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Me miré los brazos, ahora teñidos (como el resto) de un tono conocido como Naranja I-IU. Un color de la casa, registrado por Eneas Kaolin hace años. Si aquella incursión no salía bien, la violación de copyright sería la menor de mis preocupaciones.

Bueno, al menos ya no soy verde.»

¡Tally-ho! —grita el diminuto ídem de Pal—. ¡Nadie vive eternamente!

Con ese alegre lema, el idPal se zambulló en el hoyo.

«No —pensé—. Eternamente no. Pero unas cuantas horas más no estaría mal.»

Comprobé de nuevo los patines de fricción de mis muñecas, codos, caderas, rodillas y pies. Luego me arrodillé para entrar. Sin mirar atrás, sentí la figura maciza y nerviosa de Gadarene, que observaba cerca.

Entonces sucedió algo que me conmovió, de una manera extraña. Ya había entrado un par de metros en el horrible pasadizo cuando oí al gran fanático murmurar una especie de bendición.

Se supone que no tendría que haberlo oído. Pero, a menos que es-té equivocado, Gadarene le pidió a su Dios que me acompañara.

En todo el tiempo que he caminado sobre la Tierra, es una de las cosas más bonitas que he oído decir a nadie.

19

Falsos hornos

…donde el gris número dos recibe un segundo impulso…

La tarde del martes se desvanece y un enorme complejo industrial se prepara para el cambio de turno.

El portal de entrada/salida bulle de bípedos móviles, todos ellos humanos,’de una forma u otra.

En los viejos tiempos, toda la población de una fábrica (miles de trabajadores) se ponía en movimiento al sonido de un silbato. La mitad se iban a casa, cansados por las ocho o diez (u once o doce) horas de trabajo; el mismo número ocupaba su puesto ante las máquinas, transformando el sudor y la habilidad y la irremplazable vida humana en la economía de naciones.

El flujo de hoy es más suave. Unos pocos cientos de empleados archis, muchos de ellos con ropa de ejercicio, charlan amistosamente mientras se marchan hacia sus motos y bicis; un grupo más numeroso y colorido de ídems vestidos de papel llega en dinobuses, marchando en dirección contraria.

Algunos ídems mayores también se marchan a casa, para descargar los recuerdos del día. Pero la mayoría se quedan trabajando hasta que llegue el momento de caer en la cubeta de reciclaje: ejércitos de brillantes siervos naranja, trabajando con concentración y sin resentimiento, porque algún otro yo disfrutará de gruesos salarios y opciones de compra. Da un poco de miedo si te paras a pensarlo. No me extraña que yo nunca trabajara en una fábrica. No tengo la personalidad adecuada para ello. En absoluto.

Incluso la entrada para los golems está decorada en tonos suaves, con música sensorresonante de fondo. Espero para firmar. También hay una leve vibración que sube por las plantas de mis pies. En algún lugar más profundo, bajo las pendientes cubiertas de hierba, máquinas gigantescas mezclan el barro preenergizado, amasándolo con fibras sintonizadas para vibrar con los ritmos ultra-complejos de un alma ex-traída, y luego lo amasan y lo moldean en muñecos que se levantarán, caminarán y hablarán como personas reales.

Como yo.

¿Debo sentir que vuelvo a casa? Mi actual cuerpo preanimado fue creado aquí, hace apenas unos días, antes de ser enviado al refrigerador de Albert Si la expedición de hoy me lleva a esa parte de la fábrica, ¿reconoceré a mi madre?

«Oh, basta ya, Al»

Soy yo, sea gris o marrón. Cigarra u hormiga. La única diferencia práctica es lo amable que tengo que ser.

Eso… y mi naturaleza desechable. En cierto sentido, soy más libre cuando soy gris. Puedo correr riesgos.

Como el que voy a correr dentro de unos momentos, cuando in-tente fichar. ¿Será la seguridad de HU tan laxa como predice la maestra?

