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—Mi gente ha hecho una proclama. Ofrecemos las pujas más altas por una pixhuella, pero no hay pistas. No hay nada desde la Última vez que vieron al gris, en el Estudio Neo.

—No las habrá —dije yo—. Albert sabe cómo desaparecer cuando quiere.

Gadarene se ruborizó.

—Entonces contacte con su rig. ¡Dígale que llame a su ídem!

El líder organochauvinista estaba frenético. No quise provocarlo.

—Señor, ya hemos hablado de esto. Ese gris está en modo autónomo. No se comunicará con realAlbert, porque eso constituiría una violación de contrato. Si está siendo engañado por expertos, tomarán medidas para asegurarse de que sigue engañado.

—Apuesto a que lo primero que le hicieron al gris fue desconectar la prestación de llamada de su placa —dijo Pallie.

—Pondrán e- lisqueadores en la casa de Al —añadí yo—. Nell se dará cuenta tarde o temprano, pero seguirá funcionando un rato. Así que no podemos contactar con Morris directamente. Si los conspiradores se dan cuenta, puede que se asusten o cambien de planes. —Sigo sin comprenderlo —murmuró Gadarene—. ¿Qué planes?

—Hacer que parezcamos malos —dijo Lum, olvidando su habitual buen humor—. Su grupo y el mío. Nos la están jugando. Apuesto a que Hornos Universales está detrás de esto. Si logran convencer al mundo de que somos terroristas, pueden conseguir un edicto de la demarquía que elimine los piquetes y las manifestaciones. Se acabaron las leyes de divulgación y acoso en la red por parte de grupos que se oponen a su política inmoral.

— ¿Quiere decir que se sabotearían así mismos, para echarnos la culpa a nosotros?

— ¿Por qué no? ¡Si el truco despierta la simpatía pública, tanto mejor! Puede que incluso acabe con esas leyes antimonopolio que siguen saliendo, intentando invertir la Gran Desregulación.

Pal volvió a reírse.

— ¿Qué tiene tanta gracia? —ladró Gadarene.

—Oh, estaba pensando en lo inocentes que parecen ustedes dos ahora mismo. ¿Están ensayando para las cámaras?

— ¿Qué quiere decid —preguntó Lum.

—Quiero decir que ustedes los manifestantes no violentos se han tragado sus propios cuentos. Una forma llamativa de demostrar su desaprobación de Hornos Universales. Los moralistas siempre pueden justificar apartarse de la ley cuando encaja con su sentido de lo adecuado.

Gadarenc miró a Pal, hosco.

—Esto es diferente —dijo Lum.

— ¿Sí? No importa. No me interesan las racionalizaciones en lata. Dígame hasta dónde han llegado sus preparativos.

No veo por qué…

— ¡Porque están ustedes jugando en una liga que no es la suya, caballeros! —intervine, demasiado fuerte para un respetuoso verde. Pero había pillado la insinuación de Pal y tenía sentido—. Tenemos a profesionales trabajando, poniendo en marcha un plan que llevan mucho tiempo preparando. Ahora mismo no importa si el jefazo secreto es Hornos Universales, o algún enemigo suyo. Sea lo que sea que pretenden hacer en las próximas horas, lo han preparado para que la culpa recaiga sobre ustedes.

Pero tal vez podamos ayudarlos, si son sinceros —ofreció Palie—. No me digan que no han soñado y planeado con descargar un golpe contra HU. ¡Dígannos, ahora mismo, si han hecho algo más que soñar! ¿Han tramado algo que pueda ser utilizado en su contra? ¿Algo que pudiera relacionarlos con un crimen?

Ambos hombres nos miraron a Pal y a mí… y se miraron de reojo el uno al otro. Casi pude saborear su mutuo desagrado. Su pugna in-terna por una salida.

Gadarene habló primero; tal vez estaba más acostumbrado a las confesiones amargas.

Nosotros… hemos estado excavando un túnel.

Lum miró a su adversario.

¿Eso han hecho? Vaya, ya ves tú.

Parpadeó unas cuantas veces y luego se encogió de hombros y soltó una risita triste.

Nosotros también.

