—El gris se está descongelando mientras hablamos. ¿Sigo preparando también un ébano?
—Mm. Un poco caro, si voy a hacer un gris de todas formas. Tal vez podamos terminar con Wammaker pronto y volver a casa a tiempo de echar una mano.
—Eso debería ser suficiente para el trabajo con los casos. Pero seguimos necesitando un verde…
Nell hizo una pausa bruscamente.
—Estoy recibiendo una llamada. Urgente. De alguien llamado Ritu Lizabetha Maharal. ¿Conoces a esa mujer?
Una vez más, apenas conseguí controlarme y no incorporarme, estropeando la transferencia.
—La he conocido esta mañana.
Podrías habérmelo dicho.
—Pásamela, anda, Nell.
Una pantalla de pared se iluminó, mostrando el rostro delgado de la joven ayudante de Vic Kaolin. Su piel real estaba tensa y arrebolada por la emoción, nada que ver con la expresión aliviada que había visto por última vez hacía una hora.
Señor Morris… Quiero decir, Albert…
Parpadeó al darse cuenta de que yo estaba tumbado en el horno. Mucha gente considera que imprintar es algo privado, como vestirse por la mañana.
—Perdone que no me levante, señorita Maharal. Puedo interrumpirlo si es urgente, o llamarla dentro de unos…
—No. Lamento interrumpirlo mientras está usted… Es que… tengo noticias terribles.
Cualquiera podría decirlo por su expresión, sombría y apenada. Aventuré una deducción.
— ¿Es su padre?
Ella asintió, los ojos inundados de lágrimas.
—Encontraron su cuerpo en… —se detuvo, incapaz de continuar. — ¿Su rig? —pregunté, conmocionado—. No el ídem gris que vimos, sino el real… ¿Ha muerto su padre?
Ritu asintió.
— ¿Po-podría por favor enviar un usted aquí, de todas formas? Envíelo a la mansión Kaolin. Dicen que es un accidente. ¡Pero yo estoy segura de que han asesinado a mi padre!
4
Asuntos grises
Iniciando comentario subvocal.
«Notas-sobre-la-marcha.»
Si este cuerpo mío fuera real, un transeúnte podría verme mover los labios, u oír un suave susurro mientras grabo esto. Pero hablar a un micrófono es irritante e inconveniente. La gente puede escucharte. Así que doto a todos mis repuestos ídem grises de una característica de grabación silenciosa y la compulsión por recitar.
Ahora soy uno de ellos.
¡Maldición!
Oh, no importa.
Siempre estoy un poco protestón cuando salgo de la bandeja, descuelgo la ropa de papel de la percha y me la pongo sobre unos miembros que todavía brillan con las enzimas de ignición, sabiendo que soy la copia-por-un-día.
Naturalmente, recuerdo haber hecho esto miles de veces. Parte de la vida moderna, eso es todo. De todas formas, me recuerda cuando mis padres me daban una larga lista de tareas, diciendo que hoy tocaba trabajar y nada de divertirse… con el toque añadido de que los golems de Albert Morris tienen muchas probabilidades de ser eliminados mientras corren riesgos que nunca correría su cuerporreal.
Una muerte menor. Apenas advertida. No llorada por nadie. ¡Uf! ¿Qué me ha puesto de este humor?
Tal vez la noticia de Ritu. Un recordatorio de que la muerte verdadera todavía nos acecha a todos.
¡Bueno, espabila! No tiene sentido ponerse sentimental. La vida es fundamentalmente la misma. A veces eres la cigarra. A veces la hormiga. La diferencia es que ahora puedes ser ambas, el mismo día.
Mientras me ponía el mono gris, mi yo real se levantó de la cama de escaneos acolchada y miró en mi dirección. Nuestras miradas se encontraron.
