Выбрать главу

– Tu sabiduría me la meto donde yo sé – rezongó Hermanito -. Lo esencial es haber salvado la piel. Que ahorque a esa chica. Que ahorquen a toda la pandilla, si les apetece con tal de que no me ahorquen a mí.

E hizo restallar su lazo.

– Si hubieses visto cómo le ha asomado la lengua cuando he apretado el lazo… No ha dicho ni una palabra. Ha estado a punto de enfriarme, pero yo he sido el más fuerte. Contra este hilo no tienen nada que hacer.

– Ya has estrangulado a bastantes -dijo el Viejo, mirando a Hermanito.

Heide preguntó:

– ¿Qué te gusta más: violar a las mujeres o estrangular a los hombres?

– Cada cosa tiene su encanto – replicó Hermanito, riendo.

– Quisiera saber cómo has podido llegar a este punto -dijo el Viejo.

– Pues no lo sé -contestó Hermanito-. En aquel maldito colegio ya sabéis, decían que eso de ir con las mujeres era un pecado y que estaba prohibido. Supongo que sí no lo hubiesen prohibido, no hubiéramos deseado tanto hacerlo. Y cuando se ha probado dos o tres veces echar una cana al aire sin permiso, se convierte en una costumbre.

Stege murmuró algo entre dientes.

– Entonces, uno inventa sus propios métodos para liquidar -prosiguió Hermanito-. Algunos prefieren el cuchillo, como Anda o Revienta. Otros, un fusil con teleobjetivo, como Porta. Julius, por ejemplo, prefiere el lanzallamas. Sven se las arregla mejor con las granadas. Y tú, Viejo, eres un experto con el fusil ametrallador. Conocí a un SS a quien le encantaba sacar los ojos a la gente. Yo, personalmente, prefiero el lazo. Y no olvidéis que esta idea se la debo a un sargento Tommy al que conocimos en Bélgica. Me enseñó el truco. Como recordaréis, le costó la vida al feldwebel Aue. Deberíais probarlo una vez. ¡Es tan divertido cuando cambian de color…! Y luego, los ojos…

– ¡Qué porquería de guerra! -dijo Stege, suspirando apesadumbrado.

El Viejo movió la cabeza resignadamente.

Entramos en las viviendas de la granja. Los paisanos se peleaban alrededor de la mesa. Ni siquiera nuestra entrada les detuvo.

– ¡Ramera, puerca! -vociferó un viejo, acusador, escupiendo a la cara de la joven.

– Consejo de guerra privado -murmuró Barcelona-. ¡Qué bien conozco esto!

El bebé lloraba.

La muchacha se precipitó hacia el Viejo.

-Pan Feldwebel. -Y señaló al anciano con un dedo acusador-. El delatar soldados germanski a la NKVD. El llamar Hiwis [12].

– ¡Zorra! -gruñó el viejecillo-. Mataré a tu bastardo.

El bebé se puso a llorar con más fuerza, como si hubiera comprendido la amenaza. Estaba abandonado en una silla, junto a la pared. Todo el mundo se mantenía apartado, como si tuviera lepra.

– Mi novio, el Schardführer SS, volver. Él prometer -repuso!a muchacha llorando histéricamente.

– Los NKVD vienen -exclamó el viejo furioso-, y tendrás una cuerda alrededor del cuello. Con tus denuncias, has asesinado al teniente Vlego. Y también eres culpable de la muerte del capitán Beschow.

– ¿Quién es usted? -preguntó el Viejo.

– ¡Vete al diablo…! -vociferó el otro.

– Locura nacional -declaró Barcelona-. Conozco esto. Palabras imprudentes. Si en vez de nosotros hubieran venido los hombres de la calavera bordada, le hubieran cortado ya la cabeza.

– ¿Lo estrangulo? -propuso Hermanito, haciendo crujir el lazo.

– Tú, estáte tranquilo -replicó el Viejo.

– Terminemos con toda la banda -propuso Heide-, y marchémonos.

