—¿Una… qué?
—Una nube de replicadores orgánicos diseñada para extenderse y permear las instalaciones, estropeando todas las almamallas sintéticas del lugar.
Parpadeando sorprendido, debí de parecer idiota.
—¿Por qué querría nadie…?
—El por qué no es nuestra principal preocupación ahora mismo —me interrumpió mi golem azabache, brusco como de costumbre—. Parece que dos de nuestros duplicados estaban dentro de la sede de HU en ese momento. «Comportándose de manera sospechosa», es la frase que encontré en un informe policial. Ahora mismo están preparando órdenes judiciales para venir y apoderarse de nuestros archivos.
No pude creerlo.
—¿Dos de ellos? ¿Dos de nuestros ids?
—Más un par de Pat.
— ¿P-Pal? Pero… no he hablado con él desde… debe de haber algún error.
—Tal vez. Pero tengo un mal presentimiento. La lógica y la intuición sugieren que nos han tendido una trampa. Sugiero que dejes tus actuales preocupaciones y vuelvas de inmediato.
Escandalizado y anonadado, sólo podía estar de acuerdo. Aquello tenía mucha más prioridad que husmear en la vieja cábaña de Yosil Maharal.o o que mis otros impulsos para este viaje.
—Voy a dar la vuelta —dije, extendiendo la mano hacia los controles—. A máxima velocidad debería estar de regreso en…
El azabache me cortó bruscamente, alzando una mano brillante.
—Estoy captando GuardiaCiudad… una alerta en tiemporreal.
Cohete sin autorización, a cinco kilómetros al este de aquí… Una pausa terrible, y entonces:
—Un lanzamiento de misil. El espectro encaja con Vengerador Seis. Están siguiendo…
Sus ojos oscuros se encontraron con los míos.
—Viene hacia aquí. Tiempo de llegada estimado, diez segundos. —P-pero… —parpadeé.
Con calma inefable, los dedos de ébano bailaron.
—Voy a guardarlo todo en el depósito externo doce. Tú concéntrate en salvar tu piel. Luego averigua quién hizo esto y haz que el hijo de pu…
Como un espejo condenado, mi oscuro reflejo se rompió bruscamente en millones de añicos brillantes que revolotearon brevemente delante de mí. Entonces, uno a uno, se apagaron rápidamente hasta que sólo quedó un leve movimiento de aire.
El Volvo habló con el aburrido tono de voz del silicio:
—PIDIÓ QUE LE AVISARA DE CUALQUIER NOTICIA QUE SUPERARA EL NIVEL DE PRIORIDAD CINCO QUE AFECTA A SU VECINDARIO. ESTOY DETECTANDO INFORMES DE UNA EMERGENCIA DE NIVEL NUEVE EN SU BLOQUE, CENTRADOS EN SU DIRECCIÓN.
Cómo envidié a nuestros antepasados, que a veces evitaban las malas noticias durante unas cuantas horas o días, allá en las épocas tecnológicamente benditas, cuando las noticias viajaban mucho más despacio que la luz y se canalizaban a través de periodistas m burócratas. Realmente, no quería verlo. Conseguí decir con voz ahogada:
—Muéstramelo.
Una serie de holoimágenes surgieron, mostrando instanoticias de media docenas de publicams y voyeurs flotantes privados, programados para cernirse como buitres sobre todo lo que fuera inusitado y vender directamente sus imágenes a la Red. En este caso, la atractiva novedad era una explosión. Una casa (mi casa) ardiendo incontrolablemente y con tanta intensidad que va se había formado un embudo en las llamas que absorbía todas las cámaras desprevenidas que se acercaban demasiado.
Tal vez lo sabía y prefería mantener el telón corrido. Los rumores, que se extendían por la Red, ya me mencionaban como principal sospechoso en el sabotaje de Hornos Universales. Decidí si disolver o no la pantalla de intimidad desde mi lado y tratar de explicarme. Ensayar mi alegación de inocencia antes de intentarlo con la policía…
Justo entonces un par de reflejos llamaron mi atención. Faros. Reacio, reduje la velocidad endemoniada del Volvo… y luego un poco más. Algo me chocó con respecto a las luces. Su posición en la carretera era extraña. Tal vez la autopista giraba un poco ala derecha, más adelante…
Sólo que no lo parecía. Seguí acercándome ala derecha, planeando por instinto adelantar las luces por ese lado, ¡pero inesperadamente la carretera giró hacia el otro lado, ligeramente a la izquierda! Pulsando el freno, reduje la velocidad un poco más, esperando consultar el ordenador de navegación.
