– -Felicidades por el nuevo negocio, Eve.
Continuaba recogiendo papeles, pero frunció el entrecejo.
– -Son unos sexistas, incluso el doctor Haupt. No me han prestado la más mínima atención.
– -Hola, Eve --dijo una voz juvenil detrás de mí. Era Wingate, un tipo calvo con mejillas enjutas, ojos grisáceos y hundidos y una palidez a la última moda. Entró en la biblioteca vestido con una camiseta en la que ponía JERRY y pantalones verde oliva, y tomó asiento al lado de la ventana-. ¿Cómo va el juicio Wellroth?
Eve ocultó su malhumor.
– De maravilla -dijo, y preferí no llevarle la contraria.
– Bien -dijo Wingate-. ¿Te dejó Mark que interrogaras a un testigo?
– Claro. Interrogué a dos y discutí una moción a última hora. Una moción sobre pruebas.
– -Mierda --dijo Wingate frotándose el pelo bastante largo-. Me he pasado el día atareado con un solo escrito. ¿Cuándo me va a dejar trabajar en un juicio? En dos años he hecho más de cincuenta actas. Considero que ya estoy preparado, ¿no crees? -Golpeó con sus tacones negros contra la pared dejando dos marcas en mi pintura.
– Wingate, basta ya -le dije.
Me miró como un niño ofendido.
– ¿Cuándo voy a tener un poco de experiencia en un tribunal, Bennie? Estoy preparado. Puedo hacerlo.
– Pregúntaselo a Mark. No quisiste trabajar para mí.
– Él siempre lo pospone.
– Entonces, insiste.
Wingate se hundió en el asiento mientras Eve se sentaba jugueteando con su brazalete, un medallón de oro, una llave de plata, un corazón diminuto. Me pregunté si Mark le habría regalado el brazalete; a mí nunca me había dado algo tan caro.
– -Me parece que ha ido bastante bien --dijo Mark, que regresó con aires de conquistador-. ¿Eve?
– -Bien --dijo ella--. Ha ido muy bien.
– -¿Qué ha ido bien? --preguntó Grady Wells haciendo acto de presencia en la biblioteca; vestía un traje gris y una corbata. Liberty. Llevaba gafas de montura dorada; ostentaba también una sonrisa agradable y una mata de pelo ensortijado imposible de desenredar. Era lo único rebelde que había en Grady, un tipo muy alto de Carolina del Norte con modales del sur y un acento que engañaba a los abogados de la parte contraria haciéndoles creer que era medio tonto. Nada más lejos de la realidad.
– Hablábamos del juicio Wellroth -dijo Wingate-. Eve interrogó a dos testigos. Pero ¿de qué te has vestido, Wells?
Grady se miró el traje.
– De abogado, creo.
– Pero ¿esta noche no es la gran fiesta del club? ¿La última noche de la temporada?
– Me la pierdo. Ceno con un cliente.
Wingate refunfuñó.
– -Tal vez esta no sea la última noche de la temporada. Acaso cada noche es la última. Tú eres el chico de oro, Wells, dímelo.
– ¡Renee! --exclamó Mark, y se mostró radiante cuando apareció Renee Butler con una camisa holgada de tela Kente-. Entra y celebrémoslo. Wellroth nos encarga un negocio de primera magnitud, incluyendo un caso antitrust. Quiero que tú y Wells os ocupéis de ello. Será una joya.
– Si me necesitas… -contestó Renee.
Mark se volvió hacia Grady.
– -¿Y tú qué, Wells?
– -No, gracias -dijo con una seguridad respaldada por sus credenciales. Estaba licenciado por la Universidad de Duke, había sido letrado del Supremo y antes había colaborado con la Harvard Law Review. Fue un fichaje de R amp; B y él había aceptado porque tenía una novia en Filadelíia en aquel momento.
– ¿Ni siquiera quieres una parte? -preguntó Mark, pero Grady dijo que no con la cabeza.
– Ese caso está en las últimas -murmuró Wingate-. Está muerto desde los años ochenta.