Las cúpulas triples de la sede central de Hornos Universales titilaban, encendidas en sus flancos occidentales por el sol de la tarde. No pude dejar de pensar en tres perlas gigantescas, plantadas en lo alto de un hormiguero, ya que aquellas ajardinadas pendientes protegían una planta industrial subterránea aún más grande. Pero con su cobertura vegetal, la fábrica parecía más bien un campus universitario, plácido y tranquilizador, rodeado de un seto de aspecto engañosamente. inocente.

Para los ciudadanos modernos, el lugar era legendario, incluso prometeico. Una cornucopia que escupía tesoros, raramente un motivo de ira. Pero no todo cl mundo pensaba igual. Ante la verja principal, más allá de una pantalla de árboles, había un campamento emplazado hacía años bajo el amparo de la Ley de Disidencia Abierta, cuando Eneas Kaolin trasladó por primera vez aquí su sede. Todos los grupos radicales o rebeldes tenían su propia zona (un puñado de doseles y expandofurgonetas) para hacer sus manifestaciones.

¿Por qué seguir agitando una causa perdida desde hacía tanto tiempo? Porque los ídems baratos hacían que fuera fácil. Una ironía que la mayoría de los radicales se negaban a advertir en su soberbia.

LAS PERSONAS ARTIFICIALES SON PERSONAS

Eso proclamaba la pancarta más grande, que identificaba la comunidad de Lum, los fanáticos de la tolerancia, aunque otros carteles, más pequeños, pertenecían a subsectas apasionadas, cada una con unos planes más extraños que la anterior. Quiero decir, vale, me gustaría no tener que inclinarme ante Gadarene sólo porque soy verde. Pero soy un frankie. Para todo el mundo, ¿no es cuestión de aguardar su turno? A veces cigarra, a veces hormiga. Incluso después de haber conocido a los Efímeros me resultaba difícil comprender qué tipo de sociedad tenía esta gente en mente.

Fuera como fuese, procedían de una tradición que había salvado al mundo. El reflejo de tolerancia-e-inclusión era fuerte por un buen motivo: porque para adquirirlo hicieron falta siglos de dolor. Confundidos o no, esos tipos pisaban un terreno moral elevado.

No muy lejos, otro cartel de hololetras brillantes expresaba una exigencia más clara:

¡COMPARTO LAS PATENTES!

El movimiento «fuente abierta» quería que todas las tecnologías y secretos comerciales de HU fueran hechos públicos, para que todos los hobbistas pudieran experimentar nuevas técnicas de idemización y variantes de goletas descabellados: un estallido de creatividad. Algunos imaginan una era en que imprintarás tu Onda Establecida del Alma en todo lo que te rodea: tu coche, tu tostadora, las paredes de tu casa. ¿Eh, por qué no de unos a otros? Para ese tipo de entusiastas (ansiosos, educados en exceso y aburridos) todo límite del yo y el otro era espúreo. Un pequeño paso: de estar en varios lugares a la vez a estar siempre en todas partes.

Esos tecnotrascendentalistas estaban apartados de otro campa-mento cuyos habitantes expresaban una queja distinta: que en el mundo había ya demasiada gente sin necesidad de doblar o triplicar la población de la Tierra cada día con hornadas frescas de consumidores temporales. Vestidos con las túnicas verdes de la Iglesia de Gaia, querían que la humanidad echara el freno, no que creciera de manera exponencial. Los ídems puede que no coman ni excreten, pero consumen otros recursos.

Gruñendo de placer, Palme agarró el brazo y señaló.

¡Una sola figura caminaba frente el gran campamento, manifestándose ante los manifestantes!

«¡EL FARISEÍSMO ES UNA ENFERMEDAD ADICTIVA, BUSCAOS UNA VIDA!», los acusaba la pancarta que empuñaba una criatura de brazos extremadamente largos, con cabeza de chacal. Tal vez el aspecto del ídem tenía intención satírica. Si era así, no lo entendí.

«Alguna gente, la mayoría, tiene demasiado tiempo libren, pensé.

Una vez, hace años, ese lugar rebosaba de un raza de manifestantes mucho más pragmáticos y furiosos. Los sindicatos laborales, preocupados por el convulso estado del mercado de trabajo, atacaron los movimientos luditas de todo el mundo. Se produjeron enfrentamientos. Las fábricas ardieron. Lincharon a obreros-golem. Los gobiernos se tambalearon…