Es fácil decirlo, para alguien de su profesión. Las guerras se recuerdan, y hoy en día son asuntos de nueve a cinco. Pero en mi línea de trabajo es fácil perder la pista. Bueno, cuatro horas de descanso (más una botella de burbujeante Sueño Líquido) tendrían que servir. De todas formas, las noticias de Ritu me dejaron preocupado.
Entré en mi oficina dando tumbos y comprobé el indicador de ídems para ver cómo les iba a mis copias. Si el gris número uno había desaparecido, debía haber alguna pista clara en la pantalla. O tal vez podría enviar a otro de mis yoes a la mansión Kaolin.
Parpadeé mirando los brillantes emblemas, incapaz de dar crédito a mis ojos. ¡Las tres luces de estatus brillaban en ámbar, indicando inaccesible/incomunicado!
—Nell, ¿puedes explicar esto?
—No del todo. El gris número uno desapareció hace menos de una hora, en la mansión de Vic Eneas Kaolin.
—Eso ya lo sé.
— ¿Entonces sabes también que acaban de encontrar la placa de identidad de ese gris tirada en el suelo en una zona prohibida, restringida al personal de servicio de Kaolin? El abogado del Vic quiere saber qué estaba haciendo allí tu ídem.
— ¿Cómo demonios voy a saberlo? —«Y pensar que este día empezó tan bien»—. Déjalo por ahora. ¿Qué está pasando con mi gris número dos?
—Acaba de llegar un mensaje en código. Ese gris se ha ido para no regresar, modo autónomo.
Parpadeé, sorprendido.
— ¿Eso ha hecho? ¿Sin consultarme?
—Siempre ha sido tu política dar a los grises ese privilegio.
—Sí, pero…
—Ofrecieron a esa copia un trabajo rápido y bien remunerado con un consorcio dirigido por Gineen Wammaker. Para evitar un conflicto de intereses con tus otros casos, la investigación debe tener lugar bajo condiciones de competencia secuestrada.
—¿Bajo condiciones de qué? —Sacudí la cabeza—. Oh, quieres decir sin autodecírmelo. No puedo cargar al id ni averiguar siquiera qué hace.
No era la primera vez que una copia mía tomaba un encargo sellado y se iba por su cuenta a obtener beneficios rápidos para el yo real. Me han pagado bien por investigaciones que nunca recordaré, aunque el cliente quedara satisfecho.
¿Qué pasa por mi mente, cuando decido aceptar esos casos? Sentado aquí en mi cuerpo real, no puedo imaginarme haciendo el sacrificio. Pero supongo que algo en mi carácter lo hace posible, incluso probable, en las circunstancias adecuadas.
Pero sólo oírlo hace que me sienta un poco extraño.
—Será mejor que ese gris tenga cuidado —digo en voz baja—. No me fío de la maestra.
El ídem sabe que Wammaker puede ser retorcida. ¿Quieres que te reproduzca su mensaje? Los perfiles de voz oscilan de lo cauto a lo paranoico.
¿Debo considerar que es un alivio? Mis grises son excepcionalmente buenos. De hecho, hace algunos años me invitaron a unirme a una investigación que estudiaba a gente que imprenta golems de alta fidelidad especial.
De cualquier manera, ¿qué podía hacer sino encogerme de hombros y aceptar la situación? Si no puedes confiar en tu propio gris, ¿en quién puedes confiar?
—Muy bien, entonces dime qué le ha pasado al verde. Esta casa está hecha una pocilga. Platos amontonados en el fregadero, los cubos de basura llenos. ¿Adónde ha ido?
Por respuesta, Nell proyectó una imagen telefónica en la pared. Una versión blanda de mi propio rostro, brillante como un molde de escayola, manchada de un color que recordaba la clorofila seca.
—Hola, yo —saludó el rostro contra un fondo destartalado, evidentemente algún lugar del idemburgo—. Acabo de dictar un informe completo, que enviaré dentro de un minuto. Pero aquí tienes la versión resumida.
» ¡La cagaste, Albert! No deberías imprintar cuando estás agotado como esta mañana. Siempre has tenido suerte, pero esta vez creaste por fin un frankie.
La cara verde hizo una pausa para dejar que la noticia calara en mí, sonriendo con irónica resignación que, en cierto modo, me resultaba a la vez familiar y extraña. No puedo decir con seguridad que yo haya sonreído alguna vez de esa forma.
— ¿Cómo es ser una copia mutante? Sé que sientes curiosidad, así que déjame que te lo diga. Se siente uno rarísimo. Como si yo fuera Yo… y no fuera yo… al mismo tiempo. ¿Sabes qué quiero decir?
