– -Es Mark --dijo Hattie--. Alguien lo ha matado.
8
Unidad móvil de detección criminal, se podía leer en la furgoneta azul y blanca estacionada frente al bufete. Los coches policiales bloqueaban la calle. Un grupo de periodistas se apelotonaba contra la cinta amarilla del cordón policial. Pasé por debajo de ella y me abrí paso hasta la puerta de entrada mostrando mi documento de identidad a los policías que intentaban apartarme de Mark.
Cuando llegué, hacía rato que se lo habían llevado a hacerle la autopsia. La mera idea me trastornó. No podía responder ni hablar con sensatez cuando un policía uniformado empezó a hacerme preguntas. Mark. Me había ido de su lado. Lo había insultado. Esas serían las últimas palabras que había oído de mis labios. Ni tan siquiera le había dicho adiós.
– Pase, señorita Rosato -me decía el agente uniformado-. Los de homicidios quieren hablar con usted. -Me hizo entrar en la casa mientras las cámaras filmaban sin cesar.
Dentro parecía un manicómio. Marshall estaba cerca de la ventanilla de recepción, sollozando y abrazada a Amy Fletcher. Wingate estaba postrado en el sofá con una camiseta en la que ponía: viajando en aquel tren; se le veía pálido y macilento, y junto a él estaba Jennifer Rowlands, con las mejillas húmedas por las lágrimas.
Renee Butler hablaba con Jeff Jacobs en la biblioteca y me miraron de forma extraña cuando el agente me acompañaba por el pasillo. Sentí que me apretaban fuertemente el hombro.
Era Grady Wells.
– -¿Estás bien, Bennie? --preguntó. Llevaba el traje gris y la corbata estampada, pero tenía los ojos ligeramente enrojecidos tras las gafas.
– -Grady, qué locura.
Trató de separarme del policía.
– Quiero hablar con la señorita Rosato un minuto, agente.
El policía puso una mano sobre mi otro hombro.
– Ahora no. El teniente Azzic quiere hablar con ella.
– Este es un bufete jurídico que tiene que seguir su actividad pese a la investigación.
– El teniente está esperando…
De repente, Grady me liberó del policía y me hizo pasar delante de una Marshall consternada. Traspasamos la puerta del despacho detrás de la recepción y Grady la cerró con llave.
– -Bennie, escucha -dijo cuando estuvimos a solas-. Anoche Mark fue apuñalado. En su despacho.
– -Dios santo. --Me senté junto a los teléfonos.
– -Ahora atiende. No tienen el arma homicida, no tienen nada. Han estado llamando a tu casa toda la mañana. Quieren tus huellas dactilares; quieren hablar contigo. ¿Dónde has estado?
– -En casa de mi madre.
– -¿Y anoche?
– -Creo que fui la última en salir. Cerré con llave.
– -El asesinato tuvo lugar alrededor de las doce. Oí que; lo decía el ayudante del fiscal. ¿Dónde estabas ayer a medianoche?
– -En el río, remando, ¿por qué? --Me sentía aturdida,
casi mareada. Estaba remando cuando mataron a Mark. Tendría que haber estado a su lado. Podría haberlo evitado, fuera quien fuera el asesino--. ¿Quién lo hizo? ¿Cómo entró?
– -No ha habido violencia y no se han llevado nada. La policía piensa que tú mataste a Mark, Bennie. Eres la principal sospechosa.
– -¿Qué? -…Experimenté una sacudida, un segundo terremoto después del golpe inicial--, ¿Yo?
– -La policía quiere interrogarte, pero no puedes hacerlo sin un abogado. Déjame que te represente. Puedo hacerlo.
Todo sucedía a un ritmo vertiginoso. Mark, muerto. Y ahora, esto.
– Grady, no necesito a un abogado. Yo no maté a Mark.
Se oyeron golpes en la puerta.
– Escucha, Bennie, piensa -dijo Grady tocándome un hombro-. Fuiste la última que estuvo con él. Tú cerraste la oficina, por tanto, quien haya entrado tenía la llave o Mark le dejó entrar.
