Выбрать главу

Bernal había quedado un poco aturdido tras aquellas explicaciones, pero preguntó:

– Cuando te vi el otro día limpiando los ornamentos no advertí ninguno de color verde. ¿Por qué?

– Porque el blanco, en caso de necesidad, puede sustituir al verde o a cualquier otro color. Hay iglesias demasiado pobres para tener ornamentos de todos los colores.

– Has dicho que los colores litúrgicos que se emplean normalmente son cinco, pero tú sólo has mencionado cuatro: morado, blanco, verde y rojo.

– El quinto es el negro, pero éste sólo se emplea en Viernes Santo, en el Día de los Fieles Difuntos, o sea, el 2 de noviembre, y, naturalmente, en las misas de réquiem y funerales. No tienes que olvidarte de que el color propio del día suele dominar sobre el color del período anual en que nos encontremos. Si, por ejemplo, es la festividad de algún mártir, los ornamentos serán rojos, mientras que si es la festividad de una virgen que no sea mártir, el color tendrá que ser blanco.

– Entonces, ¿por qué esos ornamentos de ahí son azules?

– Por tradición, para las fiestas de la Virgen que son dobles de primera clase, como hoy.

– ¿Y rosa? ¿Hay ornamentos de color rosa?

– Sí -dijo Eugenia con tono de tolerancia-. Son de color rosa el Domingo Tercero de Adviento.

– ¿Y cuándo es eso?

– Pues el domingo que viene. ¿Me dejas ya que vaya a lavar los platos del desayuno, y luego llevamos los ornamentos a la iglesia, antes de que comience la misa?

– Sí, naturalmente. Por cierto, ¿dónde podría encontrar una lista de los colores de cada día?

– En casi todos los misales romanos, al comienzo, donde viene el calendario litúrgico. Espera, te puedo dar uno antiguo que era de mi madre -se acercó a la parte superior del desvencijado aparador-. Toma. Es anterior al concilio, con el texto en latín y castellano, publicado por Acción Católica en 1945. Los nuevos son más sencillos y sólo viene la parte en castellano. El padre Anselmo no suele usarlos.

– No esperaba menos -murmuró Luis, absorto en la lectura de los cuadros litúrgicos que venían al principio del misal.

– ¿Puedo irme ya a la cocina? -preguntó Eugenia con gran desconcierto y observando al marido con la cabeza ladeada y los brazos en jarras; pero Luis se había sumergido totalmente en la lectura.

Al cabo de un rato fue a buscar su fotocopia de los mensajes Magos y se puso a cotejar éstos con el calendario litúrgico del misal.

El primer mensaje contenía la expresión «Morado A.l», y el cuarto, que La Corneta habría publicado aquel mismo día, la expresión «Morado A.3»; recordaba la extrañeza que le produjo el «A.3» cuando Elena se lo leyó por teléfono. Haciendo caso omiso de los días feriados, que no tenían ningún color específico en la lista que tenía delante, consultó la cantidad de días de Adviento en que se consignaba el empleo de los ornamentos morados. En primer lugar estaba el Domingo Primero de Adviento, que aquel año había caído en el 29 de noviembre. ¿Se referiría a él el «Morado A.l» del primer mensaje Magos, aparecido el 14 de noviembre? De ser así, el «Morado A.3» del cuarto mensaje podía aludir al tercer día de Adviento en que estuviese indicado el empleo de ornamentos morados. Fue mirando los días: había muchos en que se celebraba la festividad de un santo y en que el color indicado era el rojo o el blanco; pero entonces llegó al 20 de diciembre, segundo día «morado». No había otro hasta el 24, en que terminaba el tiempo de Adviento, de modo que éste podía ser perfectamente el «Morado A.3» del mensaje que había aparecido aquel preciso 8 de diciembre.

Bernal se centró entonces en los otros mensajes. El segundo por orden de publicación, aparecido en 20 de noviembre, decía «Azul A.l». No había ningún día en que se estableciese el uso del azul, pero Eugenia estaba segura de que aquel 8 de diciembre, festividad de la Purísima Concepción, era «azul» por tradición. Consultó la última parte del misal, correspondiente a las misas propias de santos, y vio que ponía: «8 de diciembre. Blanco o azul.» Sin lugar a dudas era el primer día «azul» de Adviento y, al parecer, el único del ciclo en cuestión.

Probó fortuna entonces con el tercer mensaje, publicado el 27 de noviembre: «Rosa A.l». El cuadro litúrgico no mencionaba ningún color rosa. Pero ¿qué le había dicho Eugenia? Que se podía emplear en el Domingo Tercero de Adviento, es decir, el domingo próximo. Consultó en la primera parte, la de las misas propias de los tiempos litúrgicos y leyó: «Domingo Tercero de Adviento. Morado o rosa.» Pasó el resto de las finas páginas de papel biblia mirando lo que quedaba de Adviento: el rosa sólo se mencionaba para aquel domingo. De modo que el tercer mensaje podía aludir a aquel primero (y único) día «rosa» del ciclo.

Hizo entonces el siguiente esquema en una hoja de papeclass="underline"

Publicación Anuncios Texto Fecha probable

14 noviembre MAGOS Morado A.l San Ildefonso 29 noviembre

20 noviembre MAGOS Azul A.l El Pardo 8 diciembre (hoy)

27 noviembre MAGOS Rosa A.l Segovia 13 diciembre

8 diciembre MAGOS Morado A.3 Aranjuez 24 diciembre

Lo observó con espíritu crítico: había invariablemente un espacio de dieciséis o dieciocho días entre la publicación del mensaje y la fecha al parecer propuesta para una acción cuya naturaleza ignoraba aún. Se preguntó por qué; ¿acaso para dar a los destinatarios tiempo para prepararse? Era plausible.

En lo que afectaba al primer mensaje, algo había ocurrido ciertamente en San Ildefonso en la madrugada del día 30 de noviembre que coincidía bastante bien con lo básico de aquél, y en todo caso el capitán Lebrija y su cómplice tenían que haber salido de Ocaña, para detenerse luego en el convento de Aranjuez, en la noche del 29 de noviembre. De ese modo sí que encajaba aquello. Además, el primer mensaje, aparecido en la sección de anuncios de La Corneta del 14 de noviembre, estaba rodeado de un círculo rojo en el ejemplar de Lebrija. Era éste el único testimonio concreto que vinculaba a Magos con San Ildefonso y el capitán Lebrija, pero era concluyente y más allá de toda coincidencia casual.

Lo que desconcertaba sobremanera a Bernal era el hallazgo de un ahogado en Aranjuez el seis de diciembre. Según su parcial descodificación de los mensajes, nada tenía que ocurrir en Aranjuez hasta Nochebuena, y sin embargo el cadáver se había encontrado hacía dos días, mucho antes de lo que le «correspondía», cuando, a juzgar por las fechas litúrgicamente codificadas, no tenía que efectuarse al parecer ninguna acción… a no ser que sus cálculos fuesen erróneos. Con todo, había ya una ocasión para comprobar su hipótesis. Algo podía haber ocurrido aquel mismo día en El Pardo. ¿Debía avisar al secretario del Rey y ponerle alerta? Bernal se daba cuenta de que podía dar un tremendo patinazo si no ocurría nada. De cualquier modo llamaría a la Zarzuela para saber si el CESID u otro cuerpo de seguridad había dado algún toque de alarma; estos organismos contaban con muchos más recursos que él.

Eugenia interrumpió bruscamente sus especulaciones.

– Sería conveniente que nos fuéramos ya con estas vestimentas, Luis. Ayúdame a llevar la canasta.