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Vestido con ropa de papel barata de una máquina expendedora y sintiendo aún la espalda dolorida tras el rápido remiendo de los Efímeros, sabía que no impresionaría a la dirección. Un ojo color de cobre se entornó tras un monóculo-spot, escrutándome para verificar mi borrosa copia del permiso de investigador de Albert Morris. Sabría en segundos si mi propietario me había repudiado.

¿Lo haría Albert, sólo porque me había negado a limpiar sus cuartos de baño? ¿Estaría ya en la lista de blancos de algún club de caza pervo? Peor, él podía haberme declarado un «peligro para la sociedad». Tal vez un exterminador policial estuviera al acecho en aquel preciso momento, como un halcón vengador…

Yo estaba apostando mi vida a la ternura de corazón de Albert, incapaz de renunciar a su primer frankie.

El encargado se subió el monóculo tras devolverme el manchado carné de identidad.

—Como le dije a su ordenador doméstico, no hay nada que investigar. ¡No puede estar interesado en serio en el pequeño accidente de ayer! ¿Desde cuándo es delito derramar unas cuantas bebidas y romper unos vasos? Ningún cliente le dio importancia, y les ofrecimos la comida gratis en recompensa.

—Generoso, pero…

— ¿Alguien se ha vuelto atrás? ¿Por eso está usted aquí? Podemos llamar aun jurado online para que vea las grabaciones. Cualquier panel razonable…

—Por favor. No estoy aquí para presentar ninguna demanda. Sólo quiero al camarero.

—No hay nada que sacar. Nuestro seguro lo cubrió, hasta que terminó su contrato.

—Entonces fue despedido. ¿Trabajó aquí mucho tiempo?

—Dos años. Esta mañana tuvo el valor de decir que el incidente de anoche no fue culpa suya. ¡Su ídem nunca llegó a casa, así que debió de ser asaltado y sustituido por un impostor! —El encargado hizo una mueca de desdén. Pero si yo tenía un presentimiento, ahora había cobrado fuerza.

—Deme una información de contacto y no lo volveré a molestar. Él se me quedó mirando. Sería sencillo despedir a un verde utilitario. Pero ¿y si el propio Albert aparecía?

—Oh… muy bien. —Su monocular parpadeó mientras daba órdenes. Luego, con un gruñido de desdén, se dio la vuelta.

Maldición. ¡En vez de escribir o pronunciar el nombre, envió un infoblip a Nell!

Podía llamarla por teléfono, pero entonces tal vez tuviera que hablar con Albert, como un adolescente que vuelve a casa de papá con el rabo entre las piernas. Doble maldición. Mientras iba hacia la puerta, me interrogué acerca de aquella obsesión por resolver ese pequeño acertijo antes de expirar. La cuestión no parecía importante. ¿Por qué preocuparme por ella?

Me detuve en la puerta, mis baratos sentidos verdes ajustándose a la luz del día, cuando algo captó mi atención. Literalmente, como un mosquito que volara cerca, llegó zumbando junto ami cara. Di un manotazo y aparté brevemente al molesto bicho, que regresó.

El deterioro prematuro de los ídem puede atraer a los carroñeros, y había bastante pseudocarne dañada colgando de mi espalda. Volví a espantarlo. Vaciló… ¡y luego se abalanzó de nuevo hacia mí a sorprendente velocidad!

Caí contra una pared, sujetándome el ojo. ¡Peor que el dolor eran las explosiones de color! Destellos como cohetes convergieron, dibujando formas. Formando letras:

NO HAY TIEMPO.

TOMA UN TAXI HASTA EL PARQUE FAlRPAX.

PAL

13

Haciendo su trabajo de ídem

…o de cómo el segundo gris del martes empieza a volverse paranoico…

Estar inconsciente puede ser preocupante para una personarreal. Para un ídem, es como la muerte. Y despertar después es como volver a nacer.

¿Dónde estoy?

