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Se estaban acercando. Sin duda tenía que estar quedándose sin munición para su arma. La mía tenía ya pocas halas. Oía los asaltantes acercarse por tres lados. La cosa pintaba mal.

Entonces la pared detrás de mí se evaporó en una nube repentina de calientes gases en expansión.

—¡Gumby, corre! —gritó Pal.

Yo ya había atravesado la pared, dejando atrás a los sorprendidos inquilinos del apartamento de al lado, una familia simulacro que me miraba con los ojos muy abiertos, escondida tras el sofá mientras en una tele barata de un rincón tronaba la música de El Show de Cassus y Henry.

Por fortuna, todos eran ídems, representando la vida en una época más aventurera. Así que pasé de largo libre de culpa. Cualquier multa que provocan esta irrupción sería sencilla. Sólo por daños. No punitiva. Y además, ¿a quién iban a cobrársela?

40

Con las manos en la masa

…donde realAlbert encuentra una conexión…

Hay algo extrañamente dulce y anticuado en el mundo electrónico de la «inteligencia artificial» y las imágenes generadas por ordenador.

Vale, mi generación tiende a menospreciar a los antiguos hackers y cibergenios, muchos de los cuales todavía se aferran a su vana fe en la trascendencia digital, un sueño equívoco de máquinas super-inteligentes, personalidades descargadas y mundos virtuales más reales que la realidad. Se ha convertido en un chiste.

Peor; se ha convertido en otro hobby.

Sí, confieso que me encantan estas cosas. Recorrer la Vieja Red en busca de información oculta. Pasar de una cámara a la siguiente. Emplazar pequeños microavatares que vayan zambulléndose en bases de datos tan cargadas de sedimentos de más de un siglo de capas de gigabytes que tus emisarios de software vienen equipados con picos y palas. Casi siempre tienes que especificar exactamente lo que estás buscando para que extraigan algo útil.

A pesar de todo, con paciencia y persistencia se encuentran joyas. Como el hecho de que Yosil Maharal trabajara como asesor muy bien pagado del Dodecaedro.

Encaja: Maharal era un experto en almística de fama mundial, conocido por su original pensamiento. Naturalmente, los dodecs (y quizás incluso el equipo del presidente en la Casa de Cristal) habrían consultado con Maharal, para sondear la siguiente etapa. Para ver qué está por venir. Dilucidar qué nuevas tecnologías pueden estar ya en manos de enemigos potenciales. Maharal también era un consejero importante y un diseñador de primera cuando plantaron este gigantesco ejército de golems de batalla de reserva en las profundidades del Campo Jesse Helms.

Descubrí todo esto mientras usaba el datapuerto seguro al que nos nevaba el ídem de Chen, antes de que Ritu desapareciera. Antes de que yn tuviera que hacer desaparecer al pequeño recolector de impuestos simiesco. Las cosas estaban feas ahora, sin compañía, aunque la soledad me permitía concentrarme sin interrupciones.

Parece que le dieron a Maharal carta blanca, advertí, agitando los dedos y las manos bajo el ultraseguro chador gubernamental. Varios globovisores crecieron y se encogieron, respondiendo al movimiento de mis ojos. Uno mostró un mapa de superficie de la región que recogía la base del Ejército con sus instalaciones de entrenamiento, relajación, curtido e imprintación, además de los cercanos hoteles de cuatro estrellas que sirven a los ansiosos fans. Un poco al suroeste, más allá de una montaña, se encuentra el campo de batalla en sí mismo, donde los equipos nacionales combaten por la gloriay por zanjar disputas sin derramamiento de sangre. En una región con tantos cráteres como la Luna, se ha sacrificado un trozo del desierto por el deporte y por librar de la guerra al resto del planeta.

Eso es lo que sabía el público.

