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P: De acuerdo, prosigamos.

R: Los jueces la cagaron.

P: Eileen, se lo he dicho. No hable así durante la grabación.

R: Lo siento, pero así fue. Me enviaron a un centro de asistencia jurídica, ¿sabe?, para tratar de hacer lo que fuera para mantenerlo alejado de mí.

P: ¿ Una orden de amparo temporal?

R: Exacto, eso es. Pero esos tribunales, esos jueces… No saben lo que es la vida.

Entonces lo vi. La figura había guardado el libro en la estantería y avanzaba por el pasillo justamente hacia mi cabina. ¿Me había reconocido? Me agaché y simulé que tosía.

R: (Excitada) No me importa, no saben una mierda.

P: ¿Quién era su abogado?

R: ¿En la ciudad?

P: Sí.

R: Una de las abogadas de allí.

P: ¿Puede recordar cómo se llamaba?

De improviso, oí que golpeaban la puerta de la cabina. ¿Era él? Se me hizo un nudo en el estómago. No supe qué hacer. Subí el volumen y esperé a que se alejara.

P: ¿Para qué necesita el nombre?

R: Por si necesitamos una declaración suya para la película. Se necesitan declaraciones si se trata de gente real.

R: (Haciendo una pausa) Oh… Renee. Renee algo, creo. Ya me acordaré. De cualquier modo, ahora no sé por dónde anda.

¿Eh? ¿Qué? ¿Renee? ¿Podía Renee haber sido la abogada de Eileen? No podía creer lo que había oído. Apreté el botón para volver a escuchar justo cuando la puerta se abrió ante mis narices.

34

– -¿Eres tú? -preguntó, atónito.

– -¿Eres tú? --repetí yo, igualmente atónita. Era Grady mi abogado e infiel amante. Me pregunté fugazmente s estas cosas siempre irían juntas en mi vida. Quizá fuera ese el problema.

– ¡Bennie! -Cerró rápidamente la puerta, con una expresión de alivio en la mirada.

– Grady, ¿cómo diablos estás? Mira, una buena pregunta: ¿cómo sabes cuándo un hombre te miente?

– -¿Qué?

– Porque mueve los labios.

Me pareció que lo confundía.

– ¿De qué estás hablando? ¿Dónde has estado? ¿Qué estás haciendo aquí? He estado muy preocupado.

– -No tengo la menor duda. Por eso necesitabas con suelo el otro día.

– -¿De qué estás hablando? --Se puso de cuclillas par poder estar al nivel de mis ojos.

– -¡De qué estoy hablando! --Hice rodar mi silla hacia atrás, aunque Grady tenía puesta mi camisa azul favorita. Tendría que haber sabido que me engañaría. Nadie puede usar una camisa tan atractiva y no hacerlo--. Estoy hablando de esa mujer. ¿Era tu ex novia? ¿Un encuentro furtivo, tal vez?

– -¿Quién? Ya no me veo con ella. Rompimos.

– -Entonces, ¿quién contestó al teléfono, Grady? Fue por la mañana. Dormías.

– ¿El domingo?

– Supongo.

Su frente se relajó y sonrió.

– Era Marshall. Me dijo que alguien con una voz parecida a la tuya había llamado. Vino y se quedó a pasar la noche. En el sofá, por supuesto.

– ¿Marshall? -Me oí hablar como una estúpida y me sentí aún más estúpida que el sonido de mis palabras-. Habló en voz tan baja… No la reconocí.

– Estaba muy preocupada y quería saber de ti. Por eso desapareció; le preocupaba que tú pudieras haberlo hecho. Pensó que habías descubierto los archivos ocultos de Mark. Ella sabía que estaba montando la nueva firma. Hablamos hasta tarde y se quedó a dormir.

– Marshall, ¿eh? -Sentí que me subían los colores. Me había equivocado al sospechar de cualquiera de los dos. Quise cambiar de tema-. ¿Y qué haces tú aquí?

– Espera un momento. Estabas celosa.

– No lo estaba.

