Proporcionando moldes para los primeros organismos. Enviando a unos cuantos al camino de la grandeza.
El fantasma gris de Maharal se pavonea, golpeándose el pecho.
—¡Sólo que ahora el camino ha trazado un círculo completo, pues regresamos a nuestra forma original! ¡Ya no somos orgánicos, sino criaturas esculpidas con la propia carne mineral de la Madre Tierra! ¿No te parece interesante?
Lo queme interesa es salir de aquí, sobre todo cada vez que la maquinaria envía otra oleada de compulsión por mi espalda, lanzándome contra las ataduras, haciendo que desee rodear con estas manos el cuello de idYosil. ¡Retorceré tanto sus huesos nomuertos que ninguno de sus átomos volverá a encontrarse de nuevo!
De algún lugar cercano… más cerca que cercano… llega una vibrante respuesta.
«Amén, hermano.»
La voz no es imaginaria. Sé que es del pequeño golea anaranjado, el que Maharal imprintó a partir de mí hace unas horas. Ahora sus pensamientos acuden en tropel, hinchándose y desvaneciéndose, mezclándose con los míos. Debe de ser parte del complicado experimento de idYosil, que parece muy complacido. Ahora que se ha establecido un vínculo, la siguiente fase es un test de memoria. ¿Hasta qué punto puedo recordar cosas que «yon nunca he aprendido?
Con un gesto, envía un centenar de burbujas de imágenes que flotan ante mis ojos, mostrando desde paisajes lunares al último partido de robohockey. Mi mirada no puede dejar de fluctuar entre las imágenes, concentrándose involuntariamente en unas cuantas que me resultan familiares. Algunas burbujas destellan mientras reconozco sus contenidos…
Una vasija griega que contuvo vino de la era de Pericles… Una rolliza figura de Venus del Paleolítico…
Una estatua de terracota de tamaño natural de un antiguo soldado chino, obsequio del Hijo del Cielo a Yosil por su trabajo en las excavaciones en Xi’an…
No sólo reconozco las imágenes, recuerdo que me mostraron los originales en el museo privado de Maharal. ¡De algún modo, el Pequeño Rojo me está suministrando recuerdos sin utilizar un cribador cerebral ni gruesos criocables! Cargamos de uno al otro, a pesar de estar separados por veinte metros y una gruesa pared de cristal.
Así que no trata sólo de querer hacer copias id-a-id. Ni es otro proceso industrial para Hornos Universales. Manual está ¡mentando conseguir otro logro. ¡Algo más grande!
El fantasma gris parlotea entusiasmado por los resultados del test de memoria. Durante un rato le complace más que darme un sermón sobre la barroevolución. Cierro los ojos y trato de anular el sonido de su voz penetrante. ¡Domino la irritación y la furia! Obviamente él quiere que me distraiga el odio, un estado emocional fácil de modelar y controlar. Tan puro que puede romper la contención de un solo receptáculo. Un solo cuerpo.
Debo resistir. Sólo que es muy difícil no odiar. Cada pocos minutos, su repulsiva máquina roza mi equipamiento pseudoneuronal, punzando agónicamente mi cuerpo sintético, provocando el reflejo salmón, esa ansia por ir a casa. Por regresan Con mi original. Un original que él destruyó con un misil el martes a medianoche.
Es lo que le dijo al Pequeño Rojo. Que me asesinó. Para hacer funcionar este experimento, eliminó el «ancla» con mi yo orgánico esperando forzar a dos copias mías una hacia la otra.
Lo entiendo. Su objetivo es hacer que una Onda Establecida reverbere en el espacio libre. Es un logro, sí. Como hacer que un electrón ocupe toda una habitación con un único, prodigioso estado cuántico. Pero ¿por qué? ¿Qué sentido tiene?
No persigue un Premio Nobel. No cuando tuvo que suicidarse y matar para llegar a este punto. ¿Está tan loco que espera poder mantener el secreto indefinidamente? Hoy en día los secretos son como los copos de nieve: escasos y difíciles de conservar.
Tiene que haber algo más en juego. Algo que planea llevar a término.
