—Bueno, soy detective. Descubrir la verdad…
—¿Te impulsa, incluso ahora?
—Sobre todo ahora.
—Entonces… te envidio.
—¡A mí! Tu rig sigue vivo. No corre ningún peligro aparente. Kaolin parecía mucho más interesado en…
—No, Albert. Lo que envidio es tu pasión. Tu propósito. Hace tiempo que lo admiro.
—No sé si…
—De verdad. Imagino que eso añade un toque especial a morir, a ser un fantasma, sin saber nunca por qué.
—Nunca es una palabra fuerte. Puedo tener esperanza.
—¡Ahí lo tienes, Albert! Optimista, incluso después de la muerte. Esperando que algún avión o satélite advierta ese SOS hecho con la tapicería del coche que has extendido en la arena. Al menos permitiría que se lo cuentes todo al próximo detective.
—Algo así.
—¿Incluso ahora que el sol se está poniendo y no hay ningún helicóptero de rescate a la vista?
—Un defecto de personalidad, supongo.
—Un defecto espléndido. Ojalá lo tuviera yo.
—Tú continuarás, Ritu.
—Sí, mañana habrá una Ritu Maharal y ningún Albert Morris. Sé que debería ser más sensible al decirlo…
—No importa.
—¿Puedo decirte algo, Albert? ¿Un secreto?
—Bueno, Ritu, confiar en tní puede que no sea la mejor…
—La verdad es que… siempre he tenido problemas con los ídems. Los míos suelen acabar de formas que no me espero. No quería crear a éste.
—Lo siento.
—Y ahora, enfrentarme a la muerte en el desierto. Aunque sólo sea uno de nosotros el que…
—¿Podemos hablar de otra cosa que no sea la muerte inminente, Ritu?
—Lo siento, Albert. Vuelvo compulsivamente al mismo tópico insensible. ¿De qué te gustaría hablar?
—¿Qué tal del trabajo que estaba haciendo tu padre antes de morir?
—Albert… tu contrato te excluye de investigar ese tema. —De eso se trata, entonces.
—Comprendo a qué te refieres. De todas formas, ¿a quién podrías decírselo? Muy bien. Durante años Eneas Kaolin insistió a papá para que trabajara en una de las cuestiones más difíciles de la almística: el problema de la imprintación nohomóloga.
—¿El qué?
—Transferir la Onda Establecida de un golem, sus recuerdos y experiencia, a un depositario distinto al humano original que lo creó.
—¿Te refieres a descargar los recuerdos de un día en otra persona distinta?
—No te rías. Se ha hecho. Toma a un centenar de parejas de gemelos idénticos. Cinco o seis pueden compartir recuerdos parciales intercambiando ídems. ¡La mayoría sienten dolores de cabeza brutales y desorientación, pero unos cuantos consiguen cargas perfectas! Usando intermediarios golem para compartir todos los recuerdos de sus vidas, los hermanos se vuelven, de hecho, una persona con dos cuerpos orgánicos, dos lapsos de vida reales sumados a todas las copias paralelas que quieren.
—He oído hablar de eso. Creí que era una fantasmada.
—Nadie quiere esa publicidad. El potencial de disrupción…
—¿Tu padre estaba intentando hacerlo posible entre personas que no fueran gemelas? ¿Personas que no estén emparentadas? Puaf.
—No te sorprendas tanto. La idea ha estado rondando desde que empezó la idemización, inspirando incontables novelas malas y pelids.
—Hay tantas, de aficionados y metastudios, que no trato de seguirles la pista.
—Eso es porque tienes trabajo. Un trabajo real. Pero las artes son todo lo que alguna gente tiene.
—Mm, Rima. ¿Qué tiene eso que ver con…?
—Espera. ¿Viste la parasensi llamada Retorcido? Fue un gran éxito, hace unos pocos años.
—Alguien mc obligó a soportar hasta la mitad.