Una mirada de reojo me dice que sigo en la colmena de Irene. Al otro lado de una amplia sala, veo la enorme figura pálida de su cuerpo arquetipo (la reina), atendida por más de una docena de minicopias rojizas. Versiones de tamaño real vienen y van rápidamente cumpliendo encargos. Nadie dice una palabra. Nadie tiene que hacerlo.

Mientras las observo embobado, imagino el núcleo de un átomo y la niebla de partículas virtuales que lo rodean. Los duplicados de Irene siguen saliendo de la masa de color marrón para realizar misiones para la colmena. Otras (con más edad y experiencia) llegan trayendo el moderno néctar: conocimiento que acumular y compartir con más copias. Y en el centro, una personarreal cuyo papel es absorber p redistribuir ese conocimiento, usando cuerpos de imitación para hacer todo lo demás.

Tengo que admitir que Irene es impresionante. Suyo es muy grande.

Vamos, Albert, concéntrate.

¿Cuánto tiempo he estado sin sentido? Parece que unos instantes. Iban a repararme… a arreglar el horrible daño causado por esos gladiadores enfurecidos del Salón Arco Iris.

¿Funcionó? No siento dolor, pero eso no significa nada. Los brazos y las manos parecen funcionar. Me toco el costado ahora… la pierna.

En lugar de heridas abiertas, siento bordes protuberantes, como duro tejido cicatrizado. Debajo, grandes zonas aturdidas, insensibles.

Pero flexiono y estiro todos los miembros satisfactoriamente. Un trabajo espléndido, para un remiendo rápido. Pero claro, si alguien dispone de tecnología de reparación avanzada, ésa es la Reina Irene.

Al sentarme, advierto que estoy vestido con generosa tela gris.

— ¿Cómo se siente?

Es la Irene de alta calidad (teñida de gris), que está junto a su asociado, el golem masculino de la piel a cuadros. Vic Collins. —Sorprendentemente bien. ¿Qué hora es?

—Casi las dos y media.

—Mm. No tardó mucho.

—Hemos automatizado considerablemente el proceso de reparación. Sin mucha ayuda de Hornos Universales, debo añadir.

— ¿Entonces sospechan que también están controlando la difusión de esta tecnología?

—Como puede imaginar, la compañía prefiere que la gente compre montones de nuevos repuestos. Naturalmente, arreglar ídems dañados sería económico, ecológico, piadoso…

— ¿Tiene este asunto algo que ver con su otra preocupación? Vic Collins asiente.

—Están relacionados. No es de esperar que HU esté ansiosa por compartir tecnologías que perjudican su mercado. Pero la ley dice que deben patentar y publicar sus avances o los perderán.

De ahíla ansiedad de este pequeño consorcio por hacer un poco de espionaje cuasi legal. Si pueden echarle mano a un caso de tecnología oculta o suprimida, el beneficio será sustancioso. Hasta el treinta por ciento de las patentes resultantes. En el presente caso, eso los convertiría en magnates. Me siento tentado a continuar hablando del asunto, pero el tiempo aprieta cuando lo que te queda en la Tierra se mide por horas. Al contrario que Irene, no tengo ningún rig al que regresar. No si cumplo el acuerdo al que hemos llegado.

—Hablando de HU —digo.

—Sí, deberíamos ponernos en marcha, sise siente con fuerzas. Me bajo de la mesa de un salto. A excepción de la desagradable sensación de aturdimiento bajo mis cicatrices, las cosas parecen estar bien.

—¿Han traído el material?

—Recogimos las muestras y la información que necesita para penetrar en Hornos Universales.

—Penetrar no. Accedí a explorar por ustedes, de una manera estrictamente legal.

—Perdone mi falta de exactitud. Por favor, venga por aquí.

No siento dolor, pero cojeo un poco mientras sigo a Irene y Collins hasta el fondo del edificio Arco Iris. Una silenciosa conductora ocre espera en el callejón cubierto, sosteniendo la puerta de una furgoneta con ventanillas opacas. Me detengo, pues quiero zanjar unas cuantas cosas antes de entrar.