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»Se ha recargado. A menudo.

El brillo destacó también una cicatriz, allí donde el hombro de id-Kaolin se unía a su cuello. Masa reparadora, teñida para igualar su piel.

«Vaya», pensé, recordando cuándo se hizo esa herida: hacía dos semanas. Hacía más de una docena de vidas.

«¡No puedo dejar de observar a Wammaker con este ojo diminuto de mi zarpa!

»Extraño. Albert siempre encontró repulsivo su encanto vudú. Pero mis gustos parecen distintos en… ¡este cuerpo que proporcionó Pal! Entre todos los insertos de alta tecnología, debe de haber deslizado algo retorcido, por broma. Un montón de gracias, Pal.»Bueno, conozco un remedio. ¡Piensa que tiene algo en común con Gadarene!

»Vale, estoy curado. Nota mental para mí: No dejes que nadie te convenza para que uses el cuerpo de una comadreja, nunca más.»

Nuestro anfitrión recuperó la compostura y suspiró.

—A veces desearía que Yosil y Bevvisov nunca hubieran aparecido en mi estudio, ofreciendo dar alma a mis muñecos animados. —Está bromeando —Clara miró todo lo que nos rodeaba, sufragado por la industria que se inició aquel día.

—¿De veras? Desde que ayudé a lanzar una Era Golem, he visto cómo las cosas nuevas se estropean cuando se comparten con las masas. De la imprenta a la cibernética a la bioingeniería, cada nuevo medio se convierte en un vehículo para la pornografía y la falta de sensibilidad hacia la forma humana.

«¿No dijo lo mismo, la última vez que estuve aquí?» Otro de los característicos lapsus de memoria de Kaolin.

—Cada una de esas revoluciones tecnológicas también desató criticas y una creatividad sin parangón —respondió Clara.

—Además de clamor social, alienación…

—Y empatía. Nuevas formas de conocer razas, géneros, especies distintas…

—Adictos a la idexperiencia y roxcolgados…

—Inventores de nuevos deportes, nuevas formas de arte y exploración —Clara se echó a reír—. Cada paso en el progreso humano nos presenta un desafío, Vic. Algunos se hunden en los excesos. Otros rechazan temerosos el cambio. Y un sorprendente número combina lo nuevo con lo antiguo y el sentido común, yendo más allá de todas las expectativas.

—¿Progreso? ¿Así les como llamaría a lo que sucedió en el laboratorio secreto de Yosil?

—Ha dicho usted la palabra clave —intervine yo—. «Secreto» Maharal trató de saltarse la manera en que la ciencia usa la crítica para evitar el error, con resultados casi catastróficos. Pero los problemas concretos con los que estaba trabajando… idemización a larga distancia, imprintación nohomóloga…

—¡Mitos! Mi amigo estaba obsesionado, roído por la culpa, demente por intentar procesos experimentales consigo mismo. —Algunas de las grandes mentes de la almística piensan que estaba…

—¡Delirios!

—Bueno, algo destruyó esos «espejos» ídem y dejó a realAlbert en este estado. Beta y Ritu creyeron en su padre, lo suficiente para unir fuerzas al final…

—Muy bien —idKaolin alzó una mano—. ¡Supongamos que es cierto! Yosil descubrió un enorme plano de hiperrealidad que corre paralelo a todo lo que conocemos. Un almapaisaje. Eso significa que tenemos problemas aún peores que todas las bombas y los virus y las ecocalamidades de hace una generación. Porque ahora nuestro destino no estará en manos de las elites ni de las ignorantes masas.

»Será decidido por un Dios furioso.

«Como son reales, Wammakery Gadarene llegaron aquí en una limusina negra, creyendo que nadie veía su interior. Otro conspirador vino disfrazado de guardia de seguridad a rayas rojas. Dos fueron enviados en cápsulas y descongelados. ¡Todo para una reunión de riesgo y urgente con un objetivo: ponerse de acuerdo en sus historias!

»Sólo que entonces aparecieron Clara y Gumby/Albert, interrumpiendo y llevándose a su anfitrión. Eso los puso nerviosos. Los torpes aliados se agitan, evitándose unos a otros.