—Recuerda cómo los malos iban por ahí secuestrando ídems de científicos importantes y directivos…
—Porque tenían un medio para cargar recuerdos en un ordenador. Una idea simpática para una pelid de espionaje, aunque imposible. Transistor contra neurona. Matemática contra metáfora. ¿No demostró alguien que los dos mundos no pueden encontrarse nunca?
—Bevvisov y Leow demostraron que somos seres análogos. Bits y bytes físicos, no de software. Pero las almas pueden copiarse, como cualquier otra cosa.
—¿No estudió tu padre con Bevvisov?
—Su equipo imprintó por primera vez una Onda Establecida en un muñeco en Kaolin Barranimación. Y sí, el argumento de Retorcido era tonto. Un ordenador del tamaño de Florida no podría absorber un alma humana.
—No creo que todas las historias sobre descargas en otros estén relacionadas con ordenadores.
—Cierto. En algunos dramas sidcuestran a un golem y vierten sus recuerdos en un voluntario, para apoderarse de secretos. ¡A veces la personalidad cargada se impone a la otra! Una idea terrorífica que impresiona al público. Pero de verdad, ¿qué pasaría si aprendiéramos a intercambiar recuerdos entre personas, borrando el límite entre las almas humanas?
Nota subvocal para mí Al ver hablar a Ritu, me doy cuenta… Está hablando de banalidades, pero a una velocidad que indica un estrés que la gris reproduce de una manera convincente. El tema la preocupa profundamente.
¡Si tuviera mi equipo analítico mientras seguimos con esto!
—Bien, Ritu. Si la gente pudiera intercambiar recuerdos, los hombres y las mujeres no serían enigmas mutuos. Comprenderíamos al sexo opuesto.
—Mm. Eso tendría sus pegas. Piensa en cómo la tensión sexual aporta sal a… ¡Oh!
—¿Qué pasa?
¡ Albert, mira al horizonte!
—La puesta de sol, sí. Bonito.
—Había olvidado lo especial que es este momento del día, en el desierto.
—Parte de esa luminosidad anaranjada procede de SWETAP. Supongo que vamos a tener que acostumbrarnos a beber agua que brilla… Eh, ¿tienes frío? Podríamos generar calor caminando. Ahora es seguro.
—¿Para qué? Te fabricaron antes de la puesta de sol de ayer, ¿recuerdas? Será mejor que ahorres el poco élan que te queda. A menos que se te ocurra algo mejor que hacer.
—Bueno…
—Entonces sentémonos cerca y compartamos el calor.
—Muy bien. ¿Así está mejor? Hum… creo que estabas diciendo que todas esas pelids malas tenían algo que ver con el último proyecto de tu padre.
—En cierto modo. Los argumentos de las holohistorias siempre se centran en las formas más estúpidas en que se puede abusar de la tecnología. Pero mi padre tuvo que tener en cuenta todas las posibilidades. La carga en otro tiene serias implicaciones morales. Y sin embargo…
¿Sí?
—Por algún motivo, me pareció que mi padre ya sabía mucho sobre el asunto. Más de lo que dejaba entrever.
—Continúa, Ritu.
—¿Estás seguro de que quieres que lo haga? ¿Importa, con el fin acercándose a cada minuto que pasa? Otra de las cosas que siempre me han parecido extrañas de la idemización. El reloj corriendo… Sería mejor encontrar alguna distracción antes de la fusión final.
—Distracción. Vale. ¿Cómo te gustaría pasar el tiempo que queda, Ritu?
—Yo… bueno… ¿Cuál es tu filosofía personal sobre romper macetas?
—¿Cómo dices?
—Barrer barro. Amasar masa. ¿Tengo que deletrearlo, Albert?
—Oh… idemsexo. Ritu, me sorprendes.
—¿Porque soy directa? ¿Es impropio de una dama? No tenemos tiempo que perder, Albert. ¿O sigues algún credo neocélibe? —No, pero…
—La mayoría de los hombres que conozco, y montones de mujeres, se suscribieron a Playid o Barromate Mensual en su segundolescencia, y recibían ese paquetito sin marca una vez a la semana con un «experto». Incluso cuando son mayores…