¡El otro coche estaba cerca!
Con idea de evitarlo por fin por la derecha, casi choqué con el otro tipo antes de comprender la situación. ¡El imbécil había virado hacia mi lado, apuntando sus luces hacia el tráfico! ¡Sólo un giro de último segundo me hizo volver a la carretera, sin alcanzar al idiota por cuestión de pulgadas!
El volantazo se convirtió en un giro, los neumáticos chirriaron y humearon mientras el mundo daba vueltas. Tuve tiempo de lamentar una vida gastada ignorando las reglas básicas de seguridad de tráfico. No era de extrañar que Clara insistiera en conducir ella cada vez que íbamos juntosa alguna parte. Mi maravillosa, feroz Clara… y ningún fantasma mío para consolarla.
Me imaginé terminando como Yosil Maharal, aplastado en el fondo de un barranco… hasta que los giros terminaron con el Volvo detenido y a salvo en medio de la autopista de dos carriles, apuntando con sus luces gemelas al idiota que casi había causado un accidente.
Una figura oscura salió del otro coche, difícil de distinguir entre el resplandor de los faros. Yo estaba a punto de salir también para tener unas palabritas con el tipo. Entonces vi que llevaba algo largo y pesado. Protegiéndome los ojos del resplandor, vi que se llevaba a la cara aquella cosa gruesa y en forma de tubo.
— ¡Joder! —maldije, metiendo la segunda y pisando el acelerador. ¡El instinto me impulsaba a girar el volante y dar frenéticamente media vuelta para escapar de aquella arma, fuera cual fuese! Sólo que el cerebro de Albea sabía que no.
Aturdido, actué durante un rato por puro reflejo, pagando las tarifas más altas por compuestos panespectrales hasta que una imagen clara brotó de la oscuridad y las llamas.
—¡Maldición! —murmuré, odiando a quienquiera que hubiera hecho aquello—. También se han cargado mi jardín.
Desvié el coche del rayo tractor y di la vuelta, dirigiéndome de nuevo a la ciudad. Si conducía a treinta por encima del límite de velocidad, supuse que podría purgar todas las micromultas con un descargo de necesidad pública. Ya saben, corría a casa para ayudar a las autoridades a aclarar aquel lío. De todas formas, un acto de buena fe podría ayudar a convencer a alguien de que me escuchara cuando proclaman mi inocencia.
¿Inocente de qué? Todavía no tenía una imagen clara de lo que había pasado en Hornos Universales.
Dos copias mías… y varias de Pallie. Pero ¿qué copias? La que desapareció en la mansión Kaolin, presumiblemente. ¿Y la gris que cortó la comunicación después de aceptar un contrato cerrado? Fuera cual fuese ese trabajo, las cosas debían de haberse torcido a lo grande.
Empezaron a llegar noticias de la sede de HU. Una bomba de priones había estallado, en efecto, pero los informes preliminares eran optimistas. Los empleados comentaban que se trataba de un excepcional golpe de suerte. La zona afectada era pequeña, porque un valiente operador de pala se sentó sobre el saboteador en el último instante, reduciendo la explosión con su enorme golemcuerpo y limitando la dispersión del veneno.
«Magnífico —pensé—. Pero ¿qué tiene todo esto que ver conmigo?»
No recibí respuesta en el teléfono de Pallie, ni en nuestro buzón secreto. Ninguno de mis cuatro ídems del martes respondió a mi llamada ultraurgente. Sólo podía explicar qué había sido de uno de ellos: el leal azabache que permaneció en su puesto, esforzándose hasta que el infierno se desencadenó sobre su cabeza, convirtiendo su cuerpo de barro húmedo en volátiles copos de cerámica.