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Piensa, Albert. HU tiene competidores. Tetragam Limited. Megi-Ilar-Ahima’az del Yemen. Fabrique Chelm. Compañías que contrata-ron las patentes originales de Kaolin, hasta que expiraran. ¿No se preocuparían ellas por innovaciones ocultas, más que la maestra y sus amigos? Con mayores recursos, podrían descubrir docenas de me-dios… como ofrecer trabajos importantes a los empleados de HU. ¿Cómo podría esperar Hornos Universales ocultar descubrimientos impactantes como los que mencionó Vic Collins?

Sí, el mal se nutre del secreto. Es lo que impulsa a Albert. Descubrir la maldad. Encontrar la verdad. Tachón. ¿Pero es eso lo que estoy haciendo ahora? Demonios, nadie puede montar una conspiración real-mente grande hoy en día, cuando la delación seduce a tus empleados con dinero y fama. Incontables delitos menores florecen, lo cual me permite dedicarme a mi trabajo. ¿Pero podría alguien ocultar secretos tan importantes como los que describieron mis clientes?

¿Por qué iba a molestarse nadie?

De repente, está claro de qué iba todo aquello de los «logros ocultos». ¡Estaban apelando a mi vanidad! Me distrajeron con atisbos de excitante tecnología nueva. Con enigmas intelectuales. Y con sus excéntricas personalidades. Con todo tipo de digresiones irritantes, para que mi inquietud general pudiera ser explicada por la excitación, o los nervios, o el disgusto personal.

El suelo pasa de nuevo de largo, ofreciendo ala vista una nueva capa de la fábrica. Al principio parece la misma enorme cadena de montaje, pero estas prensas están más especializadas. Modelos policiales azules pasan a un cinturón transportador, preequipados con Espolones de la Paz y altavoces. Otras unidades producen diseños de tamaño enorme, con grandes músculos y piel blindada, teñidos cort el tono de camuflaje militar. Me recuerdan a Clara, que está librando su guerra en el desierto.

Ése es un dolor que debo reprimir. «Nunca volverá a preocuparte chico ídem. Concéntrate en tus propios problemas. Como por qué te contrataron la maestra y sus amigos.»

No para penetrar en Hornos Universales, claramente. Eso fue patéticamente fácil (¡Albero debería ofrecerle a Eneas Kaolin una propuesta para mejorar la seguridad aquí!). Wammaker y compañía no tenían que pagarle a un tipo como yo una tarifa triple sólo por venir aquí a echar un vistazo. Collins e Irene podrían haber enviado a cualquiera. Podrían haber venido ellos mismos.

No, yo ya hice la parte dura (la parte para la que Inc contrataron) antes de llegar a la puerta principal. Esquivar todas las cámaras públicas ahí fuera, cambiar de aspecto una docena de veces, cubriendo hábilmente mi rastro para que nadie me relacionara con mis clientes.

¿Podrían tener un motivo, mucho más importante que el que inc contaron?

Al mirar a la pared más cercana, veo una grabacam. Un absorbedor, de los baratos, que inserta un encuadre en un cubo polímero cada pocos segundos hasta que se llena y hay que sustituirlo cada mes. Debo de haber pasado ante centenares desde que llegué. Y leyeron mi placa de identidad en la garita de entrada. Así que ha habido un registro desde el momento en que llegué. Si alguien se molesta en comprobar-lo, sabrán que un Albea Morris gris estuvo por aquí. Pero HU no puede quejarse si me ciño a lo legal. Mientras todo lo que haga sea «perderme» y mirar alrededor.

Pero ¿y si hago algo malo? Tal vez sin pretenderlo…

¡Maldición! ¿Qué es esto?

Un bichito, como una especie de mosquito, revolotea ante mí. Esquiva una palmada y se lanza hacia mi cara. No puedo permitirme distracciones, así que uso un arrebato de energía para agarrarlo en el aire y lo aplasto en la mano.

¿Dónde estaba? Preguntándome si Gimen y los demás tenían algún plan oculto. ¿Como que tal vez suceda algo más mientras estoy en Hornos Universales? El camino móvil me lleva a otro nivel más bajo donde oigo el rumor de más máquinas. Una vez más, me estoy frotando la herida… y ahora me pregunto si el bultito brillante de mi costado puede contener algo más que tejido cicatrizado.

