Выбрать главу

Su solicitud ha encontrado trescientos cuarenta y cinco artículos, dijo el ordenador.

– Fantástico -exclamé, y pedí el primero, que sería el más reciente. El titular lo decía todo: ABOGADA FUGITIVA SOSPECHOSA DE TERCER ASESINATO.

Lo leí, y luego las historias siguientes, abogada extremista ASESINA EN SERIE. LA MUJER HA HUIDO. Había entrevistas con «fuentes generalmente bien informadas del Departamento de Policía», pero no me proporcionaron ninguna novedad sobre sus esfuerzos por encontrarme. No había mención alguna acerca de que se me hubiera visto ni citas atribuidas a Azzic. La línea oficial era la misma: la sospechosa puede huir, pero no puede esconderse. ¿O sí?

Pulsé una tecla para leer la siguiente historia.

Y TODOS CAYERON COMO UN CASTILLO DE NAIPES, decía el titular. La firma era de Larry Frost, mi primo lejano y perdido, y su reportaje era una colección de entrevistas con los asociados de R amp; B. Una cita de la «asociada de Rosato» Renee Butler decía que ella se sentía «traicionada» por mí. Bob Wingate «solo deseaba olvidarse de todo el asunto» y llevaba a cabo una búsqueda sin éxito de un nuevo empleo. Eve Eberlein no había permitido que la entrevistaran, pero se decía que estaba preparando la defensa del juicio Wellroth. Jennifer Rowlands había encontrado empleo en otro bufete de Filadelfia. En un apartado titulado «Nube plateada sobre un bufete jurídico», Jeff Jacobs y Amy Fletcher anunciaban su próxima boda. Por todos los santos.

Pulsé de nuevo y apareció la siguiente noticia. El titular me hizo contener la respiración:

HOY SERVICIO FÚNEBRE EN

MEMORIA DE ABOGADO

Hoy se ha celebrado un servicio fúnebre en memoria de Mark Biscardi, residente de Center City y socio de la firma Rosato amp; Biscardi. El servicio y el entierro han contado con la presencia de numerosos clientes y colegas del abogado asesinado y fue organizado por Eve Eberlein, una asociada de la firma. Sam Freminet, de Grun amp; Chase, leyó una homilía.

Me apoyé en el respaldo como si mi peso me empujara en esa dirección. Mark estaba muerto, definitivamente. Me había perdido el funeral. Caí en un estado de sopor mientras pensaba en él y luego reparé en lo que Grady me había dicho sobre Mark la noche que nos vimos en el cobertizo de botes. Le estuve dando vueltas. ¿Me había amado Mark de verdad? ¿Me amaba Grady?

Sentí un nudo en el estómago. Permanecí quieta contemplando las palabras de la pantalla, la única luz que como un faro iluminaba la sala.

Las diecinueve cuarenta y cinco. No había ruidos en la planta y todos los perdedores ya estarían en sus casas. Las mujeres de la limpieza empezarían su ronda a las ocho de la noche, pero el cartel que yo había colgado de la puerta las mantendría alejadas. Estaría a salvo si salía a esa hora, especialmente un viernes por la noche. Había muchos enigmas que no podía resolver desde una silla.

Pero lo primero era lo primero.

Me levanté, estiré las piernas y apagué el ordenados Luego recogí lo que necesitaba y me aventuré a salir de la sala D de reuniones.

Sucede que a veces las cosas se complican. Como dejar unos documentos en un coche con un gato en su interior. Me senté contenta en el asiento delantero del banana móvil mientras mi pequeña pelota de piel seguía jugando con los espaguetis de papel. Suponía una mejora respecto a usar el coche como basurero o incluso a lo que podían llegar a hacer los abogados con sus escritos.

Seguidamente, el gato empezó a jugar con un trozo de atún en el asiento delantero sin atender a mis intentos de que se lo comiera o bebiera la leche que le había traído. Lo acaricié mientras jugueteaba y me echó una mirada desde el hermoso triángulo de su cara. Los ojos azules, la esponjosa nariz rosada. Era cariñoso aunque no fuera un triunfador de las leyes. Se merecía un nombre.

– ¿Qué tal gato Sylvester?

Parpadeó. Contraseña errónea.

