Me desnudé, me metí en la ducha, y le pedí a Nell que me griseara. —Primero protégete los ojos —me recordó.
—Oh, sí. —Tomé un contenedor del estante y me puse un par de lentes de contacto oscuras, de orbe completo. Hacía tiempo que no lo hacía, así que me picó un poco.
—Listo.
Una sensación cosquilleante empezó a subir desde los dedos de mis pies hacia arriba.
—Abre las piernas y levanta los brazos —dijo Nell.
Obedecí, sintiéndome un poco extraño mientras ella pasaba un láser de resonancia por mi piel, quemando vello y células epiteliales muertas en un billón de explosiones proteínicas microscópicas, un apurado mejor de lo que nunca podría conseguir una cuchilla. Chorros de aire apartaban ceniza y suciedad, seguidos por gotas fónicas de una solución especial, para sellar y nutrir mis poros durante las horas que pasarían aislados del aire.
A continuación vino el trabajo de pintura, siguiendo mi propia fórmula secreta. En cuestión de minutos, a falta de algunos retoques, pasaría por un golem de alta calidad. Si no se me inspeccionaba de cerca. Pospuse meterme la pieza en la boca un rato todavía. Resulta un poco incómodo.
El procedimiento no es exactamente ilegal; no es lo mismo que disfrazar un golem para que parezca real en público. Pero se desaconseja vivamente.
Alguien podría matarme de un disparo cuando estoy así, y escapar con una simple multa. No me extraña que no se haga mucho. Irónica-mente, por eso un aficionado dotado como Yosil Maharal casi logró colar una versión inversa del mismo truco hace unas pocas semanas. Al estudiar aquellas imágenes grabadas mi especialista ébano había tenido la suerte de divisar algunas discrepancias delatoras en la textura de la piel. Discrepancias que yo examiné cuidadosamente en mi habitación.
Naturalmente, podría mencionar otra diferencia entre el difunto padre de Ritu y yo.
Cuando él intentó este subterfugio, pretendía ocultar algún oscuro secreto. Pero mis motivos eran más sencillos. Lo hacía por amor.
Bueno, eso parecía en ese momento. Ébano-yo se quejó de lo impulsivo de mi decisión de hacer aquel viaje en persona.
—Estás actuando emocionalmente. Clara te dejó un marfil en el frigorífico. Eso debería saciar tus impulsos animales hasta que regrese el fin de semana.
—Un marfil no es lo mismo. ¡De todas formas, la cabaña de Maharal está casualmente cerca del campo de batalla! No puedo dejar pasar esta oportunidad de pasarme por allí y sorprenderla.
—Entonces envía tu propio marfil. No hay ninguna necesidad de ir en persona.
No respondí. El ébano estaba celoso. Sabía que Clara y yo podemos tomar o dejar el idsexo casual, incluso con gente de fuera de vez en cuando, porque no importa. No más que una fantasía de paso.
Porque no hay ningún sustituto real para lo que es de verdad. No para nosotros.
—Esto no es un uso productivo del tiempo —dijo mi doppelganger hiperlógico, probando una táctica diferente mientras yo metía algunas prendas en una maleta.
—Para eso te tengo a ti —repliqué—. ¡Sé productivo! ¿Debo su-poner que nuestros otros casos están en marcha?
Lo están —mi versión negro brillante asintió—. ¿Pero qué pasará cuando expire, dentro de menos de dieciocho horas?
—Mete la cabeza en el congelador, por supuesto. He imprintado otro negro, junto con un gris y un verde, por si necesitas que se hagan cargo de algo.
Ébano-yo suspiró, como de costumbre, considerando que mi yo real era infantil e impulsivo.
—Ninguno de los nuevos ídems tendrá mis recuerdos recientes. La continuidad se romperá.
Entonces descongela a tu sustituto una hora antes y ponlo al día.
— ¿Con palabras? Ya sabes lo ineficaz…
Nell te ayudará. De todas formas, yo debería estar de vuelta antes de que el ébano del miércoles se desvanezca. Entonces cargaré sus recuerdos, y los tuyos, del congelador.
