Maharal se habría asegurado de que las patrullas de seguridad no vieran nada que despertara sospechas. Incluso en su arrogancia, ¿imaginaba el profesor que podría engañar a la ZEP y a todos los Estados Unidos de América? El encubrimiento era el único aliado de Yosil. No era extraño que se esforzara tanto desarrollando esa habilidad.
Acaricié la pequeña arma que llevaba el uniforme, un láser ajustable para ser utilizado como herramienta por un obrero o como arma por un francotirador. Cortar los cerrojos no sería ningún problema, ni los fondos de cada armario hasta encontrar un pasadizo oculto… o descubrir el fallo en mi razonamiento. ¿Y los sensores o las bombas trampa? ¿Encontraría el modo de atravesar la entrada sin alertar a quien-quiera que acechara al otro lado de meseta Urraca?
« ¡Sigues pensando y actuando como si Maharal continuara vivo!» Si había un túnel estaría polvoriento y en desuso, sobre todo desde que el profesor se estrellara y se muriera el lunes. Sus golems residuales se habrían deteriorado, dejando un santuario silencioso sin nadie para defender sus secretos.
«Parece lógico. ¿Estás lo bastante seguro para arriesgar tu vida?» Aunque Maharal estuviera muerto, Kaolin había demostrado estar en activo, ser hostil y estar dispuesto a hacer casi cualquier cosa. ¿Y si el multibillonario ya estaba allí, esperando al otro lado?
Se me ocurrió otra idea mientras reflexionaba sobre mi próximo movimiento, un consejo queme ofreció Clara una vez: «En caso de duda, trata de no pensar como el héroe atontado de alguna pelid idiota.»
Correr hacia el peligro era uno de esos tópicos cinematográficos sobreexplotados, religiosamente suscrito por ocho generaciones de productores y directores con encefalograma plano. Otro era: « El héroe siempre debe entender que las autoridades son malvadas, o inútiles o que no entienden nada. El hecho de que a tu protagonista nunca se le ocurra pedir ayuda contribuye a sostener el argumento.»
Yo había estado actuando según ese credo desde hacía dos días. Y, bueno, ¡después de todo, los polis me perseguían! Oficialmente como «testigo material», pero estaba claro que habían preparado que me echaran la culpa del intento de sabotaje en Hornos Universales. Por no mencionar el hecho de que alguien había intentado hacerme volar por los aires.
¡Dos veces!
A pesar de todo, las cosas estaban cambiando. La policía y el Ejército estaban indudablemente inquietos por el ataque con el misil. Sin duda algunos de ellos eran lo suficientemente honrados y competentes para darse cuenta de que había más de lo que parecía en aquel asunto, a pesar de las apariencias. ¿Y si les mostraba cómo Maharal había hackeado el sistema, allí, en la base, abusado de su confianza y creado una entrada trasera para su uso personal? Eso contribuiría a limpiar mi nombre. ¡Incluso podían darme una recompensa por chivato!
¿Y si me diera por telefonear a mi abogada? Que ella convocara una reunión. El comandante ele la base, un comisionado de la Unidad de Protección Humana y un Testigo Justo licenciado para que nada quedara oculto… Sería un profundo alivio contarlo todo. Toda la historia, tal como yola conocía. Sólo soltarlo. Y que los batallones de profesionales se encargaran de todo a partir de entonces.
Y sin embargo, la idea me daba retortijones. ¡No estaría bien!
Yo todavía funcionaba gracias a una mezcla de hormonas de furia y de combare: nada más podría haberme mantenido estos últimos días. La indignación es una droga que arde con fuerza durante mucho tiempo. Y que sólo se puede experimentar adecuadamente en tu cuerpo real.
Yo contra Beta. Yo contra Kaolin. Yo contra Maharal. Tipos malos, todos ellos, cada uno a su modo brillantemente maligno. ¿No me convertía su odio en el héroe? ¿En su igual?
Esa observación sardónica me hizo dar un paso atrás.
