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Demonios, veo aspectos odiosos también para mí. Tal vez puedas teletransportarte a cualquier parte en minutos, pero las ciudades perderían su encanto individual. En vez de expertos locales y artesanos destacados, todas las ciudades acabarían teniendo los mismos camareros, porteros, peluqueros y demás. Lo mejor de cada habilidad y profesión, duplicado un millón de veces y extendido por todo el mundo.

¡Nadie más tendría trabajo!

(Imagino a un poderoso detective privado de Nueva York abriendo una sucursal aquí, dotándola cada día de perfectos duplicados grises, cobrando jugosas tarifas mientras él se sienta en su ático a con-templar Central Park. Yo tendría que ir a la cola púrpura. Conseguir algún hobby para matar el tiempo. O volver a estudiar. Uf.)

Obviamente, la maestra no teme la competencia.

—Ojalá fuera ése el logro —comenta tristemente—. El teletransporte me ofrecería un montón de oportunidades comerciales a escala mundial. Lástima, no es la innovación de la que estamos hablando. O al menos no la más preocupante. Inténtelo otra vez.

Maldición, vaya zorra. Los acertijos son el tipo de delicioso tormento en los que está especializada Wammaker. Incluso sabiéndolo, me siento tentado a seguirle el juego. Pero primero hay una cuestión de ética profesional que zanjar.

—Mire, lo cierto es que debería informarla de que…

—Lapso vital —dice Vic Collins.

— ¿Usted perdone?

— ¿Y si un cuerpo ídem —indica el suyo propio— pudiera durar mas de un día? Posiblemente mucho más.

Pausa. Reflexión. Esta posibilidad no se me había ocurrido. Elijo las palabras cuidadosamente.

—La… base entera de la tecnología de los hornos… su motivo práctico, es que un golemcuerpo contiene su propia energía desde el principio.

—Almacenada como supermoléculas en un sustrato coloidal de barro. Sí, continúe.

—Así no hay necesidad de duplicar lo complejo de la vida real. Ingestión, digestión, circulación, metabolismo, eliminación de residuos y todo eso. La ciencia está a siglos de distancia de duplicar lo que la evolución tardó mil millones de años en crear: los sutiles sistemas de reparación, la redundancia y durabilidad de los órganos genuinos…

—Nada de eso hace falta para una duración superior- responde Collins—. Sólo un modo de recargar las supermoléculas en cada pseudocélula, restaurando energía suficiente para otro día… y luego para otro, y así sucesivamente.

Reacio, asiento. Clara decía que los ídems militares vienen preparados con implantes de fuel, lo que permite que unas cuantas versiones duren varios días. Pero eso es seguir viviendo a partir de lo almacenado. Recargar sería otra cuestión. Un logro, en efecto.

— ¿Cuántas veces… cuánto tiempo puede un ídem…?

— ¿Ser renovado? Bueno, depende del desgaste y el deterioro. Como usted dice, incluso los repuestos más caros tienen poca capacidad para autorrepararse. La entropía pasa factura a los desprevenidos. Pero el principal problema de la escasez de tiempo, cómo mantener a un roxcuerpo en marcha más de un día, puede ser resuelto.

—Una solución dudosa —murmura la parda Reina Irene—. Los ídems de larga duración podrían divergir de su prototipo humano, haciendo que sea más difícil cargar recuerdos. Los objetivos pueden variar. Podrían incluso empezar a preocuparse más por su propia supervivencia que a servir al ser de continuidad que los creó.

Parpadeo, confuso por su terminología. ¿Ser de continuidad?

Miro a la izquierda y veo a su idéntica idhermana, que sigue conectada a un terminal remoto, contemplando una pantalla plana. En ella veo una docena de trabajadores intercambiables, todos del mismo tono carmesí, rodeando a una enorme figura pálida, como abejas obreras en torno a…

¡Ah! Ya lo pillo. Reina Irene. Pallie me habló de esto, de llevar la idcreación a su siguiente paso lógico. A pesar de todo, ser testigo de ello me hace estremecer.