– -Eso no significa que…
– -Están interrogando a los asociados, llevándolos a la comisaría central. Ya lo han hecho conmigo. Yo llegué a primera hora. Todos han contado la trifulca que tuviste con Mark. Wingate en especial, pues lo oyó todo. La policía sabe que Mark te dejó por Eve y que quería disolver R amp; B. Tú eres la que tiene un motivo, y si no dispones de una buena coartada, el asunto se complica.
Cerré los ojos. ¿Cómo podía haber sucedido esto? El corazón me latía con fuerza.
Se oyeron fuertes golpes en la puerta.
– ¡Espere un momento! -gritó Grady-. Bennie, deja que te represente. No pueden interrogarte sin un letrado presente.
– Me puedo representar a mí misma.
– ¿Has perdido el juicio? A la policía le has costado una fortuna; han caído cabezas por tu culpa. No, ahí fuera tienen los cañones preparados. Aplazaré los casos de mis clientes y cuando la policía formule la acusación contra ti…
– ¿Acusarme a mí? -exclamé con un nudo de pánico en la garganta-. ¿Cómo pueden acusarme? ¿Qué pruebas tienen? ¡Por todos los santos, yo no lo hice!
– Bennie, piensa un poco -me dijo cogiéndome de un brazo-. Necesitas ayuda ahora mismo; estás metida en un buen lío. No he llevado muchos casos de homicidio, pero conozco los detalles a fondo y puedo actuar ante un tribunal. No sería testigo de cargo, no tendría que declarar lo que puede declarar cualquier asociado. Por tanto, contrátame. Estoy aquí y dispuesto.
El pomo de la puerta giró de un lado al otro devolviéndome a la realidad.
– -Se nos acaba el tiempo, Bennie. Di que sí. Ahora.
En un abrir y cerrar de ojos, pasé de ser abogada a cliente. Traté de escuchar a Grady mientras discutía con el policía uniformado, pero estaba desorientada, conmocionada por la muerte de Mark y la presencia policial. La última vez que vi a un uniformado en la oficina fue para interrogarlo. Ahora ellos iban a por mí. Las cosas habían cambiado. El mundo se había vuelto del revés.
– No hay ninguna razón para interrogarla en la central -decía Grady tratando de persuadir al agente Mullaney, un burócrata con bigote.
– No es decisión mía, señor Wells. Son órdenes del teniente Azzic. Me ordenó que estuviera con la señorita Rosato hasta que él la lleve a la central.
– La señorita Rosato tiene que ocuparse de varios clientes, muchos de los cuales tienen preguntas que hacer sobre el bufete y sobre sus propios casos. No puede salir de la oficina esta mañana. Es la única titular que queda en Rosato amp; Biscardi.
– Mis órdenes son llevarla a la central.
– Dígale al teniente Azzic que tiene una hora para interrogarla hoy. Lo veré más tarde en la central. -Grady me cogió de un brazo y me sacó de la sala de espera.
– Bennie -exclamó Marshall compungida; casi se desmayó en mis brazos cuando pasamos a su lado.
– -Lo sé --le dije tratando de quitarme el nudo de la garganta. Le froté la espalda.
– Es horrible, espantoso -dijo sollozando-. Tan pronto como abrí la puerta, supe que algo iba mal.
– ¿Encontraste tú a Mark? -pregunté atónita.
– ¿Qué viste, Marshall? ¿De qué te enteraste? -preguntó Grady apartándola de mi lado.
– La cafetera… estaba enchufada. -Se secó los ojos con un pañuelo y trató de controlarse-. Estaba toda quemada, apestaba. Y la Xerox estaba en marcha… y los ordenadores de la planta baja. Todo. Pensé que alguien lo había encendido todo durante la noche y entonces subí al primer piso. --Se sonó la nariz--. Mark… estaba sobre su escritorio. Tenía la cabeza ladeada y pensé que se había quedado dormido, como él suele hacer.
Sí, era cierto.
– -Así que llamé para despertarlo, pero no se movió. Entonces fue cuando… vi la sangre. --Le volvieron las lágrimas--. ¡Tenía la camisa ensangrentada!
Intenté visualizar la escena. Mark sobre el escritorio. La camisa blanca. La sangre derramada. Era espantoso.