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Antes de que él pudiera responder, Ritu volvió a llamar.

—¿ Albert? ¿Con quién está hablando?

Los ojos oscuros de idKaolin encontraron los míos. Siguiendo un impulso, le di una salida.

— ¡Me he encontrado con un nuevo Eneas subiendo por el camino! —grité—. Entramos juntos.

El ídem platino asintió. Reconocía una deuda. Habría preferido pasar inadvertido, pero mi tapadera valdría.

¡Oh, Eneas, no tienes que molestarte tanto! Estoy bien, de verdad —ella parecía exasperada—. Pero ya que estás aquí, ¿quieres atender a Alberto?

—Por supuesto, querida —respondió idKaolin, mirando breve-mente escaleras arriba—. Tómate tu tiempo.

Cuando se volvió de nuevo hacia mí, no había ni astro de agitación ni de belicosidad. Sólo calma serena.

— ¿De qué estábamos hablando? —preguntó.

« ¡Mierda! —pensé—. Lo más normal es esperar que un rico hijo de puta pudiera comprarse repuestos ídem que se concentren mejor.» En voz alta, le insté:

Pistas, seña.

—Ah, sí. Pistas. Busqué algunas, pero… —la cabeza platino se sacudió a izquierda y derecha—. Tal vez un profesional como usted pueda hacerlo mejor.

«A pesar de todo, Kaolin está sólo suponiendo que soy un didtective —pensé—. ¿Por qué no lo pregunta sin más?»

Después de usted —indiqué amablemente, insistiendo en que volviera a entrar en el despacho delante de mí.

El se volvió, pronunció una orden, y la luz inundó la habitación. Así que Maharal debía de haber concedido autorización vocal a su je-fe. O bien…

Sentí otro vago recelo titilar en la parte de mi cráneo donde encadeno esa bestia loca pero creativa, la paranoia. Manteniendo al ídem a la vista, sin darle nunca completamente la espalda, me acerqué a una de las panoplias mientras cifrocodificaba con mis dientes.

«Nell. Verifica que Kaolin envió a este id. Confirma que es legítimo.»

Ella reconoció la orden, destellando en mi ojo izquierdo. Pero incluso con mi prioridad como tipo real, la solicitud llevaría tiempo, dejándome lleno de dudas.

El doctor Maharal era experto en la tecnología de duplicación, y un hobbista dotado en el arcano arte del disfraz. También parecía burlar-se de meros inconvenientes como la ley. Con su acceso de Hornos Universales podía tomar prestados todo tipo de moldes… incluyendo posiblemente el de Eneas Kaolin.

¿Entonces, podría este platino ser otro fantasma Maharal, disfrazado como el Vic?

Pero eso no tenía sentido. El cadáver de realMaharal llevaba frío casi un día, pero el platino parecía mucho más nuevo. De ninguna manera podía ser el papid de Ritu disfrazado.

«Bueno, la imaginación orgánica no tiene que tener sentido —recordé—. Ni la paranoia que ser razonable. Es una bestia que ladra a la nada… hasta el día en que acierta.»

Había una forma sencilla de verificar la identidad del platino. Como persona real, yo podía volverme y exigirle su placa… al coste de re-velar mi propio disfraz. Decidí no hacerlo. Nell respondería pronto, de todas formas. Así que fijé mi atención en la casa de Maharal.

El despacho mostraba signos de haber sido registrado por un aficionado. Las patas de las mesas no coincidían con las viejas marcas de la alfombra. El contenido de los libros y los expositores había sido cambiado levantando polvo mientras alguien buscaba algo, tal vez paneles ocultos.

Aprendí un montón sólo con mirar los folios impresoláseres. Apenas los habían tocado, así que Kaolin no debía de estar buscando datos o software robados.

¿Entonces qué?

« ¿Y por qué está intentando buscar él solo? Tiene gente de seguridad. Puede contratar a expertos forenses o incluso una unidad policial en tiempo libre.»

