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Tuve que reformular la pregunta varias veces, obligando al avatar a reexaminar el archivo del sistema de seguridad en busca de temblores y vibraciones sónicas en las capas de roca adyacentes.

—¿Qué hay de las zonas en el perímetro de la base con niveles de actividad sísmica superiores a lo normal?

—No ha habido ningún nivel de actividad inexplicada superior al quince por ciento de lo normal.

Mierda. Se acabó esa idea. Lástima. Parecía buena.

Estaba a punto de renunciar… y entonces decidí insistir un poco más. —Muéstrame la actividad de lugares de nivel superior con explicaciones aceptadas.

El mapa de las instalaciones subterráneas y sus inmediaciones floreció ahora con bandas superpuestas de color, mostrando picos de ruido sónico y sísmico durante los últimos años.

—Ahí —señalé. Una zona en el perímetro se amplió, rodeada de ondulaciones rojas y anaranjadas. Había una notificación adjunta, sellada y estampada con la fecha, explicando que se había ordenado un programa de taladración, para probar la calidad de las aguas subterráneas.

¡Pero una comprobación en la oficina de protección medio-ambiental de la base no aportó ningún dato de esas muestras! Aún más, la zona en cuestión estaba en el punto exacto más cercano a meseta Urraca.

Bingo.

—Bien, Ritu. Tu padre hackeó el sistema de seguridad militar y falsificó los permisos de variación sísmica. La tapadera necesaria para abrirse camino hasta el corazón de este sitio. ¡Impresionante!

»Naturalmente, todavía tuvo que cavar hacia afuera desde el interior, en vez de acercarse desde el exterior. ¿ Qué hizo Maharal, meter de tapadillo un equipo zapador?

No, había una explicación mejor. Una forma más fácil de hacer el trabajo.

Pensé en comprobar el inventario principal de la base, para ver si alguien había estado saqueando los almacenes de golems, llevándose algunos de los repuestos de soldados para usarlos en trabajos de mninería. Pero esos auditores que Chen había localizado en la armería… estarían accediendo también al sistema de inventario ahora mismo podrían darse cuenta de que yo estaba fisgoneando al mismo tiempo, con portal seguro o sin él.

Era mejor ir en persona, entonces. Para ver adónde me llevaba aquel camino.

Iba a desconectar; pero vacilé. Mis ojos corrieron entre los hermosos glohovisores que flotaban sobre la mesa, cada uno de ellos respondiendo a mi atención hinchándose y haciéndose más grandes, ansiosa, voluptuosamente. Enlazado de nuevo al ancho mundo, sentí que me atraía, me llamaba, me tentaba con oportunidades…

Contactar con Clara y hacerle saber que estaba vivo.

Acceder al depósito de emergencia de NeIl.

Comunicar con el inspector Blanc y averiguar qué había de nuevo en el caso de Beta.

Comprobar los informes policiales y de las compañías de seguros sobre el intento de sabotaje en Hornos Universales, y averiguar si yo seguía siendo el «principal sospechoso».

Ponerme en contacto con Pal y hacer que enviara un ejército entero de sus maravillosos ídems de asalto-y-huida, para ayudarme cuando me internara (vulnerablemente real) en territorio peligroso.

Pretendía hacer todo esto y más cuando le pedí al pequeño idsimio de Chen que me buscara un puerto de acceso seguro. Pero ahora me contuve.

Contactar con Clara podría servir solamente para implicarla en mis acciones, arruinando quizá su carrera.

¿El depósito de Nell? ¿Qué podría contener que no supiera ya? Todos mis ídems habían desaparecido hacía días. El último (un sarcástico ébano) fue convertido en fragmentos supersónicos de cerámica el martes a eso de medianoche. Como nadie más sabía cómo acceder al depósito, comprobarlo sería una pérdida de tiempo. Peor aún, podría alertar a mis enemigos.

