– Es inteligente, Sam. Quiere ayudar.
– No es tan inteligente. ¿Por qué iba a matar yo a Mark, por todos los santos?
– ¿Por la comisión de albacea? ¿Las minutas? -Me sentí una imbécil incluso por sugerirlo. A Sam se le agotó la paciencia.
– ¡Vamos, nena! Necesito facturar como cualquier abogado, pero no mataría a Mark por eso. No mataría a nadie por eso.
– -Grady dice que también había una comisión por el fideicomiso. Asciende a un millón de dólares.
– -¡Oh, un millón de dólares! Eso es un cuento, Bennie. Es fantasía, no realidad. ¿Me lo preguntas de verdad? -Entornó los ojos, pero me dije que debía seguir insistiendo.
– Acabemos con esto, Sam. Si somos amigos, podemos hablar con entera libertad de cualquier cosa.
– Lo somos, ¿pero para que me insultes? Bennie, escucha, no necesito ese dinero. Estoy forrado. «¡Soy rico! ¡Soy millonario! ¡Soy un buen partido!», como diría Daffy. No necesito matar a un amigo por una comisión.
– Yo pensé lo mismo -dije a la defensiva, pero él se me acercó enfurecido.
– Quieres detalles. Te doy los detalles. Soy propietario de mi piso en Manchester. Mi primer hijo, el Porsche Carrera, cumplirá un año la semana que viene y lo compré al contado. Solo me tomo dos semanas de vacaciones al año, en South Beach, y nadie depende de mí, salvo el camarero cubano de The Harvest. Estaba con él la noche en cuestión, dicho sea de paso. Es una coartada muy firme. Si quieres verificarla, te doy su número de teléfono.
– No, Sam, no quería que fuera algo personal.
– En cuanto a mis activos, que Ramón afirma que son mi mejor virtud, este año ganaré unos trescientos mil, sin incluir los bonos de la bancarrota del First Federal. Están invertidos en once fondos y en algunas acciones en empresas de nuevas tecnologías.
– -De acuerdo, Sam. Ya es suficiente.
– -Sin embargo, tengo que hacer una confesión. --Levantó una mano--. Confieso que estoy metido hasta el cuello con Microsoft, pero Bill Gates me pone a cien.: No sé si me entiendes.
– Sam…
– Me encantaría penetrarlo en un gran acto de amor si no fuera por su cabello. Si se lo lavara de vez en cuando, me presentaba en Redmond en un abrir y cerrar de ojos.
– Mira, lo siento. De verdad. Ya es suficiente. Queréllate contra mí. Pégame un tiro.
– -Disculpas aceptadas --dijo tajante. Se echó hacia atrás en la silla, pero no volvió a ser el mismo. O quizá no ni miraba como siempre lo había hecho.
Me pregunté si lo volvería a hacer alguna vez.
14
Grady había levantado auténticas barricadas en torno a mi despacho, donde me esperaba con una taza de café sorprendentemente bueno y una pizarra limpia que usábamos para enumerar las pruebas que podíamos presentar. La pizarra se sostenía sobre un caballete y contenía todos los nombres de los asociados de R amp; B escritos con un rotulador a la izquierda. Le eché una mirada y comprendí lo que había encontrado, pero me lo quiso explicar de todos modos.
– ¿Estás escuchando, Bennie? -preguntó. Blandiendo un largo puntero con la punta de goma y con la camisa blanca y una pajarita violeta, Grady se parecía más a un maestro de primaria que a un abogado.
– Por supuesto que te escucho -contesté, pero no era así, porque ya tenía la lista en la cabeza. Lo necesitaba para fines jurídicos, no para esto. Era yo quien debía descubrir al asesino de Mark.
– -No parece que me estés escuchando --me dijo.
– -No, es cierto. Seré una buena acusada, lo prometo. --Sonreí de una manera que esperaba que fuera convincente y tomé otro sorbo de café. Me sentía más fuerte desde mi reconciliación con Hattie y la eliminación de Sam como sospechoso de homicidio. Y el café me sabía mucho mejor--. ¿Quién lo ha hecho? Está muy bien.
– Yo mismo los interrogué a todos por teléfono. La última llamada la hice a la una y media, a Renee Butler. A Wingate fui a verlo. Está muy trastornado.
– -¿Por qué? Mark ni siquiera le caía bien. Pero me refería al café. ¿Quién lo ha preparado?
– -Yo. Mira esto. --Señaló el nombre de Jennifer Rowland-. Jennie dice que la noche de la muerte de Mark estaba trabajando en casa, corrigiendo una sección del informe sobre el caso Latorno. Dijo que era para ti y que debía presentártelo en dos semanas. ¿Es así?
