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El rostro en la holopantalla miró a Clara, luego a mí.

—Es la teoría más sorprendente que he oído jamás… ¿Qué prueba tienen…?

Me eché a reír.

—Bueno, ninguna. Pero el plan depende de dos elementos inconstantes: el dinero y el secreto. ¿Qué hay de los herederos y lo que pierden si el abuelo no se mucre nunca? Algunos pagarán alegremente por una investigación real y…

Clara se quedó boquiabierta, mirando la nada.

— ¿Qué pasa? —pregunté.

Su expresión se endureció. Se volvió y miró a Eneas Kaolin.

—Será mejor que no descubramos que esos misiles fueron idea suya… señor. Muy astutamente preparados, para causar esta situación.

Su tono heló mi columna vertebral sintética. Y sacudió a nuestro anfitrión, quien se puso pálido mientras alzaba ambas manos. —¡Los…los misiles me sorprendieron tanto como a cualquiera, lo juro! Yo… yo sólo me estoy aprovechando… del ambiente de miedo… para hacer un poco de negocio.

»Una vez más, ¿dónde está el daño?

Un gran nudo pareció soltarse donde deberían estar mis intestinos, si los tuviera. ¡Nuestra nueva especulación, improvisada por impulso a partir de la historia hecha añicos de la que tan seguros estábamos, era acertada! Al final, no era la lógica lo que pilló a Kaolin (podría haber contestado a nuestro farol), sino el poder de la personalidad de Clara.

—Ya veremos —le dijo ella al nervioso ermitaño, aprovechando el impulso—. Le prometo que tendrá todas las oportunidades para demostrar su inocencia.

73

Cabalgando la rueda

…o aprendiendo a conducir…

La corneta, agitándose y deslizándose contra el ciclo, es hermosa. ¿Verdad? Como tantas cosas en el mundo. Es uno de los motivos por los que no te puedes dejar ir.

Yosil tenía razón en lo del efecto «anclan. Nunca harás todas las cosas ambiciosas que él planeaba, no conseguirás sus objetivos. Esos enormes territorios nuevos que conquistar, que moldear sólo con la voluntad… los dejarás para otra generación, quizá más sabia.

Sin embargo, comprendes algo que él no hizo.

La naturaleza es necesaria.

Sin un nivel de realidad esforzado y libre de paradojas, sujeto por implacables leyes físicas, nunca podría emerger una rica complejidad. Sólo la feroz selección, a una escala enorme, podría producir seres humanos, tan competentes con las uñas y los dientes, y sin embargo capaces de soñar con elevarse, con cualidades como el arte, el amor y el alma.

¡Pero la evolución se aferra! Tu cuerpo anhela la caricia del viento, el picoteo de la lluvia, el atractivo olor y sabor de la comida, el arrebato de la adrenalina para luchar y huir.

El goce de un amante feliz.

La música de la risa.

Tú que creas el mundo al observarlo, haciendo que las amplitudes probabilísticas de las estrellas se colapsen y que galaxias enteras se unifiquen sólo con miradas… ¡tú continúas apegado a la causa-y-efecto porque ofrece esperanza! Esperanza de que la evolución jugará limpio (aunque no lo ha hecho todavía). Esperanza de que puedas vencer, no importa lo improbable que parezca. (¡Porque desciendes de generaciones de ganadores!)

Esperanza de seguir vivo, aunque la muerte siempre espera.

Lo sabes mejor que otros. Pues has visto el yermo almapaisaje, donde sólo unos pocos miles de millones de colonos-algas se debaten en la orilla, resistiéndose hasta el último momento. Luego, saltando durante un instante de gloria corno el salmón que lucha corriente arriba, intentan conseguir algún objetivo inexplicable: algunas religiones lo apuntan, como grabados en la pared de una cueva iluminada en su día por el destello de las antorchas, casi cobrando vida.

Sí, cada destello que se lanzó ha fallado, hasta ahora. Pero al caer, dejaron impresiones. Allí, en el polvo.

