuestro anfitrión—. Usted y Yosil y Beta y… supongo que era un cuadrado si incluimos a la propia Rito… cada uno usando a los demás, planeando y explotando los talentos y recursos del otro, haciendo tratos y rompiéndolos…

—No —interrumpí.

Cuando ella me dirigió una mirada intrigada, añadí:

—Luego, por favor, Clara.

IdKaolin pareció aliviado.

—Sí. Luego. Además, qué desatento por mi parte. Por favor, vengan por aquí. He pedido que nos sirvan refrescos.

«Desde luego aquí vive un hijo de puta paranoico integral. Menos mal que yo también lo soy.

»El camino de subida elegido está lleno de puñetitas: detectores y nanoalambres, toximitas y miniabrojos. ¡Qué exageración tan ridícula!

»Podría cambiar de ruta. Intentar escalar por la pared despejada, donde todas esas cosas desagradables estarán desgastadas por el sol y el smog y la lluvia. Además, ¿quién espera que un ladrón suba por una pared pelada a plena luz del día?

»No puedo responder a eso. El cerebro es demasiado pequeño para albergar recuerdos. Pero parece que creo que es posible.

»La piel pixelada de mi espalda remeda los reflejos de cada trocito de pared junto al que paso. Esa idea me la dio Beta. Compré los detalles técnicos a un técnico de HU a cambio de un premio Sicario. ¡Barato! Otros artilugios son militares: Clara tiene buenas relaciones. Pero los más astutos proceden de hobbistas que no están nada contentos con la larga tradición de HU de compartir sus códigos fuente.

»Como el ojo especial en mitad de mi zarpa derecha. Lo aprieto contra una ventana opaca al pasar. ¡Interfiere el monitor de atención de la habitación, y… voilá! ¡Un estrecho circulito se vuelve visible durante todo un milisegundo!

»Lo suficiente para comprobar que no hay nadie en esa habitación. Ah, bien. La siguiente parece más probable por motivos arquitectónicos que ahora mismo no puedo recordar.

»Sólo un poco más lejos…»

Mientras seguíamos a nuestro anfitrión, Clara se volvió a mirar al soldado de terracota, parte de una legión modelada (algunos dicen imprintada) a partir de guerreros reales que sirvieron al legendario primer emperador chino, con el deber jurado de volver ferozmente a la vida cuando se los llamara. Clara representaba un papel similar en docenas de réplicas. Sólo que ahora tenía otro trabajo ayudando a investigar cómo fueron tan vial las cosas en el Dodecaedro, donde los pasillos resonaban ahora con el tronar de las cabezas cortadas.

En una terraza encontrarnos comida y bebida: porciones generosas para Clara y aperitivos que atraían a un golem de clase alta como yo, con papilas gustativas pero ningún estómago. Clara se echó a reír, y señaló a dos figuras que había en el prado salpicado de árboles, una en silla de ruedas. La otra rompió el paso para deslizarse, como un niño pequeño.

IdKaolin recogió una carpeta que le tendió un ayudante ébano.

Más litigios —explicó—. ¡Ahora Farshid Lum y esos pirados de la liberación ítem! Como si yo hubiera excavado su estúpido túnel hasta la sede de HU.

—Quizá quieran saber quién dispuso que les echaran la culpa sise hubiera producido un sabotaje industrial. Yo también siento curiosidad. Eneas se encogió de hombros.

—Beta, por supuesto. No había nadie mejor para eso. Lo planeó con esa desviada Irene, engañó a Albert para…

Para que hiciera un poco de espionaje tecnológico cuasilegal, dijeron ellos. La bomba priónica no estaba en los planes, no hasta que alguien más se apoderó de ellos.

IdKaolin gruñó y se sentó para tomar un vaso de Golem-Cola.

Sí, estoy familiarizado con la teoría popular. Beta y yo éramos aliados, pero tuvimos una discusión. Me vengué desatando una guerra, usando furtivamente a la Agencia de Detectives Albert Morris, entre muchas otras armas. A pesar de su inteligencia, Beta tenía un talón de Aquiles: su secreto punto de origen. No tardé en eliminar sus copias y apoderarme de sus operaciones. ¿No es eso?

—Según algunas teorías populares.