Sinceramente, su desaparición no era mi mayor preocupación. En cuanto estuve adecuadamente sellado y seguro de que tenía aire, me incliné para recoger la figura de barro que tenía a mis pies. Pobre idChen. Me gustaría decir que mi intención era ponerlo en un frigorífico, y salvar los recuerdos del día. Pero sólo necesitaba un lugar donde esconder el barro deteriorado, preferiblemente un contenedor de reciclado anónimo.
De todas formas, el cabo Chen real no se beneficiaría cargando lo que había sucedido allí ese día. El mejor favor que podía hacerle era borrar su implicación.
Muy bien, tal vez eso era racionalizarlo por mi parte. Lo había matado por un motivo más que nada. En cuanto se hubiera puesto el uniforme de explorador, habría empezado a buscar a un humano real… y habría encontrado a uno justo a su lado. Algo muy poco conveniente para mí. No podía permitirlo.
Creo que él lo comprendió, al final.
No había ningún contenedor de reciclado cerca, así que le quité la placa de identificación y arrojé el resto a un vertedero.
Si llego a salir de este lío, compensaré a Chen.
Algún día insistiré en invitarlo a cenar. Aunque él no tendrá ni idea de por qué.
Sólo tardé unos minutos en pillarle el tranquillo al equipo y ajustar los parámetros de camuflaje a los niveles de luz del fondo. Como un calamar o un pulpo, la piel sensible a la luz ondeó para encajar con lo que había detrás de mí. Una muestra difusa, sin duda. No auténtica invisibilidad, sino una versión mucho mejor de la que puedes comprar hoy día en el Hobby Store. Bastante bueno, para engañar a la mayoría de los sistemas de reconocimiento de pautas de movimiento, digitales, orgánicos o de barro.
Sí. Incluso después de la Gran Desregulación, los del Gobierno todavía se las apañan para gastar nuestros impuestos desarrollando cositas chulas.
Con los sensores de mi uniforme de explorador en alerta máxima, me dirigí al lugar donde Chen había localizado a aquellos auditores. Tal vez intentara escuchar un rato para averiguar por qué sospechaban que se había usado material militar robado en mi asesinato. Aún más importante, ese portal de acceso seguro a la Red debía de estar en alguna parte tras la sala de armas.
También esperaba una máquina de aperitivos. ¡Sin duda que la gente real venía aquí abajo algunas veces! Ser orgánico está bien, pero tiene sus desventajas. A estas alturas, tenía tanta hambre que ni siquiera la autohipnosis podía distraerme de los retortijones.
Agradecí que el uniforme de explorador tuviera absorbedores de sonido. ¡Los gruñidos de mi estómago parecían capaces de despertar al ejército dormido de la sala de al lado!
Menos mal que existe la tecnología.
38
Yo, Anforo
Como un contenedor, o varios, desbordándose, me lleno. ¿Mi único deseo? ¡Vaciar todos estos receptáculos que soy.
La prisa por reunir… por recombinar… por juntar, me abruma. ¿Pero cómo yo?
¿Qué yo?
¿Por qué, cuándo y dónde yo?
Todas las famosas preguntas de los periodistas, que se dan la vuelta para morder al reportero.
Yo. Dobles yoes. Idénticos, pero diferentes. Pues un yo sabe cosas que el otro ignora.
Uno ha visto vasijas de barro rescatadas de naufragios de hace dos mil años. Figuras maternas o prostitutas que fueron modeladas con barro de un río hace veinte milenios. Símbolos como cuñas, marcados a mano, allá cuando las primeras manos aprendieron a garabatear pensamientos…
Uno ha visto todas esas cosas. El otro yo se agita, preguntándose de dónde vienen todas esas imágenes. No recuerdos, sino fresca, inmanente experiencia en lo crudo y lo real.
Sé lo que está haciendo Maharal. ¿Cómo podría no saberlo?
Sin embargo el objetivo de toda su tortura sigue siendo un misterio. ¿Se ha vuelto loco? ¿Se enfrentan todos los ídems al mismo destino cuando se convierten en fantasmas, lanzados a la deriva sin el ancla de un hogar-alma?
¿O está explorando un nuevo modo para que vibre la Onda Establecida? Múltiplemente.
Me siento cada vez menos un actor individual. Más bien como un reparto entero. Un coliseo.
Soy un foro.
¡Ah! Esto no se parece a la sensación familiar de carga que todos conocemos: absorber pasivamente los recuerdos mientras una réplica del alma-onda fluye de vuelta para combinarse con la original. En cambio, dos ondas parecen correr en paralelo, gris y roja pero iguales en estatus, ambas interfiriendo y reforzándose, combinándose hacia la coherencia mutua…
Y zumbando al fondo, como un mal guía turístico o un conferenciante odiado, la voz de idYosil me dice, una y otra vez, que los observadores crean el universo. Oh, pincha y se burla con cada pulsación del reflejo salmón, urgiéndome a «ir a casa», a una autobase que ya no existe.
—Respóndeme a un acertijo, Morris —pregunta mi torturador—.
¿Cómo puedes estar en dos lugares a la vez, cuando no estás en ninguna parte?
TERCERA PARTE
39
Un grupo de muchachos
El golem con la espiral oscura cantó algunos recuerdos personales para demostrar que era Beta… cosas que sólo él y Albert Morris deberían saber de encuentros pasados entre dos adversarios. Acciones, engaños, insultos y detalles secretos de momentos en que escapé por poca de sus garras… o él de las mías.
Parece que han estado ustedes enzarzados en un juego de barro continuo —observó Lum.
Un juego infantil —comentó Gadarene, el conservador.
—Tal vez —respondió el ídem de Beta—. Pero un juego con mucho dinero de por inedia. Uno de mis motivos para ampliar el negocio fue reunir dinero suficiente para pagar las multas acumuladas. Por si Albert finalmente me capturaba.
—No le eches la culpa a Albert por tu carrera como ladrón y sidcuestrador —gruñí yo—. Además, apostaría todo lo que poseo a que ahora tienes problemas más grandes. Mucho peores que querellas civiles por violación de copyright. Te has forjado nuevos enemigos, ¿verdad? Más peligrosos que ningún detective privado local.
Beta me dio la razón asintiendo con la cabeza.
—Durante meses, he sentido un aliento caliente en mi nuca. Una a una, mis operaciones han sido meticulosamente localizadas por alguien que irrumpía de repente, usando bombas priónicas para matar mis copias (y los moldes que había robado), o se hacía dueño de la operación durante unos días, antes de quemarlo todo para eliminar las pruebas.
—Mm. Eso explica algo que sucedió en el edificio Teller —comenté—. El lunes, capturaste temporalmente a mi explorador verde. Al menos creía que eras tú. Pero mis captures parecían más sañudos, incluso frenéticos. De hecho intentaron torturarme…
—Entonces no era yo —aseguró Beta sombríamente.