Mi segunda burbuja sorteó los noticiarios sobre el intento de sabotaje en Hornos Universales. Yo quería cl informe policial oficial, sobre todo para ver si Albert era todavía sospechoso. Cualquier acontecimiento como aquél fomentaba todo tipo de teorías de conspiraciones e informes en minoría que planteaban los clubes de soplones, los hobbinas de las explicaciones, los paranoicos solitarios, los agentes autónomos de lo plausible o los avatares vagabundos sí pero. ¡Y si ninguno de ellos estaba en el buen camino, podría proponer uno propio! La rumorología anónima es una especie de engaño venerable que tiene su propia tradición.
«RealAlbert sería mucho mejor en esto. Y uno de sus ébanos aún mejor todavía.
» ¿Yo? No soy más que un verde y un frankie. Pero soy todo lo que queda.»
Mientras aquellas dos burbujas continuaban trabajando en los bordes, borboteando con espuma correlativa, hice una tercera, más peligrosa que las demás.
El depósito por-si-acaso, donde Albert guardaba las copias de seguridad de sus archivos por si le sucedía algo a nuestro ordenador doméstico.
Suponiendo que Nell hubiese detectado la llegada del misil… incluso segundos antes de que estallara, siguiendo la programación, habría volcado todos los datos posibles en el depósito remoto. Ese archivo debería permitirme ver qué estaba haciendo mi hacedor, posiblemente incluso lo que estaba pensando, en el mismo minuto en que murió.
El premio gordo. Pero acceder a él sería peligroso. «Quien envió ese misil debía de estar vigilando la casa, para asegurarse de que Albert estaba allí cuando la alcanzó.
» ¿Pero hasta qué punto fue concienzudo el escrutinio? ¿Se limitaron a merodear por la casa con minicámaras, siguiendo la pista de las idas y venidas de Al? ¿Y si consiguieron penetrar sus escudos de intimidad, digamos que con una microespía flotante dentro de la casa? Sucede de vez en cuando. La tecnología sigue cambiando y las cámaras son cada vez más pequeñas. Sólo los tontos piensan que sus secretos estarán a salvo eternamente.
»Alguien allí fuera puede que lo sepa todo, incluyendo la localización del depósito. Software al acecho podría estar esperando a que alguien intentara acceder a él. Un chador prestado no me enmascarará durante mucho tiempo.
¿Pero qué opción tenía? Mi única alternativa era ir a casa de Pal y emborracharnos juntos hasta que aquella pseudovida artificialmente prolongada expiran por fin.
¡Bueno, basta! Tecleé con dedos temblorosos y murmuré algunas frases bajo la protección del dador, esperando que Albert no hubiera cambiado las claves después de saber que había creado su primer frankie conmigo.
Casi de inmediato me encontré mirando a un facsímil bastante bueno de Nell.
Los expertos dicen que no existe una auténtica inteligencia artificial, y que nunca existirá. Supongo que deben de saberlo bien. Es otro de esos «sueños fallidos» de la ciencia ficción del siglo XX que nunca se hizo realidad, como los extraterrestres de los platillos volantes. Con todo, la simulación se ha convertido en todo un arte, y no hace falta mucho para que un programa animado engañe ala mayoría de la gente con una cabeza parlante bien hecha… al menos un par de veces.
El rostro de Nell estaba modelado siguiendo una profesora de prácticas que tuve brevemente, en la facultad. Sexy sin ser abrumadora. Una personificación de la eficacia sin imaginación. Además de exigir y verificar la clave del siguiente nivel, el avatar escaneó mi cara y envió una sonda de corto alcance a la cápsula de identificación enterrada en mi frente.
Normalmente, con eso habría bastado. Pero no esta vez.
—Disonancia. Pareces ser el verde del martes, pero vas teñido de gris y ya deberías haber expirado. Acceso denegado hasta que se encuentre una explicación plausible.
Asentí.
—Muy bien. Aquí tienes tu explicación. En resumen, los tipos de investigación de Hornos Universales han encontrado un modo de aumentar el lapso de vida ídem. Eso explica por qué estoy hablando contigo. El logro parece haber provocado algún tipo de conflicto entre Vio Eneas Kaolin y el doctor Yosil Maharal. Es posible que esto condujera al asesinato de Maharal. Y al asesinato de Albert Morris.