»¿Qué mezcla de soborno, chantaje, idealismo e intereses propios los une? Incluso un breve intento por teorizar lastima el cerebro dentro de este pequeño cráneo.

»Basta. ¡Márchate!

»Tras colocar un diminuto transmisor en la ventana, sigo subiendo por la pared empapada de sol. Resbala un poco. Clavo las garras de diamante. Me detengo mientras mi piel pixelada se parece a la piedra. Compruebo el camino por si hay trampas y sensores.

»Luego asciendo un poco más.»

Al otro lado del prado divisé a Pal y realAlbert desplegando una corneta roja y dorada, riéndose mientras el viento hinchaba sus alas de gaviota. Saltó al cielo, un símbolo de completa inocencia. Inocente, en efecto, pues no llevaba ningún arma ni instrumento. Nada que pudiera inquietar a un hombre de seguridad atento. Sólo una corneta. Bonita.

Incluso llamó la atención de idKaolin, quien sonrió levemente y luego sacudió la cabeza con expresión de pesar.

—Yo debería ser quien estuviera haciendo volar cometas. De hecho, planeo retirarme pronto.

—Me sorprende usted, señor —dijo Clara.

—¿Por qué? ¿No me merezco un descanso? Además, hace tiempo que me siento incómodo con este mundo que ayudé a crear, donde la gente habla alegremente de «copiar almas». Sólo que ahora es mucho peor que una simple jerga ofensiva. Antes, sólo unos cuantos locos hablaban de la amplificación del alma. Ahora, inspirados por Yosil, los entusiastas y los místicos y los tecnohobbistas han empezado todos a experimentar por su cuenta, a millares, millones, parloteando sobre cómo utilizarla ciencia para convertirse en dioses.

—Los mormones siempre han creído que la gente tiene el potencial para… —musitó Clara. Pero se detuvo cuando yo negué con la cabeza. Nuestro pequeño golemespía debería estar situándose ya en posición. Habíamos pasado demasiado tiempo charlando de tonterías.

—Vic Kaolin, por favor. Sabemos que sus planes para retirarse no tienen nada que ver con el respeto por la religión. ¿Puedo sugerir otro motivo?

El golem platino parpadeó.

—Adelante.

—Es la historia más añtigua del mundo. La misma obsesión impulsó al amo de ese antiguo ejército de terracota que admira. La compartió usted con Yosil Maharal, difiriendo sólo en detalles.

»Usted no quiere morir, Vic Kaolin.

»Quiere vivir eternamente.

«Desde el laboratorio-hospital en el sótano hasta el santuario del último piso, que ningún ser viviente ha visto en años, la mansión es un laberinto. Si el dinero y el poder pudieran defender secretos contra una edad moderna, éste es el lugar.

»Llego hasta un ático de pizarra donde debo desviarme un poco y cambiar el tono de mi piel. Al detenerme junto a una ventana, veo filas de unidades de refrigeración construidas para albergar repuestos de ídems. La mayoría están vacías, sus luces apagadas. Sólo una docena parecen activas, con contenidos preparados para ser horneados y liberados.

»¡Uf! —pienso, volviéndome para continuar mi escalada—. ¡Maldita distracción, perder el tiempo mirando a la maestra! Se me está haciendo tarde.»

—¿Y quién quiere morir? —preguntó la copia platino de Eneas Kaolin—. Todos luchamos para vivir, a toda costa.

—A toda costa no.

—Vale. ¿Pero cuál es su argumento? ¿Queme recluí como un ermitaño orgánico, interactuando con el mundo a través de ídems y telepresencia? ¿Está comparando un estilo de vida fastidioso, que no hace daño a nadie, con la disposición de Yosil a sacrificar a millones por algún tipo de trascendencia mística?

Negué con la cabeza.

—No compare. Usted es más pragmático y sutil. Aunque sus planes han sufrido recientes contratiempos, no están acabados. Si sus antiguos aliados resultaban erráticos, los sustituía por otros, menos brillantes pero más fáciles de controlar.

Su expresión era neutra como la de un robot.