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— ¿Entonces no tiene ninguna crónica del encuentro?

—Nada útil. Entonces fue cuando me harté y expulsé a la maldita cosa.

—Yo… no recuerdo nada ni remotamente parecido. Lo que significa que el Albert Morris real tampoco. O no lo recordaba a las diez de esta mañana. Antes de eso, todos nuestros ídems estaban contados, por lo menos hasta hace un mes. Todos trajeron a casa una carga completa… aunque algunos estaban bastante maltrechos. —Di un respingo al recordar el horrible viaje nocturno por el fondo del río—. Demonios, ni siquiera sé de qué «oficina» está usted hablando.

—El señor Gadarene dirige una organización llamada Defensores de la Vida--explicó Pallie.

De inmediato comprendí la hostilidad del tipo. Su grupo se opone ferozmente a la tecnoid por cuestiones puramente morales, una postura que requiere gran tenacidad hoy en día, cuando la genterreal vive rodeada y superada en número por incontables criaturas de barro servil. Si una de las copias de Albert se hubiera comportado de la manera que decía, sería un acto de grandísima rudeza y una provocación deliberada.

Por la amarga expresión de Gadarene, adiviné que sentía una ira especial contra mí. Corno frankie yo había declarado mi independencia, profesando ser una forma de vida libre y automotivada… aunque era un pseudoser con pocos derechos y menos expectativas aún. Al menos otros ídems podían ser considerados como extensiones o apéndices de alguna persona real. Pero yo constituía el peor insulto a la autoridad celestial. Un producto sin altea que se atreve a decir «yo soy».

En el mejor de los casos, seguro que su gente nunca hacía donativos al ’templo de los Efímeros.

—Lo mismo nos sucedió, esta mañana temprano —dijo el otro tipo, el hombre alto que inc resultaba vagamente familiar.

—Creo que le reconozco —murmuré—. Sí… el verde con el queme encontré, manifestándose en la playa Moonlight. Su cara era una copia de la suya.

Por su sonrisa triste, me di cuenta de que el hombre ya conocía mi encuentro con su idmanifestante barato. El verde tal vez había cargado ya. O tal vez telefoneó a casa para informar sobre mi parecido con su visitante madrugador.

—El señor Farshid Lum —dijo Pal, terminando las presentaciones.

—¿Amigos de lo Irreal? —aventuré. La mayor organización de manis de la que había oído hablar.

—Tolerancia Ilimitada —corrigió él con el ceño fruncido—. El manifiesto de los ADLI no llega a exigir la emancipación de los seres sintéticos. Nosotros pensarnos que las personas de vida corta son tan reales como cualquier otra que piense y sienta.

Eso provocó un bufido del rubio. Y sin embargo, a pesar del abismo filosófico que existía entre ellos, advertí un objetivo común. Por ahora.

—Dice usted que una copia de Morris también lo visitó…

—Dio la lata un rato y luego se marchó, sí —intervino Pallie—. Sólo que esta vez conseguimos algunas imágenes claras a través de la estática. Era uno de tus idhermanos o, desde luego, lo parecía.

Me tendió una pic plana. Aunque borrosa, se parecía a Albert, tanto como cualquier gris se parece a su rig.

—Las apariencias se pueden falsear. Igual que las credenciales. La estática indica que alguien no quería una inspección demasiado meticulosa…

Estoy de acuerdo —interrumpió Gadarene—. Es más, cuando telefoneamos al señor Morris esta mañana para pedir una explicación, su ordenador doméstico…

—Nell…

Descartó todo el asunto considerándolo imposible, ya que no tenían ningún duplicado en activo en el momento en que fuimos molestados. La casa se negó incluso a despertar a Albert Morris para comentárselo.

—Curioso —comenté yo.

De hecho, su rig tiene a nuestros dos grupos catalogados como organizaciones de chalados —dijo Lum, con expresión ufana, como si llevara la pulla con orgullo—. Como la casa filtró y rechazó mis peticiones, fui al perfil público de Albert Morris en la Red, buscando a uno de sus amigos. Alguien que hablara con nosotros.