—Podría haber otras repercusiones —añade Vic Collins—. Todo el contrato social podría alterarse si nuestras sospechas resultan ciertas.

—Eso es lo que queremos que usted investigue, señor Morris —concluye Gineen Wammaker.

¿Me están proponiendo un espionaje industrial? —pregunto, alerta.

—No — niega ella con la cabeza—. No pretendemos robar ninguna tecnología, sólo verificar su existencia. Eso es perfectamente legal. Con confirmación, podremos entonces demandar a Hornos Universales basándonos en una de las leyes de transparencia. Por ocultación, corno mínimo.

La miro. Esto es escandaloso, en una docena de aspectos.

—Me honra con su confianza, Maestra. Pero como le dije, la tecnoinvestigación es sólo una parte colateral de mi trabajo. Hay auténticos expertos.

—A quienes encontramos menos adecuados que usted.

«Apuesto a que sí. Lo que estás pidiendo está a un pelo de lo ilegal. Un experto sabría cómo mantenerse a salvo. Yo podría cometer un error y acabar en deuda con HU, pagando una fortuna por acciones criminales hasta la siguiente glaciación.

»Por fortuna, hay una salida fácil a todo esto.»

—Me siento halagado, Maestra. Pero el principal motivo por el que no puedo aceptar esta misión es un posible conflicto de intereses. Verá, mientras hablamos, otro gris mío está en Hornos Universales trabajando en otro asunto.

Me esperaba decepción o ira, y sólo veo diversión en los ojos de Wammaker.

—Ya somos conscientes de eso. Había noticámaras y otros ojos-espía por todo el edificio Teller esta mañana, ¿recuerda? Vi a Ritu Maharal recogerlo en una limusina de HU. Sumando eso a los informes públicos de la inesperada muerte de su padre, me resulta sencillo imaginar qué está discutiendo su otro gris, ahora mismo, en la mansión Kaolin.

«¿En la mansión Kaolin? Creía que el gris número uno iba a ir a la sede de HU. ¡Esta gente sabe más sobre mi trabajo que yo!»

—IdMorris, hay un modo de aislarlo a usted y a su rig de los riesgos legales causados por un conflicto de intereses. Hoy en día, es posible que la mano izquierda no sepa qué está haciendo la mano derecha, si entiende lo que quiero decir.

Por desgracia, creo que lo entiendo.

Se acabó mi esperanza de otra vida.

—En realidad es bastante sencillo —dice Vic Collins—. Todo lo que tenemos que hacer es…

Se para, interrumpido por un teléfono que suena.

Es mi teléfono, que suena a ritmo urgente.

La maestra parece molesta, y con motivo. Nell sabe que estoy en una reunión. Si mi ordenador doméstico piensa que la llamada es tan importante, debería despertar a Archie.

Gruño una disculpa, acercando la placa de muñeca a una oreja.

¿Sí?

— ¿Albert? Soy Ritu Maharal. Yo… no puedo verle. ¿No tiene vid? Un segundo de pausa. Pero ninguno de mis otros yoes contestará, así que debo hacerlo yo.

Este teléfono es un aplique barato. Sólo soy un gris, Ritu. De todas formas, ¿no tiene ya a uno de mis…?

¿Dónde está? —exige ella. Algo en su voz hace que me envare. Parece preocupación, y da paso al pánico.

Eneas está esperando en el coche, impacientándose. Esperaba que usted y mi… y el ídem de mi padre se reunieran con él. ¡Pero han desaparecido ambos!

— ¿Desaparecido? ¿Qué quiere decir? ¿Cómo pueden…?

Ahora me doy cuenta… ¡ella cree que soy ese gris! La confusión podría despejarse con unas palabras, pero no quiero dar ninguna pista a Gineen, ni a sus extraños amigos. Entonces, ¿qué puedo decir?

Justo a tiempo, otra voz interviene, un poco aturrullada. Es Archie, despierto otra vez de su siesta.

— ¿Ritu? Soy yo, Albert Morris. ¿Está diciendo que mi gris ha desaparecido? ¿Y el de su padre también?