El rostro animado se contorsionó: una caricatura de la duda. Tuve que recordarme que ésta no era la Nell que recordaba. Sólo un fantasma, una réplica que había sido almacenada en un rincón de la enorme esfera de datos, operando en un espacio de memoria alquilado.
—Tu explicación de la discrepancia de tu lapso de vida es considerada plausible, dada la información recopilada por el ébano del martes antes de la explosión. Sin embargo, debe resolverse una nueva disonancia ames de que pueda darte acceso.
—¿Qué nueva disonancia?
El fantasma de Nell hizo una buena imitación de un ceño fruncido, una molestia familiar programada que nunca mee había gustado. Generalmente aparecía en momentos en que yo me comportaba de manera particularmente obtusa.
—No hay ninguna prueba convincente de que Albert Morris fuera asesinado.
Si yo fuera real, habría tosido y me habría atragantado.
— ¿Ninguna prueba convin…? ¿Qué clase de arma humeante necesitas? ¿No es asesinato cuando alguien te hace volar con un maldito misil?
Tuve que recordarme que no era una persona real ni de barro con la que pudiera discutir, ni siquiera una IA de alto nivel. Para ser un fantasma de software, la Nell-sombra lo hacía bien. Pero debía de estar dañada, o pillada en un bucle semántico.
—El ataque con el misil es irrelevante con la disonancia que nos ocupa: el asesinato putativo de Albert Morris —replicó la cala.
Me quedé mirando, repitiendo una sola palabra.
— ¿Irrelevante?
El bucle semántico debía de ser severo. Maldición. Tal vez no obtuviera acceso después de todo.
— ¿Cómo… cómo puede ser irrelevante el arma del crimen?
—El ciudadano orgánico Albert Morris lleva desaparecido más de un día. No ha aparecido ningún rastro suyo en la Red, ni en la red de cámaras callejeras, ni…
—Bueno, por supuesto que no.
—Pero la desaparición era de esperar. Es más, no tiene ninguna relación directa con la destrucción de su hogar.
Sorprendido, me limité a asimilar aquello. ¿Era de esperar? ¿Ninguna relación con la destrucción?
Como empujado, me volví a mirar la burbovisión que se asomaba a la casa de la avenida Sycamore. Varios ojos-voyeur y noticams flotantes proporcionaban una imagen de gran nitidez que se amplió cuando la miré para ofrecerme una panorámica Genital de leños calcinados y paredes derruidas. Los restos de la chimenea sobresalían como un dedo desafiante. El porche trasero, con la balustrada de hierro forjado retorcida como un sacacorchos por el calor reciente, conducía a los cultivos de rosas que habían sido reducidos a muñones calcinados.
La cintaleteante policial mantenía a los mirones a raya, tanto genterreal como ídems que podrían intentar llevarse recuerdos. Divisé varíos equipos de especialistas ébano dentro del cordón, agachados con escáneres y recogedores de muestras, buscando pruebas. Se podía ver a otras figuras caminando entre los escombros.
Mientras yo estaba ocupado hablando con el fantasma-depósito, los agentes correlatores que había congregado se ocupaban de recopilar información sobre el ataque con el misil, llenando los bordes de las burbujas con sumarios y gráficas. Pedí un informe del arma que había hecho todo aquello. El tipo de modelo exacto era desconocido, pero muy sofisticado: lanzaba gran cantidad de metralla en un pequeño paquete Eso explicaba por qué pudo ser introducido en el idemburgo y preparado sin que lo detectaran. Más impresionante era la forma en que se lanzó entre salvajes giros y una densa nube de brozas oscurecedoras, enmascarando su punto de origen mientras cinco casas semi-abandonadas ardían tras su estela borrando cualquier pista sobre quién había planeado el maldito atentado. Peor, la escasez de publicams en la zona hacía más difícil para los polis realizar una investigación yendo hacia atrás en el tiempo. Puede que nunca identificaran al responsable.