—Yo —dijo Pal—. No me molestan los chalados. ¡Me gustan! —Los iguales se atraen —murmuré, ganándome un breve pero airado contacto ocular por parte de Gadarene.

—Sí, bueno, mi vaso rebosó cuando me encontré con dos solicitudes, de grupos que normalmente se desprecian entre sí. Oliendo a chamusquina, traté de llamar a Al, pero me dio largas. Demasiado ocupa-do para el viejo Pal, hoy. Así que me puse a buscar a alguien que pudiera arrojar luz sobre la cuestión… y te encontré a ti.

— ¿A mí? Ya he dicho que estas historias no encajan con nada que yo recuerde.

—Y te creo. ¿Pero tienes alguna idea? ¿Qué se te ocurre?

— ¿Por qué me lo preguntas? No soy más que un verde, no equipado exactamente para pensamiento analítico.

— ¡Oh, pero no dejes que eso te detenga! —rió Pallie.

Le miré con el ceño fruncido, sabiendo que tenía razón. No podía negarme a hurgar en aquello, aunque estuviera hecho de material barato.

Me volví hacia Gadarene y Lum.

—Mirándolo desde su punto de vista, se me ocurren varias posibilidades. —Alcé un dedo—. Primero, puede que yo esté mintiendo. Al puede haber tenido algún motivo válido para querer investigar a dos airados grupos públicos, sacudirlos un poco, y luego decir que no fue él quien lo hizo.

—Por favor —Pallie negó con la cabeza—. Es el tipo de cosa que yo podría intentar. Pero Albert es tan divertido como un juez.

Por algún motivo, el insulto me hizo sonreír. Sí, el pobre Albert el Sobrio.

—Bueno, entonces alguien está intentando jugársela.

Antiguamente, el crimen y su persecución giraban en torno a establecer y desmontar coartadas. Si podías demostrar que estabas en otra parte en el momento de un crimen, eso significaba que no lo habías cometido. Así de sencillo.

La excusa de las coartadas empezó a desvanecerse en la era cíber, una época en que incontables golpes grandes y pequeños empezaron a redistribuir dinero por miles de millones mientras sus perpetradores estaban sentados ante sus ordenadores bebiendo cafeína y enviando a sicarios electrónicos a robar en supuesto anonimato. Durante algún tiempo, pareció que la sociedad se desangraría hasta morir por un montón de cortes… hasta que la posibilidad de localizarte se restauró y la mayoría de los ciberpedos supervivientes fueron a la cárcel o crecieron.

Hoy, el paradero de tu yo protoplásmico apenas importa. La culpabilidad es cuestión de oportunidad y voluntad. Es difícil encontrar coartadas efectivas.

—Qué interesante que señales esa idea —comentó Pallie—. Lo mismo se me ocurrió mientras veía la redada de esta mañana contra el escondite de Beta… Fue un buen trabajo, por cierto. Vi a Albert reunirse con Ritu Maharal… y más tarde me enteré de la muerte de su padre. Pero lo que realmente me llamó la atención fue la maestra.

— ¿Gineen Wammaker? ¿Qué pasa con ella?

—Bueno, para empezar, sé que el segundo gris de Al se quitó de en medio para hacerle un trabajo cerrado-cógnito.

Vacilé. No me resultaría difícil confirmar que existía ese contrato. Le debía a Albert cierta lealtad, ya que no me había declarado proscrito. El capullo.

—Muy bien, ambas mujeres le pidieron a Al que enviara un gris. Y ambos grises desaparecieron. ¿Y qué? Probablemente es una coincidencia. De todas formas, esos grises fueron cocidos e imprimados horas después de que los ídems misteriosos fueran a molestar a estos dos caballeros. ¿Cuál es la conexión?

—Eso mc llamó también la atención. Así que llamé a Wammaker.