En cuanto al ataque a HU, la culpa parecía estar desviándose ya. Noticiarios abiertos mostraban ahora una redada (dirigida por Mane de la AST, nada menos) que echaba abajo las puertas de un bar cerrado recientemente en el idemburgo, el Salón Arco Iris. Una fea historia de conspiraciones, doble juego y suicidio ritual se desgranaba rápidamente. Una imagen perturbadora mostraba a una mujer carbonizada, rodeadapor sus propias ídems calcinadas, como en la pira de algún potentado vikingo partiendo al Valhalla con una escolta de esclavos sacrificados.

Otra imagen mostró a la maestra del Estudio Neo, Gincen Wammaker, que espantaba las cámaras voyeur que zumbaban alrededor de su elegante cabeza mientras negaba haber tenido ninguna relación con la conspiración, y gritaba: «¡Me han implicado!»

Eso me hizo reír… Hasta que recordé lo que significaba. Yo no era el único pardillo, ni el único hombre de paja. Por toda la ciudad se iban desacreditando desde los chalados religiosos, pasando por el movimiento de emancipación ídem hasta los suministradores de perversiones como la maestra. Sin embargo nadie mencionaba los tres nombres que más me preocupaban. Beta. Kaolin. Maharal.

Grabado a fuego en la’ memoria, todavía podía ver aquel golem platino que apareció de pronto en la carretera desierta para eliminarme. ¿Por algo que yo sabía? O quizá por algo que estaba a punto de averiguar, probablemente relacionado con el exsocio y examigo de Kaolin, con quien ahora estaba en guerra. De algún modo, me había visto pillado en una lucha desesperada entre genios locos. ¡Y ni siquiera importaba que Yosil Maharal estuviera muerto! Hoy en día la simple muerte no constituye ninguna garantía. De hecho, podía sentir el alcance de Maharal, extendiéndose más allá de la tumba, manteniendo la guerra en alza. Empujando al magnate a tornar medidas desesperadas.

Más concretamente, Maharal había ayudado a diseñar esta misma instalación en la que yo estaba sentado. Dada su aptitud para las artimañas, el padre de Rito podía haber preparado un montón de trampas para los incautos. Sobre todo si te detenías demasiado tiempo en un sitio. Era mejor ser un blanco móvil. Por mucho que quisiera quedarme y estudiar las noticias, sondeando la Red en busca de detalles, en realidad ya era hora de que me pusiera en marcha.

Plegué el chador gubernamental bajo mi cinturón y me dirigí hacia el este siguiendo un pasillo que había visto en el mapa, un pasillo que supuestamente debería terminar a unos ciento cincuenta metros de allí, en un gran almacén, después del cual sólo habría sólida roca.

Sólo que no era únicamente un almacén.

Cierto, contenía estantes que se sucedían interminablemente cargados de componentes mecánicos y herramientas, y congeladores con cientos de repuestos ídem, todavía pastosos y sin imprimar, listos para ser utilizados por el presi y los dodecs si alguna vez venían a esconderse aquí.

A simple vista, todo parecía normal.

Pero mi vista no era simple en ese instante. El uniforme de explorador que llevaba tenía unos bonitos escáneres infrarrojos, detectores de pautas y Dopplers que mostraban remolinos y agitaciones en la forma que el aire ocupaba la sala. Yo no era ningún experto en el uso de ese material, pero tampoco estaba completamente en blanco. Aprendía sobre la marcha. De todas formas, era obvio a qué pared había que acercarse.

Las aromabas sísmicas emanaban de algún lugar cercano.

No esperaba encontrar ningún signo evidente de un túnel, pero el lugar estaba inmaculado. Filas de altos armarios cerrados cubrían la pared en cuestión, sin ningún signo de que hubiera nada detrás, aparte de piedra pelada.

« ¿Qué armario debería probar? —me pregunté—. Aunque elija correctamente, ¿cómo lo atravieso? ¿Y qué defensas puede haber al otro lado?»

Los indicadores de los instrumentos no mostraron mucha diferencia de un armario a otro. No había rastros de frío aire subterráneo filtrándose desde el otro lado. Ninguna firma calorífica delatora.