– En mi opinión, lo que deberíamos hacer es cargamos a todos los fulanos y llevarnos a todas las gachís -dijo Hermanito.

– Soy yo quien da aquí las órdenes -gruñó, enérgico, el Viejo.

– ¡Todos son partisanos! -gritó la muchacha-. Liquídelos, Pan Feldwebel. Ellos matar capitán germanski. Está enterrado en estercolero. Si tú quieres, yo enseñarte dónde.

Un silencio siniestro reinó en la habitación.

Heide enarcó una ceja y sonrió sin poder ocultar su alegría.

– ¿Un nido de asesinos? No puedes escoger, Viejo. Desenterremos al individuo. Ya puedes preparar tu lazo, Hermanito.

– Unteroffizier Heide -gritó el Viejo con ojos llameantes -, soy yo quien da las órdenes.

Se acercó a Heide y apoyó un dedo en su KVK I [13] de plata brillante.

– Por lo visto te falla la memoria. ¿No te acuerdas de cómo obtuviste esta chatarra? Denuncia, Herr Unteroffizier, cinco cabezas por un pedazo de chatarra recortado. No hemos olvidado al granjero ruso [14].

– Tú no estás bueno -rezongó Heide-, pero haz lo que quieras con estos cretinos. Yo me lavo las manos.

El legionario rió suavemente,

– Cuánto ruido para nada. Con dejar a Hermanito solo cinco minutos aquí, todo resuelto. Ordénale limpiar, y el problema está resuelto.

– Llévenme -imploró la joven-. Van a matarnos, a mi bebé y a mí.

El Viejo, cansado, se encogió de hombros.

– No podemos llevarte. Pero recoge tus cosas y desaparece mientras estamos aquí.

– Tú fusilar ellos, Pan Feldwebel. Orden del Führer, dice mi novio. Ellos asesinar oficial germanski. Tú no liquidar, yo contar a mi novio. SD venir, tú ser colgado. Yo dar orden, yo mujer SS.

De su bolsillo sacó un Ausweis rosa, que colocó ante las narices de el Viejo.

Sabíamos lo que era: una pequeña tarjeta de identidad cuadrada.

– Tú fusilar en seguida, Pan feldwebel. O tú ser colgado -amenazó.

– Verdaderamente, esta gachí está bien dotada -comentó Porta, riendo-. ¿A ti qué te parece, Hermanito? ¿Te gusta el género?

Hermanito hizo chasquear su lazo.

– Sí, con éste bien apretadito en el cuello.

– ¿Tienes ganas de estrangularla? -preguntó el legionario, haciendo ademanes significativos.

– ¿Que si tengo ganas? -suspiró Hermanito.

Los rusos respiraron. Sin duda, entendían lo que decíamos.

La vieja no había dejado de toser, mientras se rascaba el vientre con ayuda de un cepillo de mango largo; escupió en el suelo y avanzó un paso hacia el Viejo.

– Tovarich Comandante, esta mujer es una soplona. Antes de vuestra llegada, tenía un amigo, un teniente de la NKVD. Denunció a su propia madre por haber matado ilegalmente un cerdo. Madre llevada a Siberia. Después, ha sido amiga de un SS Al mismo tiempo que se entendía con los cosacos de Vlassov.

Escupió de nuevo en el suelo.

– Ya sabes, tovarich, policías de la SD. Esa canalla denunció a todo el mundo a aquellos tipos. Tiene una pistola escondida tras el artesonado de la cocina. Cógela, para que podamos dormir en paz. Dios te lo agradecerá y todo el pueblo encenderá una vela por ti. Llévate su bastardo y devuélveselo a Hitler.

– ¿Dónde está tu pistola? -le preguntó el Viejo a la muchacha.

вернуться

[12]Hiwis = Hilfsfreiwillige (voluntario ruso).

вернуться

[13] Kriegsverdienstkreuz I Klasse (Cruz de Méritos de Guerra de I Clase).

вернуться

[14] Véase Los Panzer de la muerte.