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Me miró, atrapado, inmóvil en su pétreo laboratorio-catacumba, y juro que sus ojos de golem brillaron con una expresión a medio camino entre la avaricia y el temor.

—Me estoy acercando —dijo—. Me estoy acercando mucho.

—Pues será mejor que lo hagas —respondí—. Ni siquiera la tecnología restauradora puede mantenerte en marcha eternamente sin un cuerpo real. Yo tengo la clave, ¿verdad? Una especie de secreto que resolverá tu problema. Pero yo también me agotaré, en cuestión de días.

—Es una carrera contra el tiempo.

—Luego está Eneas Kaolin. El martes por la mañana tenía muchísimas ganas de que te llevaran al laboratorio para diseccionarte. ¿Por qué? ¿Sospecha que has robado equipo y montado tu propio laboratorio clandestino, usándolo para engañar a la muerte?

La tensa expresión de Maharal se volvió arrogante.

—Eres listo, como de costumbre, Albert —replicó—. Pero siempre falta algo en tu aguda capacidad de deducción. Nunca llegas a captar la verdad, ni siquiera aunque la tengas ante las narices.

¿Cómo le respondes a un cuerpo que te dice algo así? ¿Cuando otra persona dice saber lo que harás incluso mejor que tú mismo? Porque se acuerda de muchos episodios pasados como éste, tensos encuentros que tú no recuerdas.

Como no tenía respuesta, guardé silencio. La renovación me había concedido un poco de tiempo, así que lo aproveché.

El pulsó un interruptor y el receptáculo de contención rápidamente se vació de fluido de sostén, y luego se abrió. Mientras mi cuerpo temblaba todavía, recuperando los niveles plenos de catálisis, él me puso unas esposas de energía en las muñecas y tobillos. Por medio de un controlador, las utilizó para obligarme, como una marioneta, a acercarme a una máquina que parecía una unidad de imprintación amplificada. Tras un extremo del aparato vi un par de piernas, de color escarlata brillante. Un repuesto ídem. Bastante pequeño.

—¿Quieres que haga una copia? —pregunté—. Déjame que te advierta, idYosil…

—Sólo Yosil. Ya te he dicho que ahora Maharal soy yo.

—Sí, vale, idYosil. Está claro que quieres hacer trabajo de copia id-a-id. ¿Cómo si no puedes superar la trigésima renovación? Pero, sinceramente, ¿qué clase de solución es ésa? La copia de segunda fila siempre tiene una imprintación de alma defectuosa. Y la cosa va a peor cuando haces una copia de esa copia. Los errores se magnifican. A la tercera transferencia, tienes suerte si eres capaz de andar o hablar.

—Eso dicen.

—¿Eso dicen? Escucha, me paso la mitad de la vida pillando a violadores de copyrights que sidcucstran los golems de estrellas de cine y cortesanas y similares, para vender copias pirata. La falsificación forzada puede funcionar con los muñecos sexuales, si el cliente no exige mucho, pero no es ninguna solución para tu problema, Yosil.

—Ya lo veremos. Ahora, por favor, intenta relajarte y cooperar.

—¿Por qué debería hacerlo? Es difícil hacer una imprintación realmente buena con un sujeto que se resiste. Puedo hacer que las cosas se te pongan realmente feas.

—Cierto. Pero piénsalo. ¡Cuanto mejor sea la copia, más compartirá tus habilidades, tus impulsos y, sobre todo, la mala opinión que tienes de mí! —Maharal se echó a reír—. Una copia de calidad será tu aliada para intentar derrotarme.

Reflexioné al respecto.

—Esos otros Albeas que capturaste. — deben de haberlo intentado de ambas formas.

—Cierto. Sólo cuando la copia fue mala, lo intenté de nuevo. Y de nuevo escogiste cooperar. Entonces hicimos verdaderos progresos. —Tu idea del progreso no se parece a la mía.