»Claro que no. De todas formas, la pega es que no te lavaré los platos ni te limpiaré la casa hoy. ¡Pero no te preocupes! No tienes que llamar a los polis ni al servicio de recogida. No soy ningún peligro público… no estoy loco. Sólo tengo unos cuantos intereses propios, eso es todo.
»Si tengo la oportunidad, te enviaré un último informe antes de expirar. Supongo que le debo eso a mi creador.
»Gracias por hacerme. Supongo que ya te veré.
El ídem verde parpadeó y desconectó. Me quedé contemplando la pared vacía hasta que Nell intervino.
—Que yo sepa es tu primer duplicado Frankenstein. ¿Te pido cita para que te hagan un chequeo médico rutinario? Vida Enforma tiene rebajas en los chequeos esta semana.
Negué con la cabeza.
—Ya lo has oído. Yo estaba cansado, eso es todo.
—Entonces, ¿debo poner una nota renunciando a la placa del verde?
—¿Y dejar que todos los locos cazadores de fetiches vayan por él? El pobrecillo parece inofensivo. Pero me pregunto…
¿Podría el mismo efecto haber afectado a los grises imprintados esa mañana? Estaban hechos con repuestos más caros, y los tiempos de escaneo fueron más largos. De todas formas, con ambos incomunicados, ¿qué podía yo hacer sino esperar lo mejor?
Había poca cosa más en el informe dictado del verde, sólo algunos incidentes pintorescos en la playa Moonlight y esa iglesia del idemburgo donde reparan golems: interesante y dramático, pero no arrojaba ninguna luz.
NeIl intervino.
—Ahora que hemos puesto al día el estatus de los ídems, hav trabajo que hacer. Varios casos en marcha necesitan atención. Y Ritu Maharal espera que la llames con conjeturas sobre el fatal accidente de su padre.
Asentí. Siempre había demasiadas cosas que hacer para encargarme de todas yo solo.
—Saca un especialista —ordené—. Un ébano. El mejor de la lista. Será mejor que empiece a imprintar ahora mismo.
—Un ébano ya está preparado.
La unidad de almacenamiento siseó, emitiendo niebla aceitosa mientras un nuevo repuesto de goleen se deslizaba hacia la bandeja calentadora; llevaba una capa negra brillante, como de espejo. Más caro que un gris de calidad, venía presintonizado para concentrarse intensamente, amplificando altos niveles de concentración profesional durante veinticuatro horas completas… suponiendo que tu original ya tuviera esas cualidades. Lo cual puede explicar por qué no se ven tantos ébanos como blancos sibaritas. Un día entero de intenso placer puede ser tan cansado de cargar como un día de duro trabajo, pero muchísima más gente tiene aptitudes para el placer.
El horno estaba preparado. Los tentáculos traspasadores de alma esperaban mi cabeza. Pero primero necesitaba un momento para calmarme.
Perder contacto con dos grises ya era bastante malo, pero que uno de mis verdes se convirtiera en un frankie… Aquel hecho sin precedentes tenía preocupado. ¿Estaba lo suficientemente descansado para impedir que volviera a suceder?
Dando la espalda a la copiadora, abrí la puerta trasera de mi casita y salí al jardín. El calor del sol sobre mi rostro me ayudó. Igual que la vida creciendo. Tras acercarme a mi limonero zen, arranqué uno de los pequeños frutos y usé una navaja para abrir una punta y me froté las muñecas con el zumo. El aroma llenó mis senos nasales y cerré los ojos, despejando mis pensamientos.
Pronto recuperé la confianza. De vuelta al trabajo.
Tras colocar la cabeza entre los recogealmas, di la orden mental para empezar. Sería un escaneo largo y cuidadoso que tardaría posiblemente diez minutos, así que intenté permanecer relajado e inmóvil mientras dedos delicados empezaban a acariciar, principalmente el cerebro pero también el corazón, el hígado y la espina dorsal, copiando del molde de ini Onda Establecida, imprimiendo su imagen en la figura de barro cercana. Todo era familiar, como cientos de otras veces. Sin embargo en esta ocasión fui consciente de la subcorriente, oleadas de emoción y recuerdos semialeatorios que imprintan evocaciones a un nivel por debajo de la conciencia clara. Vagas sensaciones oceánicas de conexión me surcaron, sensaciones que William james llamó «la experiencia religiosa», antes de que a la humanidad le diera por transformar el reino espiritual y convertirlo en otra zona de experiencia tecnológica.