– ¿Gilligan? ¿Little Buddy?

Se mostró aburrido, luego se instaló sobre mi regazo disponiéndose a descansar.

– ¿Samantha?. ¿Endora? ¿Tabitha? --Ni siquiera sabía si era gato o gata. Lo levanté para averiguarlo cuando oí un sonido en la ventanilla al lado de mi oreja.

Me di la vuelta sorprendida y me encontré con una porra de policía. Una pistola enfundada en su pistolera. Redondas esposas cromadas colgando de un ancho cinturón. Sentí pánico y levanté la mirada hasta dar con la chapa brillante de un policía de Filadelfia.

24

– Salga del coche, por favor -dijo el agente.

El corazón me dejó de palpitar. No tenía otra alternativa. Se me apareció la imagen de la cárcel. Luego la de mi madre, perdida. Me aferré al gato y abrí la puerta.

– ¡Es ella! ¡Esa es! -dijo una vieja detrás de él. Tenía una pinta extraña, con las cejas repintadas y una pintura de labios roja como la de Gloria Swanson. Su frente terminaba de forma desigual en un cabello plateado recubierto por una redecilla blanca. Me señalaba con un dedo artrítico que terminaba en una uña pintada de escarlata-. ¡Es ella! ¡La pelirroja!

El agente la hizo a un lado con la mano y se concentro en mí con una expresión seria en su rostro rubicundo y arrugado.

– Tengo que hacerle unas preguntas, señorita.

– Dígame, agente. -Empezó a palpitarme el corazón. Le estudié la cara, pero no se trataba de ninguno de mis acusados. Manten la calma, me dije. Piensa como Linda Frost.

– ¿Es su coche?

– -Sí.

– ¡Ya le he dicho que es ella!

– ¿Tiene la documentación?

– Está arriba, en mi despacho.

– ¿Y su carnet de conducir?

– También está en el despacho. Lo puedo ir a buscar si usted quiere. -Si me dejaba ir, saldría disparada.

– -No será necesario. ¿Cómo se llama?

– -Linda Frost. --Me puse el gato bajo el brazo, busqué en el bolsillo mi tarjeta de identificación y se la pasé con la mayor naturalidad posible--. Trabajo en este edificio, en Grun amp; Chase. Soy abogada.

La vieja se aferró al uniforme del agente.

– -¡Ella lo hizo, agente! ¡Arréstela antes de que se escape!

Me puse tensa mientras el policía estudiaba mi identificación de Grun.

– Se llama Linda.

– Así es.

– Entonces, ¿quién es Jammie?

– ¿Jammie?

– La matrícula del coche dice «Jammie 16» y usted dice que se trata de su coche. Si usted se llama Linda, ¿quién es Jammie?

Oh, oh.

– -El gato.

– -¿Le pone al coche el nombre del gato? -preguntó lentamente.

– -Pues claro. ¿Por qué no? Por supuesto.

– ¡Arréstela! ¡Arréstela! -chilló la vieja como un loro.

El policía parpadeó ante el chillido.

– Pero es un gato pequeño, un gatito. ¿Cómo consiguió la matrícula en tan poco tiempo?

– Todos mis gatos se han llamado Jammie. Jammie 16 falleció, de modo que me hice con este cachorro, que es Jammie 17. Transferí la matrícula a mi nuevo coche.

Me miró sin creerme.

– ¿Ha tenido diecisiete gatos?

– No, no al mismo tiempo. Uno tras otro. Cuando un Jammie muere, consigo otro.

1--¿Ya ha tenido diecisiete gatos? ¿Qué edad tiene usted? --El policía parecía francamente confundido y yo no le culpé. Dios santo, era una mentirosa muy poco convincente. La mayoría de mis colegas mentía mejor que yo.

– No, agente. Vea, empecé con Jammie 15, que es mi número de la suerte. ¿No le parece encantador? Amo a todos mis Jammies. -Y levanté al gato despistado como si fuera un trofeo.

– ¡Basta ya! -volvió a chillar la vieja-. ¡Así no se coge a un gato, por Dios! --De repente, se lanzó hacia adelante y me arrebató el animal.

– -Pero --grité-- ¿qué se cree que está haciendo?