—Eso dices ahora. Pero te has distraído antes y has dejado cerebros estropeándose en el frigorífico. Además, ¿y si te matan con ese tonto disfraz?
Dedos largos, del color del espacio, se extendieron para pellizcar mi falsa piel gris.
—Tomaré todas las precauciones para no permitir que eso suceda —prometí, apartándome para esquivar aquellos ojos oscuros. Es duro mentirte a ti mismo, sobre todo cuando estás de pie delante de ti.
—Asegúrate de hacerlo —murmuró ébano—. Seré un fantasma malísimo.
Camino de casa de Maharal, desconecté el hipercauteloso auto-piloto del Volvo y conduje manualmente. Internarme en el tráfico me calmó los nervios… aunque algunos peatones verdes gritaron obscenidades cuando pasé zumbando. Muy bien, podía conducir mejor. Eché la culpa a mi disfraz de influirme subsconscientemente. O podrían haber sido las noticias de la guerra.
Los recientes reveses en el campo de batalla y el gran número de bajas han obligado a retirarse a las fuerzas ZEP-USA a un espacio cerrado, de espaldas a las montañas Cordillera de la Muerte. Aunque la posición parece fuerte para tácticas defensivas, los corredores de apuestas ya han empezado a ofrecer compensaciones anticipándose al final, con la convicción de que la batalla está perdida.
»Si es así, y los icebergs en disputa van a parar a Indonesia, esta debacle proyectará dudas sobre el plan del presidente Bickson para permanecer apartados de la Columna Acuífera Ecotóxica del Suroeste.
»Ante un revés de los votantes relacionado con la CAECTS, los líderes del Congreso han empezado a recoger e-firmas para una petición de demarquía, exigiendo que Bickson ofrezca una negociación y corte las pérdidas de la ZEP antes de que sus Fuerzas Armadas sean aniquiladas por completo.
»Pero un portagolem de la Casa de Cristal descartó esa opción, insistiendo en que confía en la victoria en el campo de batalla. “Es todo o nada —dijo el idBickson—. Cuando se trata de combatir la CAECTS, medio iceberg es igual que ninguno.”
Maldiciendo, le dije a la radio que se callara. Luego le pedí a Nell que me hiciera un recordatorio-sumario de la biografía de Yosil Maharal.
A pesar de haber tenido doce horas enteras para investigar, Ndl no había podido encontrar gran cosa sobre su infancia antes de su llegada como refugiado de una de esas desagradables guerras étnicas que so-lían tener lugar en el sur de Asia, a principios de siglo.
Adoptado por parientes lejanos, el tímido niño se esforzó en sus estudios, poco interesado en las relaciones sociales. Más tarde, siendo ya un prometedor científico, Yosil ignoró las modas ciber y nanotec, ya condenadas, concentrándose en cambio en el campo virgen de la nenrocerámica. Después de que Jefty Annonas resolviera la misteriosa maravilla flotante de la Onda Establecida del Alma (más intrincada que el genoma), Maharal se unió a una nueva compañía liderada por el mayor Vic de nuestro tiempo, Eneas Kaolin.
Nunca se casó. La mezcla de genes y el acuerdo de nutrición con la madre de Ritu implicaba en un principio unos cuantos esquemas de responsabilidad; en un momento hubo incluso una pareja gay; la gestión del estado de cuentas y un primo desheredado. Pero todos aquellos senil-padres y adjuntos desaparecieron años antes de que la madre de Rita muriera en un accidente de helicóptero, cuando ésta tenía doce años.
«Ah. Y ahora el reloj de papá también se ha parado. La vida no es justa. Pobre chica.»
Me sentí un poco culpable de obligarla a hacer aquel viaje. Pero tenía una corazonada respecto a la »cabaña» de su padre, y la ayuda de Ritu podía ser vital. De todas formas, si su gris encontraba traumático el viaje, realRitu podría tirar la cabeza sin cargarla. No hay memoria, no hay pecado. Nuestros antepasados, que sufrían mucho más que nosotros, nunca tuvieron esa opción.