– Buenas noches a todo el mundo -dijo Jennifer Rowland desde la puerta. Era una mujer pequeñita, graduada en Villanova, que siempre daba la sensación de estar tan efervescente como un vaso de Seven-Up.
– -Entra, Jen --dije, y le hice espacio para que cupiera entre nuestros otros dos asociados, Amy Fletcher y Jeff Jacobs. La biblioteca era tan pequeña que al final del día siempre se parecía al camarote de los hermanos Marx, pero a mí no me importaba. Me encantaba oírlos hablar sobre los problemas legales del día y a los asociados les encantaba airearlos. Y hoy teníamos un problema de verdad. Decidí afrontarlo.
– ¿Sabéis, familia?, me alegro de que estéis todos presentes, porque hay algo que me gustaría discutir. He oído ciertos rumores.
Mark levantó la cabeza sobresaltado.
– ¿Rumores? ¿Qué clase de rumores?
– ¿Sobre Wells? --dijo Wingate--. ¿Es de verdad una mujer?
Mark lo atajó con un gesto terminante.
– Wingate, si fueras divertido, sería diferente. Pero no lo eres, así que cállate.
A Wingate se le subieron los colores y yo me aclaré la garganta.
– Los rumores dicen que algunos de vosotros estáis repartiendo currículos.
– -¿Currículos? Estás bromeando --dijo Mark, que parecía tan sorprendido como yo. Sin duda se sentía indignado de que no hubiera hablado primero con él en privado, pero yo no había querido esperar. De repente, su mirada empezó a escrutar los rostros alrededor de la mesa-. ¿Quién anda a la búsqueda de un nuevo empleo? -preguntó-. ¿Quién?
– Mark, no se trata de eso. No importa si alguien lo hace. No he sacado el tema para que alguien confiese.
– -Quieres decir que no intentas echar a nadie --dijo, tenso, Wingate.
– -No, ni lo intento. Pero quiero deciros, y creo hablar en nombre de Mark también, que nos disgustaría mucho perder a cualquiera de vosotros. Todos habéis trabajado muy duro y sé lo que eso representa. Por tanto, si estáis descontentos con las horas, o con cualquier otra cosa, venid a vernos en privado y explicadnos por qué. Tal vez lo podamos solucionar y nadie tenga que marcharse de R amp; B. Me ha salido un bonito discurso, ¿verdad?
– Bravissíma -dijo Grady aplaudiendo, y yo le hice una reverencia.
Jennifer Rowland levantó tímidamente una mano.
– ¿Bennie? No sé si puedo hacer una pregunta.
– Por supuesto, lo que quieras.
– Todos hemos oído algunos rumores sobre ti y Mark, ya sabes. -Pasó torpemente su mirada de Mark a mí, y ya que mi papel era mantener la dignidad en la derrota, le contesté.
– -Pues, Jennie, es verdad que papá y yo de hecho hemos roto. Pero no fue culpa tuya y nosotros te seguimos queriendo como siempre. --Los asociados se rieron y yo también, aunque sentía un dolor mortal. Mark se puso rojo y miró a Eve.
Pero Jenny movía una mano tratando de hacer callar a todo el mundo.
– -No, no me refería a eso. Ya sabíamos que Mark y tú habíais roto. Lo que yo oí es que la firma se disolvía. Que tú y Mark estabais liquidando el bufete.
Mark se puso tan pálido como yo.
– Jenny, eso es absolutamente falso -dije yo con la boca seca, pero Mark ya se había puesto de pie.
– Chicos, creo que ya hemos tenido suficiente sesión de terapia por hoy. Todo el mundo fuera. -Batió palmas para que los asociados se pusieran en movimiento-. Vamos, vamos. Todo el mundo fuera.
– Espera un minuto, Mark -dije, sorprendida-. Tienen derecho a preguntar, a saber lo que pasa. Se trata de sus trabajos.
– Bennie, basta -dijo, y levantó una mano-. Sé lo que estoy haciendo.