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– -Supongo que sí.

– ¿Podría Sam haber matado a Mark como venganza por haberte dejado? ¿Y de paso, hacer un montón de dinero?

– ¡Impensable! -Me recosté en el sillón-. Sam Freminet es la persona más buena del mundo. No lo conoces. Olvídalo. Es un buen intento, pero tu teoría hace agua, por todas partes.

Grady meneó la cabeza.

– -¿Le contaste a Sam que Mark quería disolver la firma?

– -¿Después de que me lo dijera Mark? Me fui directamente al río.

– ¿Sabes dónde estuvo Sam esa noche?

– Nunca sé dónde va de noche. Sale mucho.

Entonces me acordé de la reunión en su oficina.

– Pero me contó que había oído decir que algunos nuestros asociados renunciaban. ¿Sabías algo de eso?

– Nada más que lo que comentó Wingate, pero eso podría comprobar. ¿Crees que Mark le contó a Sam q iba a disolver R amp; B?

– No, Sam me lo habría comentado.

– -Pero no te dijo nada del testamento y tampoco comentó que fuera el albacea de Mark. Tal vez no se tanto sobre él como te imaginas.

– -Sé lo suficiente para darme cuenta de que toda conversación es demencial.

Grady tomó asiento, imperturbable.

– -Me gustaría llamar a Sam y averiguar dónde estuvo esa noche.

– -No lo harás.

– -Bennie, no disponemos de tiempo. Ya has Azzic. Presentará la acusación tan pronto tenga algo e que basarse, aunque sea mínimamente. ¿Y qué harás entonces? El asesinato es un delito sin derecho a fianza en Filadelfia. Irás directamente a la cárcel.

Me alarmé ante la simple idea de la cárcel de Muncy. Había ido allí a ver a algunos de mis clientes y siempre me había sentido aliviada cuando dejaba atrás la puerta de salida.

– ¿Estás tratando de asustarme, Grady?

– Así es. -Sonrió, pero yo no lo hice.

– Muy bien, de acuerdo, pero si alguien habla con Sam, debo ser yo.

– -Pero yo soy tu abogado y debo ser yo quien hable con él.

– -Tú no conoces a Sam. Es uno de los hombres más encantadores del universo; es voluntario en Acción Anti-sida. Se enfadó conmigo porque yo tenía un cliente que estaba contra la investigación sobre el sida. Él… -Me detuve a mitad de camino. Bill Kleeb. La amenaza de Eileen contra el director ejecutivo. Me había olvidado por completo. Miré la hora. Las siete. Me pregunté dónde estarían ahora Bill y Eileen, si habrían regresado a su apartamento. Si no podía encontrar al teniente Azzic, tal vez podría llamarlos allí. Me levanté y busqué el portafolios para dar con la carpeta.

– ¿Bennie? ¿Qué demonios estás haciendo? -me preguntó un atónito Grady mientras yo iba y volvía.

– Tengo que hacer otra llamada. -Encontré el número que me había dado Bill y lo marqué.

– ¿Ahora? ¿A quién? Estamos en medio de una conversación.

Levanté una mano cuando oí la voz de Bill.

– -¿Podemos quedar esta noche a las ocho? Es importante -le dije. Bill aceptó con ciertas reticencias; yo le dije dónde podríamos encontrarnos, no sin sentir una cierta intranquilidad.

– -¿Quién era? -preguntó Grady.

– Un cliente. -Puse la carpeta en el portafolios y lo cerré-. Tengo que irme. ¿Me acompañas hasta la puerta?

– ¿Qué cliente? ¿Adonde vas? -Se puso de pie.

– A encontrarme con un cliente. El de los derechos! de los animales, ¿de acuerdo? Quizá también con su novia.

– -¿Por qué?

– Tengo que hacerlo.

Grady se puso las manos en las caderas.

– -Bennie, soy tu abogado. Me gustaría saber de ti tanto como la policía y la prensa. Además, me prometiste dejarme ganar la siguiente batalla.

Tenía razón. Yo hubiera abofeteado a un cliente que se portara tan mal como yo.

– -Sólo quiero verlo, saber en qué anda metido. No puedo decir más porque es confidencial y no quiero liarte con este asunto.