Y las impresiones duran.

Bien, ¿qué harás? ¿Soltarte e intentar ascender? Sin la energía almacenada que Yosil trató de reunir, tus posibilidades serán escasas. Sus cálculos eran buenos, aunque su alma fuera retorcida.

¿Quedarte aquí, entonces? ¿La mitad en un mundo y la otra en otra parte? ¿Compartiendo una cama con Clara y la versión mucho-más-humana de tu otro yo… el Albert variante que cambia de cuerpos, viviendo el día a día?

Podría funcionar. Pero ¿es justo?

¿O intentarás otra cosa? Algo creativo. Algo nunca visto… al menos en este cosmos.

Las probabilidades parecen escasas. Pero claro, todo es intentarlo, ¿no?

Para las criaturas surgidas de la carne o el barro, es todo lo que ha habido siempre.

74

Impresionismo

…o aprendiendo el más delicado arte…

Tras salir del balcón de la mansión de piedra de Eneas Kaolin, Clara y yo bajamos las escaleras, atravesamos un jardín de rosas y dejarnos atrás un elaborado palomar, hasta llegar al prado donde Pal y realAlbert hacían volar su corneta.

Corno era de esperar, habían atraído la atención, no del personal de seguridad, sino de la gente que vivía en un enclave de casitas tras la colina, construidas para los criados y sus familias. Un puñado de niños observaban o corrían gritando excitados.

Incluso hoy, hay algo inexplicable en una cometa bien manejada.

Pal se lo estaba pasando de miedo, controlándola desde su medsilla. Aunque los golems le dan acceso al mundo, nunca vi que ninguno de ellos le proporcionara tanta alegría.

Al hacer que las alas giraran una pizca, la hacía revolotear, subir y luego zambullirse en ataques de pega que arrancaban gritos de placer a los niños y sus padres.

A todos excepto a un par de adultos, que parecían menos felices. Reprendían a tres niños, intentando hacerlos volver hacia el pequeño vecindario falso. Advertí rencor en ellos. Pero por ahora, los niños no lo percibían, y corrían y gritaban como los demás.

Volviéndome hacia el idKaolin platino, que todavía nos acompañaba después de que su original desconectara, pregunté:

—¿Son ésos los herederos?

Con rostro sombrío, el ídem asintió.

—Sobrinos. Hijos de una hermanastra que murió hace tres años. Esta verdad había sido parte del precio que Clara y yo exigimos. —¿Lo saben? IdKaolin negó con la cabeza.

Su madre me dejó… dejó a Eneas… con plena autoridad legal. No pueden ustedes interferir.

Clara suspiró.

Bueno, por ahora recuerde que lo sabemos. Estaremos observando.

—Oh, de eso estoy seguro.

La voz del golem carecía de cualquier atisbo de resentimiento o resignación. Me habría sentido mejor si los hubiera tenido.

Tardamos un rato en recoger a Pal y realAlbert y el pequeño huronespía, dejando la corneta en manos de algunos niños.

Pensé en nuestra «victoria» durante el viaje de regreso en la limusina. A pesar de haber acorralado al gran Kaolin y extraído la verdad, no me sentía especialmente jubiloso. Tal vez hace mucho tiempo, antes de la Gran Desregulación, podríamos haberlo acusado de todo tipo de ofensas criminales, desde fraude a chantaje o extorsión. Pero ahora todo eso eran delitos civiles y la mayoría de sus víctimas estaban felizmente compradas.

Lo máximo que podíamos hacer era hacerle pagar un poco más. Y poner obstáculos a las partes peores de su plan.

Para empezar, el equipo disperso del Proyecto Zoroastro sería reunido, junto con críticos externos, bajo los auspicios de una fundación neutral. El objetivo: liberar esas nuevas tecnologías en la secuencia menos inquietante, no en la más disruptiva. Aunque de hecho, gran parte de la guerra social de Kaolin parecía inevitable. Nos esperaban tiempos interesantes.