– Creo que sí. -Sonrió.

– Déjalo, Grady, y dime qué estás haciendo aquí.

– Estoy estudiando un asunto, pero no puedo hacerlo en el despacho. Está lleno de policías. Tienen a uno de guardia todo el tiempo por si tú apareces. -Me cogió de los brazos y me acercó a él-. Me gusta tu vestido. Nunca lo había visto. ¿Cuándo te lo has comprado?

– -Es una larga historia.

– -Me encanta el cuero negro. ¿Por qué crees que tengo una moto? --Puso las manos sobre mis rodillas, pero se las quité de allí.

– -No tenemos tiempo para eso. ¿Qué estás estudiando?

– -Nada más que un montón de viejos casos penales. En tu honor.

– -¿Qué has averiguado?

– -Estás en mejor situación de lo que esperaba. Los policías no pueden probar el cargo de asesinato del presidente de Furstmann con las acusaciones que han hecho públicas. No discutamos el resto ahora. --Se me acercó y me dio un beso detrás de la oreja, pero me aparté.

– -¿Y el resto?

– -No tiene importancia.

– -Dímelo o estás despedido.

Suspiró.

– -Los polis encontraron el Cámaro en el garaje de Sam Alguien los llamó porque el coche carecía del permiso de circulación. De ese modo dieron con mi primo Jammie y descubrieron que tenía mi mismo apellido. Intentan probar que te he ayudado a escapar.

– -¡Oh, no! --exclamé--. ¿Y pueden probarlo?

– Es probable. El propio Azzic llamó a Jammie, pero Jammie no le dijo que me había prestado el coche. Le dije que se lo habían robado frente a la casa de un tío.

– ¿Denunció el robo a la policía de Nueva Jersey?

Le tembló un labio.

– No, quizá pueda decir que se olvidó.

– ¿Olvidarse de un coche recién comprado? -Sentí un ramalazo de culpa-. No tendría que haber permitido que te implicaras.

– -Ya es suficiente --dijo tocándome un brazo--. Lo hice porque quise. Te quiero, ¿lo recuerdas?

Sus palabras solo me hicieron sentir peor.

– -Te cogerán por ayudarme y ocultar los hechos. Tendrán información suficiente en cuanto empiecen a hacer preguntas en el edificio de Sam. Entonces, se enterarán de mi disfraz, si es que no lo han hecho ya.

Hizo un gesto de negación.

– -Yo me ocuparé de lo que me suceda. ¿Y qué haces tú aquí? ¿Qué son esas cintas que estabas escuchando?

– Olvídalo. Tú ya tienes bastantes problemas.

Pero Grady ya se ponía los auriculares sobre su rubia cabellera. Se le agrandaron los ojos en cuanto apretó el botón de play.

A insistencia mía, los dos actuamos como si nos conociéramos cuando entramos en el ascensor. Yo quería mantener las distancias por todo tipo de razones, pero Grady se negaba.

– -¿Bennie? Y tú, ¿qué? ¿Qué sientes por mí?

– -Me buscan por asesinato y me estoy acostumbrando a usar gafas oscuras. Lo discutiremos cuando ninguna de estas dos cosas sea verdad. -Y quizá entonces yo sabría la respuesta.

Empezó a mirar cómo cambiaban los números de los pisos.

– Entonces, ¿vas a volver a ese agujero en el sótano?

– Tarde o temprano.

– ¿Estás segura de que no puedo ir a verte?

– Demasiado arriesgado.

– ¿Tienes dinero suficiente?

– Ahora sí, gracias a tu continuo auxilio y encubrimiento. -Me había dado cuarenta dólares, que era todo lo que llevaba encima.

– -¿Estás a salvo en ese escondite?

– -Más a salvo que en este ascensor contigo.

Sonrió.

– -¿Cómo volveré a encontrarte?

– -De momento no lo harás. Es demasiado peligroso --dije con naturalidad. Yo era la jefa, ¿verdad?--. Después de que se arreglen las cosas, podemos intentarlo. Me refiero a nosotros.