Si este yo vuelve para descargar esta noche, recordaré ese breve momento de contacto entre ambos lados, peor que mirarse profundamente en un espejo o un mal déjá vu, un motivo por el que rara vez lo hacemos. Algunos se lo toman tan a mal que nunca intentan encontrarse y usan pantallas para separarse de los golems que fabrican. A otros no podría importarles menos. ¡De hecho, les resulta encantadora su propia compañía! La gente es muy diversa. La gran fuerza de la humanidad, he oído.
Fresco de la imprimación, sabía exactamente qué estaba pensando mi arquetipo orgánico en el momento del contacto ocular. Un raro pellizco de envidia. Deseaba ser él quien pudiera ir a ver a la hermosa Ritu Maharal en persona. Tal vez ofrecerle alguna ayuda o consuelo.
Bueno, Albert, ya sabes. Para eso estoy yo. Ella pidió un ídem, después de todo. Un gris de alta calidad.
No te preocupes, jefe. Todo lo que tienes que hacer es cargarme más tarde. Te proporcionaré continuidad y recordarás cada detalle. Un intercambio justo. Cambiar la experiencia del día de hoy por la otra vida.
El transporte es siempre problemático los días laborables. Sólo tenemos un coche, y archi se lo queda, por si tiene que salir. Tiene que mantener el cuerpo rig a salvo de la lluvia y los objetos duros. Como los accidentes de tráfico. O las balas.
Es una lástima, ya que él suele quedarse en casa en bata y zapatillas de felpa, «investigando» casos en la Red, pagando por escaneos con un parpaident de nuestra retina. Así que el Volvo se queda siempre en el garaje. Los ídems viajamos en bus o en motocicleta.
Sólo quedan dos motos, y hoy hicimos tres golems. Así que he tenido que compartir la pequeña Vespa con un verde barato que va al centro a hacer recados.
Yo conduzco, por supuesto. El verde va detrás, callado como un sapo, mientras nos dirigimos al punto de encuentro donde Ritu va a enviar un coche a recogerme. Hay un parquecito a la salida de la avenida Chávez. Lo suficientemente protegido del sol para que un ídem espere sin derretirse.
Detengo la moto, dejando el motor en marcha. El verde pasa delante para tomar el manillar mientras desmonto. Una maniobra perfecta. La hemos hecho montones de veces. Se marcha sin mirar atrás. Mañana recordaré lo que está pensando el verde ahora mismo. Si llega a casa. Lo cual parece dudoso por la forma en que lo veo internarse en el tráfico, esquivando una furgoneta de reparto. ¡Ah, se puede perder una moto perfectamente buena de esa forma! La verdad es que tendría que conducir con más cuidado.
Aquí de pie, mientras espero el coche de Hornos Universales, cierro los ojos y siento la cálida caricia del verano. Mis grises necesitan buenos sentidos, así que ahora mismo puedo oler el pimentero cercano mientras niños con pantalones largos escalan por las duras ramas, desgajando la corteza mustia y gritándose unos a otros con la sobria intensidad que los niños le prestan a los juegos. Y las rosas y las gardenias… inhalo complejas fragancias a través de las membranas con sensores-esponja, sintiéndome casi vivo.
No muy lejos se puede ver a una docena de hobbistas, agachados con sus anchos sombreros para protegerse del sol y dando rienda suelta a su pasión por la jardinería… otra forma más de pasar el tiempo en un mundo sin suficientes empleos. Es uno de los motivos por los que elegí este sitio como punto de recogida. El club de horticultura local es soberbio, a diferencia de mi barrio, donde a nadie le importa un rábano.
Miro alrededor para asegurarme de que no entorpezco el camino de nadie. Los parques son principalmente para los archis. Los niños son todos reales, por supuesto. La mayoría de la gente sólo copia a un niño para enseñarle lecciones básicas… o para enviar un ocasional yo-grama a la abuela. Algunos padres se muestran reacios a hacer incluso eso, pues temen que se produzcan daños sutiles en los cerebros en desarrollo. Ese conservadurismo puede que desaparezca a medida que nos vayamos acostumbrando a la tecnología, como a cualquier otro milagro rutinario.