Casi espero que no. Si me detienen (o incluso silos guardias hacen preguntas inconvenientes), me daré la vuelta y me marcharé. Les pediré disculpas a Gineen y sus amigos. Enviaré mi media-tarifa a casa con Nell y me pasaré el resto de mi vida haciendo… ¿qué? Tengo prohibido por contrato descargar recuerdos, e incluso volver a ver de nuevo a mi rig, así que supongo que tendré que encontrar otra forma de pasar el tiempo. Tal vez me vaya al teatro. O me quede en una esquina entreteniendo a los padres y los niños con trucos de manos. Hace tiempo que no hago eso.

O tal vez visite a Pal. Para averiguar qué lo tenía tan nervioso esta mañana.

Muy- bien, lo admito. Me decepcionaría haber llegado hasta tan lejos y tener que darme la vuelta. Mi semivida tiene ahora un objetivo. Tengo una misión, un propósito: ayudar a mis clientes a averiguar si Hornos Universales está violando la ley de descubrimientos. Eso parece un objetivo digno, y bien pagado.

Al acercarme a la garita de entrada, descubro que estoy nervioso y espero que esto funcione.

¿Sinceramente? Fue divertido durante un par de horas, escabullir-me entre multitudes, colarme por huecos atestados, teñirme y cambiarme rápidamente de ropa, aparecer y desaparecer para engañar a las omniscientes cámaras. De hecho, ha sido el principal logro del día has-ta ahora. Hacer algo en lo que eres bueno_ ¿qué otra cosa puede hacer que te sientas genuinamente humano?

Muy bien, es mi turno. Allá va.

El gran golem, amarillo de guardia en la puerta tiene una expresión tan enorme de aburrimiento queme pregunto si es fingida. Supongo que incluso un ídem sintonizado para vigilancia puede aburrirse. Pero tal vez lo han sobornado. Warmnaker y Collins nunca me contaron los detalles, de ahí mi inquietud…

Un rayo acaricia la placa que cubre el bultito de mi frente. El guardia me mira a mí, luego a la pantalla. Su mandíbula se mueve, abriéndose un poco para subvocalizar un breve comentario, inaudible para mí pero no para el receptor infrasónico que tiene insertado en la garganta.

Dos artículos salen de una ranura en la garita, una pequeña placa de visitante y un papel, un mapa con flechas verdes que indica adónde debo ir. La flecha señala hacia arriba, hacia las suites de los ejecutivos, donde una copia diferente de Albert Morris tenía una cita hace horas. Ese yo nunca apareció, pero el fallo no es asunto mío. Mis intereses están en otra parte.

Murmuro las gracias al guardia, por reflejo, una amabilidad innecesaria que traiciona mi educación y mi edad, y luego me dirijo a las es-caleras mecánicas para bajar.

¿De quién es la culpa si el entramado de Hornos Universales recibe dos de nosotros mezclados, confundiendo este yo con un yo completamente diferente?

Normalmente, en este punto de una misión, trataría de informar. Encontrar una conexión de teléfono pública (veo una al otro lado del vestíbulo) y cargar una copia codificada del informe que he estado dictando casi sin parar desde esta mañana. Para que Nell sepa dónde estoy. Para que Albert se entere de lo que se ha hecho.

Pero esto me está prohibido esta vez, por contrato. Gineen Wammaker ni siquiera quiere que la llame a ella. Nada que pueda relacionarse con el Estudio Neo o sus extraños camaradas. El resultado es una sensación de frustración mientras sigo escupiendo contenidos en mi grabadora insertada, como el impulso de un penitente por confesar.

Bueno, añade eso a todas las otras irritantes tendencias de esta extraña misión. Ahora estoy bajando por las escaleras, para llegar a un enorme complejo parecido a un hormiguero bajo las resplandecientes cúpulas corporativas, preocupado por la siguiente fase: buscar pistas de que Vic Eneas Kaolin está reteniendo ilegalmente logros científicos.

Muy bien, supongamos (como sospechan la maestra y la Reina Irene), que Hornos Universales ha resuelto un problema acuciante de nuestra época, cono transmitir la Onda Establecida de la conciencia humana a distancias superiores a un metro. ¿Habrá pistas o signos que un profano como yo pueda entender? ¿Parejas de antenas gigantescas, una frente a la otra, en una cámara cavernosa? ¿Cables de tierra hipar-conductores, gruesos como troncos de árboles, enlazando un original humano con el distante trozo de barro que planea animar?