Me ayudó a decidirlo que tenía que hacer.
«Un héroe es alguien que hace el trabajo, Albert —me había dicho Clara tuna vez—. Con valentía cuando es necesario. El valor es un último recurso admirable, cuando la inteligencia falla.»
«Vale, vale», pensé, sintiendo que la humildad me llenaba de una sensación de alivio.
Un hombre debe conocer sus limitaciones y yo había rebasado las mías.
«¡Demonios, ni siquiera soy rival para Beta! Kaolin y Mallará están claramente en otra liga.
»Muy bien. Es hora de ser un buen ciudadano. Hagámoslo»
Preparándome ya para el largo interrogatorio que me esperaba, extendí la mano hacia mi chador-teléfono prestado. Empecé a volverme… pero retrocedí sorprendido.
¡Una alta figura avanzó hacia mí surgiendo de las sombras!
La enorme forma humanoide salió del otro lado de un autohorno cercano avanzando hacia mí con ambos brazos extendidos.
El visor del uniforme de explorador destelló con diagramas de amenaza, cubriendo la silueta del golem con auras ardientes y símbolos entremezclados que tal vez habrían significado algo para un soldado entrenado. Pero la llamativa corriente de datos sólo me llenó de confusión. Me aparté el visor de la cara…
E inmediatamente fui golpeado por oleadas de olor. Barro recién horneado, bastante agrio. El fuerte olor podría haberme advertido si no hubiera estado confiando en el equipo militar, en vez de en mis sentidos.
— ¡Alto! —advertí, soltando el chador, que se enredó en la funda de mi arma. Tras soltar por fin el láser, traté frenéticamente de encontrar el seguro. Mi pulgar herido, resbaladizo de sudor, mc patinaba y los guantes no mejoraban la situación.
— ¡No te acerques más! ¡Dispararé! —
El golem siguió avanzando, emitiendo un gruñido bajo. Tenía algún defecto… quizás una imprimación defectuosa o una cocción demasiado rápida. ¡Fuera cual fuese la causa, no frenaba su avance ni se detenía para hablar racionalmente!
Tenía que tomar una decisión.
«Intenta esquivarlo. O dispara. No puedes hacer ambas cosas.»
El seguro chasqueó. La pistola súbitamente latió llena de tranquilizadora energía. Decidí.
Un rayo caliente brotó hacia el golem, le cortó un brazo, le hirió el torso.
Reacciono con un rugido y atacó. La pesada figura choco contra mientras yo alzaba un brazo Mala elección.
41
¡Oh, no, señor manos!
—¿Sabías, Albert, que las primeras formas de vida puede que estuvieran hechas de barro?
El maldito fantasma de Yosil no deja de hablar. Sigue farfullando mientras el tormento infligido por su aparato estirador de alma empeora por momentos.
Ansío desesperadamente ahogar a su espectro gris. Exorcizar su antinatural acoso. Enviarlo a reunirse con el hacedor al que traicionó y destruyó, hace días.
Naturalmente, eso es lo que quiere: ¡mi furia! Para darme algo en lo que concentrarme. El dolor será un centro en torno al que giraré, mientras todo lo demás se derrumba.
—La idea se le ocurrió a un escocés, Albert, hace casi un siglo, y realmente fue algo muy inteligente.
»En aquella época, los biólogos habían acordado que un rico caldo de componentes orgánicos debía de haberse formado en la Tierra, casi en cuanto el planeta se enfrió lo suficiente para que hubiera océanos líquidos. Pero ¿qué pasó luego? ¿Cómo se organizaron todos aquellos inquietos aminoácidos en células ordenadas y autorreplicantes? ¡Las células que contienen el ADN y el sistema para la reproducción no aparecieron sin más! ¡Algo las empujó para que empezaran!
»Ese algo pueden haber sido enormes lechos de barro semiporoso que cubrían los fondos marinos, ofreciendo una enorme gama de superficies pautadas para proteger los crecientes racimos moleculares.