Al principio pensé que el problema podría ser Ritu, que estaba con su jefe e impedía a Kaolin acceder a la casa de su padre. Eso podía explicar aquella entrada furtiva (tratar de registrar el lugar sin alterarla), lo cual implicaba alguna necesidad de mantenerla en la oscuridad.

Excepto que la actitud tranquila de Ritu de hacía unos momentos, al darnos permiso a ambos para echar un vistazo, no encajaba con la imagen de una discusión entre Kaolin y la hija de Maharal. Al menos no una discusión abierta.

Al mirar al Vic, vi que había recuperado su famosa compostura propia de esfinge. Sus ojos oscuros me seguían; tal vez estaba molesto todavía porque lo había encontrado allí. Sin embargo, parecía dispuesto a sacar el mejor partido. Supervisar a un experto en su trabajo era más propio de su estilo.

Había fotos en las paredes, tanto en el despacho como en el vestí-bulo exterior. En algunas se veía a Yosil posando con gente que no re-conocí; usé mi arcaico pero servicial implante ocular para tomar instantáneas de algunas, para que Nell las identificara. Pero la mayoría de las imágenes mostraban a una Ritu más joven en acontecimientos diversos, como la graduación, una competición de natación, montando a caballo y esas cosas.

Tal vez debería haberle dado al lugar un repaso importante, una búsqueda de las substancias que aparecen en la Lista Internacional de Peligro requeriría minutos con un buen escáner. Pero fuera lo que fue-se que pretendía Maharal, sospeché que no sería algo obvio.

Una transect inercial sería más reveladora. Pasando de una habitación a otra, abrí cajones yarmarios, asomándomelo suficiente para tomar una perspectiva completa y transmitirla a Nell, y luego pasando a la siguiente. Ella no necesitaría color, sólo ángulos múltiples y sellos de posición, hasta medio centímetro, usando principios de investigación que habría entendido George Washington. Cualquier cámara o compartimento secreto aparecería en la geodésica resultante.

Kaolin expresó su aprobación. Pero una vez más, si quería hacer este tipo de trabajo, ¿por qué no contratar a todo un equipo de investigación que hiciera un rastreo a conciencia?

Tal vez el asunto era tan delicado que sólo podía confiar en sus propios duplicados.

Si era así, mi presencia debía de causarle sentimientos encontrados. Yo había dejado de trabajar para Kaolin cuando encontraron el cuerpo de Yosil Maharal aplastado en su coche… cuando el caso pasó de sospecha de secuestro de un empleado valioso a los vagos resquemores de una hija que se temía un asesinato. Tomé nota mentalmente para preguntarle a Rin’ por la relación de su padre con el jefe de HU. Si se trataba de asesinato, podía imaginarme escenarios en los que el Vic formaba parte de una corta lista de sospechosos.

Pongamos por caso lo que le pasó al fantasma de Maharal (y a mi gris) hacía unas pocas horas. ¿Podría haber preparado Kaolin que ambos desaparecieran en su propiedad? Tal vez el gris se acercó demasiado a la verdad. Tal vez el fantasma tenía buenos motivos para huir.

Pronto la transect de la planta baja quedó completa. El análisis preliminar de Nell no mostró ninguna cámara secreta. Al menos ninguna más grande que una rebanada de pan. Pero sí que citó una anomalía.

Faltaban dos fotografías. Colgaban cerca del pie de las escaleras cuando yo llegué. ¡Ahora, mi ordenador doméstico me informaba de que habían desaparecido! Sus sombras todavía aparecían en infrarrojo, un poco más frescas que la pared.

Me volví en busca de Vic Kaolin… y lo vi saliendo del cuarto de baño. Al fondo sonaba el borboteo de tina cisterna. ¡Acababa de des-hacerse de algo tirándolo por el desagüe! El ídem platino me miró, la viva imagen de la inocencia, y yo maldije entre dientes.

Si hubiera venido como especialista ébano, afinado y equipado para hacer un análisis forense sobre el terreno, podría haberlo vigilado literalmente con un ojo en la nuca. Ahora, poco podía hacer. Interrogar a Kaolin sólo lo molestaría y no explicaría lo de las fotos.