Siento el acuerdo del Pequeño Rojo… mi otra mitad. Cada vez que la gran máquina late, nos sentimos más cerca. Más como una sola persona, reunida. Y sin embargo…
Sin embargo hay algo más. Algo fuera de nosotros. Algo a la vez familiar y extraño al mismo tiempo. Sigo captando lo que parecen ser ecos… como reflejos brillantes, dispersos en charcos distantes. ¿Son parte del plan de idYosil?
Tal vez no.
Eso me hace sentir un poco de esperanza.
—Muy bien, Albert —arrulla el loco gris, escrutando varios indicadores—. ¡Tus perfiles de estado observador son excelentes, viejo amigo!
Se inclina sobre mí, tratando de mirarme a los ojos.
—He realizado este experimento incontables veces, Albea, tratando de crear un almarresonancia autocontenida entre dos Menas casi idénticos. Pero mis propias copias nunca funcionaron… el campo del ego es defectuoso, ¿sabes? Demasiada autodesconfianza. Una tendencia heredada, me temo. Una tendencia a menudo asociada con el genio. —Si tú lo dices —replico. Pero Yosil me ignora y continúa.
—No, mis propios golem-yoes nunca sirvieron. Lo primero que necesité fue a alguien que copiara limpiamente. Por eso empecé a secuestrar a tus ídems, hace años. Pero no fue fácil, sobre todo al principio. Estuve a punto de meter la pata varias veces y tuve que destruir a tus grises, para que no escaparan. Me obligaste a aprender una nueva gama de habilidades, Albert. Pero con el tiempo pudimos empezar a trabajar en serio.
»E hicimos bastantes progresos, ¿verdad?
Me da una palmadita en la mejilla y debo redoblar mis esfuerzos para contener la furia.
—Naturalmente, no lo recuerdas, Albert —continúa—. Pero en mis manos exploraste nuevo territorio espiritual. Parecíamos destinados a hacer historia juntos, nosotros dos.
» ¡Entonces tropezamos con una barrera! El Efecto Observador del que te hablé, ¿recuerdas? Tu original seguía influenciando desde lejos el alma-campo, anclándote a este plano de realidad, interfiriendo cada vez que trataba de elevar la resonancia de estados parejos a un nuevo nivel. Con el tiempo, me di cuenta de qué era lo que hacía falta para resolver el problema.
»¡Tenía que eliminar al Albert Morris orgánico! —IdYosil sacude tristemente la cabeza—. Pero descubrí que no podía hacerlo. No mientras mi propio cerebro orgánico estuviera lastrado con tantas cargas: consciencia, empatía, principios éticos… junto con la preocupación continua de ser capturado. Fue enormemente frustrante. ¡Me odié ami mismo por ello! ¡Ahí estaba yo, con tina posible solución y las herramientas para hacer el trabajo a mano, pero sin voluntad!
—Mi… más profunda compasión por tu problema.
—Gracias. No fue lo peor. Pronto, mi socio y amigo, Eneas Kaolin, empezó a presionar exigiendo resultados, profiriendo amenazas. Avivando mi tendencia natural a la paranoia y el pesimismo. iY que nadie te diga que reconocer y aceptar esos sentimientos hace que desaparezcan! Ilógicos o no, siguen reconcomiéndote.
»Empecé a tener sueños, Morris. Sueños sobre una posible solución a mi dilema. Sueños de muerte y resurrección. ¡A la vez me asustaban y me entusiasmaban! Me pregunté… qué estaba intentando decirme mi subconsciente.
»Entonces, el domingo pasado, me di cuenta de pronto de lo que significaban los sueños. Se me ocurrió mientras imprimaba una nueva copia… esta copia, Albert —IdYosil vuelve a golpearse el pecho—. En un instante lo vi todo, en toda su gloria, y supe lo que había que hacer.
Con los dientes apretados, consigo gruñir una respuesta.
—RealYosil también lo vio. Apuesto a que al mismo tiempo. El gris se ríe.
—Oh, es verdad, Albert. Y debe de haberse sentido aterrado, porque mantuvo la distancia después de eso, evitando a esta copia. Incluso cuando trabajábamos juntos aquí, en el laboratorio. Pronto, puso una excusa para ir a la cabaña. Pero yo sabía qué tenía en mente. ¿Como podía no saberlo?