– Sí. ¿Usaste el café Maxwell?
– Lo que quedaba. -Escribió «verificar» con un rotulador en el espacio titulado COARTADAS-. Quiero ver las horas de trabajo declaradas por Jennifer, aunque también; puede haber mentido.
– -No sería la primera abogada que escribe ficción. -Quería preguntarle cuánta agua había puesto, pero sabía que sería inútil. La cafetera del despacho era una Bunn, pero en casa teníamos una Krups; jamás se podría traducir del inglés al alemán. Ni aunque hablase el idioma.
– Amy está aquí -dijo señalando la línea donde decía AMY FLETCHER-. Estaba con Jacobs esa noche. Lo verifique con él. Con lo cual los dos quedan libres de cargos. Salen juntos, ¿lo sabías?
– -Sí.
Puso una marca al lado de FLETCHER y JACOBS.
– -Los dos pueden haberme mentido, pero no lo creo. Wingate dice que estaba conectado a Internet en la tertulia sobre los Grateful Dead. ¿Sabes que se mete en esos espacios de adolescentes y les dice que es Bon Jovi?
– -Vaya, vaya.
Grady meneó la cabeza.
– -Dice que desconectó a las dos de la mañana. gustaría confirmarlo en los archivos de AOL, pero vive con otros dos y pueden haber desconectado en su nombre. -Escribió un signo de interrogación en el espacio de WINGATE, al lado del de Renee Butler.
– -¿Qué significa V P al lado de Renee?
– Vigilantes del Peso, para bajar peso. Al principio no quería decírmelo. Se llevó a Eve con ella para sacarla de la casa. Eve está reaccionando muy mal con el asesinato de Mark. Está convencida de que fuiste tú.
Pasé por alto la punzada y sorbí mi brebaje.
– ¿Qué clase de filtro usaste, Grady?
Suspiró, mirando de arriba abajo su listado.
– El normal. Todos tienen algún tipo de coartada, pero debo verificar la de Wingate.
– -Salvo las secretarias y Marshall. ¿Llamaste a Marshall?
– -¿Marshall? ¿Sospechas de ella? -Pareció sorprendido tras las gafas.
– No sospecho de nadie. Prefiero la cautela antes de señalar con el dedo. Dime qué filtro usaste. Apuesto a que fue el marrón.
Sus ojos mostraron frustración.
– ¡Por Dios, qué mujer más rara! No encontré los filtros; usé servilletas de papel, ¿de acuerdo?
– -¿Servilletas de papel? ¡Será posible…!
Bajó el puntero, de modo que no dije ni una palabra más sobre el café y lo dejé continuar; lo repitió todo señalando con el puntero. Cuando terminó la conferencia, fue a ver si Marshall ya había llegado. Y yo fui al meollo del asunto.
El ordenador.
Colocado justamente delante de mí, al lado de mi planta traumatizada. Seguramente, la policía se llevaría los ordenadores cuando volviera. Después de lo sucedido en mi apartamento la noche anterior, ahora sabía que tenía muy poco tiempo.
Puse los dedos sobre el teclado. Tal como yo veía las cosas, tenía que averiguar lo que Mark había estado haciendo en los últimos días para comprender por qué alguien había querido matarlo. Tenía una ligera idea, pero no tenía pruebas, ya que estaba totalmente cegada por su afán por liquidar R amp; B. Pero el ordenador lo sabía.
Tecleé listados de archivo. Todos los archivos de R amp; B (las horas de trabajo efectivo, correspondencia, avisos, información de clientes y nuestros archivos personales) aparecieron en la pantalla. La policía se había; llevado copias de los archivos de clientes y de horarios y yo los podía volver a imprimir si era necesario, pero no hacía falta. Mark guardaba su propia agenda cibernética en un archivo secreto y generaba una versión puesta al día de sus propias horas de trabajo a partir de esa información. Estaba protegida por su propia contraseña personaclass="underline" MOOK. Era así como siempre le había llamado su padre. Di gracias a Dios por las conversaciones de cama. La tecleé y aparecieron los archivos ocultos: AGENDA DEL DÍA, VERIFICACIONES. Los mismos directorios de siempre. Aún no los había cambiado. Tenía la información más íntima de Mark al alcance de mis dedos. Y podía seguir saboreando el café. Nuestro investigador de los viejos tiempos en la otra compañía solía decir que empezar a investigar sobre algo con una lupa un anacronismo. Todo sucede delante de los microscopios y de los ordenadores, en laboratorios y en tubos ensayo. Hoy día el trabajo de los detectives puede producir celulitis.