– ¿Te preocupas por un cliente cuando te están investigando por asesinato?

Nos miramos a los ojos y no me sentí muy cómoda ante su mirada.

– Me preocupan todos mis clientes. Ya te habrás dad cuenta.

– ¿Por qué este cliente se merece una visita personal?

Porque yo quería saber si él y Eileen estaban comprando chucherías o explosivos, pero no beneficiaría nada a Grady si se lo contaba.

– Es un chico joven que necesita una ayuda extra.

– Bien. Yo soy una ayuda extra e iré contigo. -Toma la chaqueta de la silla y se la echó al hombro sujetándola con un dedo.

– -No puedes venir conmigo. Tienes que defender la fortaleza. --Abrí la puerta del despacho, pero Grady la volvió a cerrar.

– No lo entiendo -dijo con sus ojos azules y francos tras las gafas-. Sé cuánto te importa encontrar al asesino de Mark, pero te pasas el día haciendo otras cosas. Ahora sales disparada. ¿Estás rehuyendo la realidad?

– Tengo que poner en orden algunas cosas -dije, aunque sabía que tenía razón. De algún modo, la amenaza contra Furstmann era algo urgente para mí. Tal vez podría prevenir un crimen en compensación por ese otro frente en el que no podía hacer nada. O quizá me resultaba demasiado duro afrontar la muerte de Mark.

– -¿Sola?

– Grady, si todo va bien esta noche, resolveremos juntos este problema. Necesitas mi ayuda, estoy segura.

Lanzó una carcajada.

– Oh, sí, necesito tu ayuda. No sé cómo me las he arreglado hasta ahora sin ti. Ahora bien, ¿llamarás a Sam Freminet o lo tengo que hacer yo?

– Lo haré yo.

– -¿Pensarás también en quién pudo tener un motivo para matar a Mark? ¿Alguien enfadado con él? ¿Un cliente del pasado, o algo por el estilo?

– Sí, señor.

Sonrió.

– Así me gusta más.

– No te acostumbres.

– -No te preocupes. Llámame aquí o a casa si necesitas algo, después de tu cita o a cualquier hora. Haré mi investigación de coartadas. Me gustaría saber dónde estaban anoche los asociados a la hora en que mataron a Mark.

Me cogió por sorpresa.

– -¿Los asociados? Dios santo.

De repente, las ventanas se llenaron de una dura luz blanca. Los focos de la televisión a la búsqueda de buenas tomas. Grady miró hacia la ventana, ahora tan llena de luz pese a que ya anochecía.

– Me pregunto si nos enfocan con el teleobjetivo.

– Es lo más seguro. Vamos a saludar. -Me acerqué a la ventana; Grady me siguió.

– No les muestres el dedo esta vez -dijo él.

– -No tienes sentido del humor. -Miré por la ventana ¡ protegiéndome los ojos de la luz lacerante. Los periodistas inundaban la calzada y sus siluetas se recortaban contra la luz de las farolas.

Grady paseó la mirada por el gentío.

– La primera enmienda en funcionamiento -dijo, y yo sonreí.

– La mitad de ellos son clientes míos en casos de difamación. Defiendo su derecho a hacer exactamente que están haciendo. Y hago un buen trabajo.

– Cuidado con lo que deseas, ¿de acuerdo?

De acuerdo. Miré hacia el blanco resplandor preguntándome si la próxima vez que me enfocaran las cámaras no sería con motivo de mi arresto.

12

Se sentaron delante de sus vasos de plástico con agua y con aspecto de hambrientos. Si te vas a encontrar con vegetarianos para cenar, no lo hagas en un MacDonald's. No sé dónde tenía la cabeza cuando elegí este lugar. Tal vez la culpa la tenían la muerte de Mark, el teniente Azzic y la prisión de Muncy.

– -Os puedo pedir unas patatas fritas -dije en voz baja.

– -De acuerdo --respondió Bill, un poco alejado de Eileen. Si se habían reconciliado, la paz no era nada segura. Él vestía vaqueros y una camiseta blanca; las heridas mejoraban, pero lentamente. Le había bajado la hinchazón de la frente, pero allí estaba el corte, y el blanco de su ojo izquierdo continuaba enrojecido por la sangre.