Sólo que ahora yo podía seguir el laberinto de túneles y cavernas situados bajo la base, encaminándome en dirección contraria. Una fortaleza secreta creada para un vasto ejército de guerreros listos-para-servir. Algunas secciones estaban claramente indicadas. Otras zonas eran meramente vagos contornos en el mapa, oscurecidos para indicar capas más secretas, y exigían claves de acceso y verificadores de identidad de los que yo carecía. No es que me importara. Las cuestiones de seguridad nacional no me interesaban. Lo que llamó mi atención fue el hecho de que aquella red de cuevas creadas por el hombre se extendiera hacia el este, más allá de la zona militar formal, por debajo de tierras privadas y del Estado.

En dirección a meseta Urraca, vi el destino al que Rita y yo nos dirigíamos cuando salimos el martes por la noche.

¿Coincidencia? Yo ya había empezado a sospechar que Yosil Maharal escogió el lugar de su cabaña de vacaciones con gran cuidado, hace muchos años.

Retortijones corporales me obligaron a quitarme el chador y pasar a las anticuadas vistapantallas, para poder beber y comer mientras trabajaba. Por fortuna, esa parte de la caverna era también un Enclave Nacional de Liderazgo, un hábitat preparado para altos cargos del Gobierno, por sise producía alguna emergencia. A primera vista, las latas y paquetes parecían intactos, pero faltaban unos cuantos al fondo, como si alguien hubiera estado saqueando la despensa y colocando con cuidado los artículos intactos delante para ocultar el pillaje. Me serví mi primera comida plenamente satisfactoria en dos días (mis impuestos bien invertidos, supuse) más una doble jarra de burbujeante Sueño Líquido. Eso ayudó un montón. Con todo, deseé ser negro en vez de marrón orgánico. Me concentro mucho mejor cuando soy ébano.

—Superpón el emplazamiento de la cabaña que posee Yosil Maharal —ordené.

El lugar destelló inmediatamente en pantalla: una mota ámbar al final de una carretera serpenteante. Si le pedía que se acercara más, el ordenador mostraría recientes tomas aéreas de la casa y el camino, o incluso catalogaría la vegetación cercana por especies y perfiles de reflectividad clorofílica. La cabaña se encontraba situada unos pocos kilómetros al este, más allá de los límites de la base golem subterránea, separada de mi actual situación por una altiplanicie oblonga. Ya no creí más en las coincidencias.

—¿ Qué te parece, Al? —murmuré para mí—. ¿Venía Maharal dando un paseo desde esa meseta, para llamar ala puerta principal? No, ése no era el estilo del profesor. ¡Iba y venía sin dejar rastro, así era el doctor Yosil! Incluso una puerta trasera habría permitido detectarlo y observarlo cada vez que bajaba aquí a saquear el depósito del Gobierno o hacerse con otros artículos para sus planes… sean cuales sean. Demonios, cualquier fan de la guerra con un zángano voyeur podría haberlo localizado, de salir a la superficie.

No, continué en silencio. Si el profesor Maharal hubiera estado entrando en la base, lo habría hecho siempre por medios ocultos.

Golpeando repetidas veces con el dedo en el mapa-globo, ordené:

—Avatar, encuentra datos microsísmicos de la subregión indicada. Usa una correlación tomográfica Sclulman-Watanahe para localizar pasadizos subterráneos no localizados que conecten este emplazamiento con ése.

El programa de inteligencia militar que yo había hackeado era bastante bueno. Sin embargo, respondió, sin capacidad o sin ganas de obedecer:

—La zona en cuestión fue sometida por última vez a un estudio sísmico detallado hace ocho años. En esa época, no existía ningún pasadizo subterráneo en la zona indicada. Desde entonces, la sismometría sistemática en la región especificada se ha limitado a observar los intentos de penetración en la zona por parte de intrusos no autorizados. No se ha detectado ningún túnel de acceso.

Bien. No había ningún pasadizo oculto a través de la meseta cuando se estableció la base secreta, ni rastros de extraños que intentaran entrar desde entonces. ¿Estaba sacudiendo el árbol equivocado? —Espera un minuto.¿Qué hay de actividad de excavación desde dentro de la base hacia fuera?