—Tal vez. O tal vez no comprendes las ventajas a largo plazo de mi programa, aunque traté de explicártelo en otras ocasiones. En cual_ quier caso, tu problema ahora es práctico, Albert. Esposado, poco pues des hacer siendo uno solo. Dos podríais hacer más. La lógica es aplastante.

—Maldito seas.

Él se encogió de hombros.

Piénsalo un poco, Albert. Tengo un montón de repuestos ídem para experimentar.

El gris de Maharal se marchó, dejándome pensativo y frustrado porque, resultaba evidente, ya había tenido la misma conversación antes con otros yoes y sabía por experiencia con qué argumentos rebatirme.

¡Tío, ojalá hubiera sido más cuidadoso al localizar a mis ídems perdidos a lo largo de los años! Simplemente, daba por hecho que una alta tasa de pérdidas era inevitable en mi trabajo. Mientras los casos se resolvieran debidamente, algunas bajas merecían la pena. No es una actitud tan fría como la de Clara, que envía a sus yoes una y otra vez a los campos de batalla gladiatoriales por el bien de la ZEP y el país, con escasas probabilidades de que vuelvan ilesos. Incluso así, juré intentarlo con más ahínco en el futuro.

Si salía alguna vez de allí.

Si tenía otra oportunidad.

Bueno, muy bien.

Cedí a la lógica de Yosil. Concentrarme durante la imprintación aseguraría que mi idhermano saliera del horno despreciando corno yo a todos los científicos locos.

Y resultó que no me equivoqué en eso.

¡Para lo que iba a servirme!

Bueno, en confianza, ésta no es la primera vez que recuerdo haber hecho una transferencia ídem-a-ídem.

Venga, todo el mundo lo intenta. La mayoría de la gente no queda satisfecha con el producto, que a menudo es una caricatura penosa. Puede ser doloroso verla, como tener delante a una versión de ti mismo borracha, drogada o desahuciada por los médicos. En la facultad, algunos solían hacer frankies para divertirse. Pero a mí nunca me tiraron ese tipo de cosas.

En parte porque mis ids de segundo orden nunca mostraban signos claros de degradación. No había temblores ni lagunas de memoria.

Er¡gestos cómicos ni habla torpe. ¡Qué aburrido! Bien podía hacer todas mis copias directamente. Me sentía más cómodo así. De todas formas¿por qué violar la garantía de HU? Pueden requisarte el horno.

Siempre supe que era un buen copiador.

Una pequeña parte de la gente tiene ese don. Incluso fui parte de un grupo de investigación cuando era más joven. ¿Y qué? No hay ninguna diferencia práctica. ¿Qué sentido tiene hacer una transferencia id-a-id, aunque la hagas bien?

Además, te sientes raro. No se parece en nada a cargar. Te tumbas en el lado original de la máquina en forma de barro, sobre todo cuando el cribador de alma empieza a sondearte con tentáculos que están más afinados para escanear neuronas.

El tetragamatrón tiene que trabajar más para captar la Onda Establecida, pulsar delicadamente todos los acordes de tu sinfonía interna, tomando y amplificando cada nota para iniciar una melodía idéntica tocada por otro instrumento cercano.

Curioso. Esta vez siento claramente algo parecido a un eco que surge del nuevo ídem, todavía un trozo de barro sin vida en su bandeja de cocción. La sensación de déjá vu que tan extraña era para nuestros abuelos (eso que ahora llamarnos «una agitación en la Onda Establecida») me barrió entonces como un aliento helado. Un viento espectral. Una sensación de íntima familiaridad conmigo mismo que no me gustó en absoluto.

¿Era parte del experimento? ¿Parte de lo que Maharal estaba intentando conseguir?

—Hace dos siglos, Williant James acuñó el término «flujo de la consciencia» —comentó Maharal alegremente, mientras manejaba los diales—. James se refería a la forma en que cada uno de nosotros convierte nuestro sentido de la identidad en una ilusión. La ilusión de la continuidad… como percibir un solo río, que fluye desde una fuente hasta el mar.