¿Podría ser por eso por lo que el matón-gladiador me atacó, en el Salón Arco Iris? No una coincidencia, sino algo preparado… para que yo aceptara un intervalo en blanco durante las «reparaciones», cuando en realidad…

¡Otro maldito mosquito aletea ante mí, y luego se lanza en plan kamikaze contra mi cara!

Otro arrebato muscular y chisporrotea en mi mano. No puedo dejar queme distraigan. Lo que necesito es un modo de comprobar estas locas sospechas.

Salto del camino móvil y corro junto a una cinta sin fin que transporta diversos ídems industriales frescos. Largiruchos limpiacristales, recogedores de fruta de brazos largos, estilizados granjeros acuáticos y fornidos peones de la construcción, todos hechos para trabajos cuya mecanización es demasiado inflexible o costosa, inertes como muñecos, carentes de ningún espíritu humano que los impulse. Puede que descubra lo que necesito más adelante, donde estos repuestos especializados son envueltos en crisálidas de airgel CeramWrap endurecido para ser distribuidos.

¡Allí! Un trabajador naranja de HU está junto a la cinta, observando un tablerovid cubierto de símbolos destellantes. «Control de Calidad», dice un logo bordado en su ancha espalda. Avanzo y sonrío amistoso mientras aparto otro de esos molestos e irritantes mosquitos. (¿Una plaga industrial local?)

— ¡Hola!

— ¿Puedo ayudarlo, señor? —pregunta él, asombrado. Los pocos grises que vienen aquí abajo llevan insignias de HU.

—Me temo que me he perdido. ¿Es éste el Departamento de Investigación?

Una risa.

— ¡Amigo, sí que está perdido! Pero todo lo que tiene que hacer es volver por donde ha venido y…

—Vaya, sí que tiene un puesto de diagnóstico chulo aquí —interrumpo, tratando de parecer desenfadado—. ¿Le importa si lo uso un segundo?

El asombro del técnico se vuelve cautela.

—Es para asuntos de la compañía.

—Vamos. No costará nada más que electricidad.

Sus cejas de imitación se fruncen.

—Lo necesito cada vez que el sistema detecta un repuesto defectuoso.

— ¿Y eso sucede con qué frecuencia? —espantando a un mosquito insistente, advierto que al tipo naranja no lo atacan los zumbantes bichos.

—Tal vez uno ala hora, pero…

—Esto requerirá un minuto. Vamos. Hablaré bien de usted arriba. ¿Mensaje? Que soy un visitante VIP. Sé cortés y añadiré puntos a tu expediente.

—Bueno… —decide él—. ¿Ha usado alguna vez un Xaminador tipo-ocho? Será mejor que yo maneje los controles. ¿Qué vamos a buscar?

Avanzo hacia la pantalla fluorescente y me levanto la túnica para mostrarla gran cicatriz. El se queda mirando.

—Vaya, mira eso--curioso, el técnico empieza a leer el escáner. Sólo que ahora yo estoy distraído con dos de los malditos mosquitos. ¿Qué demonios son, y por qué me atacan sólo a mí?

Con sorprendente coordinación, se lanzan en el mismo instante, uno hacia cada ojo. ¡Mi mano derecha agarra uno, pero el otro hace una finta, esquiva, y luego me ataca la oreja!

¡Maldición, duele cuando se mete dentro!

—Deme unos segundos —dice el tipo naranja, manejando los controles—. Estoy acostumbrado a inspeccionar repuestos vacíos. Tengo que cancelar la interferencia de su campo-alma imprintado.

Mientras me llevo la mano a la cabeza, me detengo cuando una voz bruscamente explota en el interior, resonando como un dios despierto.

—Hola, Albert. Cálmate. Soy yo, Pal.

— ¿P-Pal?

Aturdido, bajo la mano. ¿Puede oírme el bicho cuando hablo en voz alta?

— ¿Pero qué…?

—Estás metido en un buen lío, ídem mío. Pero tengo tu situación. Estoy aquí mismo, con uno de tus verdes. Te sacaremos de este jaleo.