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– Vosotros tres -dijo Navarro a Miranda, Lista y Varga- partid inmediatamente hacia Aranjuez. El jefe tiene que hacer antes otra cosa.

Cuando los aludidos se hubieron marchado, Bernal preguntó a Navarro a qué otra cosa se refería.

– El secretario del Rey quiere verte en seguida. Telefoneó poco antes de que llegara Varga. Le dije que estarías aquí dentro de media hora. Dice que ha habido un pequeño problema.

– Iré en taxi, pero para dentro de una hora más o menos tenme un coche oficial preparado para llevarme a Aranjuez.

Tras detener, no el primero, ni el segundo, sino el tercer taxi que pasó ante la puerta de Gobernación, Bernal lo ocupó, con la mala suerte de que el vehículo resultó ser uno de esos que, con frecuencia cada vez mayor, ostentaban junto al cenicero el rótulo de: «En beneficio de todos, se ruega no fumar»; de modo que devolvió la cajetilla de Káiser al bolsillo con cierto mal humor. ¿Por qué le entrarían unas ganas espantosas de fumar precisamente cuando no podía hacerlo?

Mientras el taxista se saltaba las normas de tráfico y giraba en la misma Puerta del Sol para enfilar por Arenal, Luis advirtió que en los macizos de alrededor de la fuente de la plaza se había instalado una alta escalera para colocar ristras de bombillas de colores y otros adornos en el árbol de Navidad. Era curioso ver de qué modo aquella tradición alemana y escandinava se había introducido en España e injertado en el repertorio de la ornamentación navideña nacional, por no hablar ya de la introducción comercial de Papá Noel en los grandes almacenes, a modo de preludio o acompañamiento de la tradición ibérica, mucho más antigua, de los Reyes Magos cargados de juguetes para los niños y regalos para todos en general.

Bernal se había percatado de que el taxista le había dirigido la típica mirada inquisitiva al pedirle que le llevara al palacio de la Zarzuela, pero por aquella vez decidió no añadir ni una palabra más. Una vez que se hubo identificado ante la Guardia Real, reforzada, según advirtió, con cuatro policías nacionales armados de subfusil ametrallador, le salió al encuentro el secretario del Rey y le condujo al pequeño Fiat blanco.

Mientras llevaba a Bernal por el largo paseo empedrado que conducía a palacio, el funcionario le explicó en pocas palabras en qué había consistido el problema mencionado por Paco Navarro.

– Desde primera hora de la mañana hemos venido enterándonos de que se ha ordenado el acuartelamiento de determinados contingentes en cuatro de las nueve capitanías peninsulares, sin que el jefe de la JUJEM haya dado ninguna orden en ese sentido. El Rey en persona ha solicitado se abra una rápida investigación.

– ¿De dónde procedían los primeros informes? -preguntó Bernal.

– De El Pardo, y luego de Segovia y Valladolid. Más tarde recibimos informes parecidos de Sevilla y Valencia.

– Conque El Pardo fue la primera, ¿eh? -apuntó Bernal con su poquito de ufanía; es posible que, pese a todo, se decidiera a revelar al secretario del Rey su interpretación provisional del código cromático de los mensajes Magos.

– En efecto. El presidente del Gobierno ha estado en contacto con Su Majestad y ha nombrado una nueva comisión ministerial encargada de supervisar todos los cuerpos de seguridad. Su primer objetivo es averiguar quién ha dado esas órdenes, ya que no estamos bajo ningún tipo de emergencia, ni externa ni interna, que las justifique.

Una vez que tomaron asiento en el despacho del secretario, desde cuyas ventanas seguía gozándose de una vista panorámica de los picachos de la sierra de Guadarrama, de un blanco deslumbrante en aquel momento bajo la intensa luz solar, Bernal puso al corriente a su interlocutor de sus investigaciones sobre la muerte del capitán Lebrija y los contactos de éste con la Casa Apostólica de Aranjuez. Le hizo también un resumen del hallazgo del cadáver sin identificar en el Tajo y le entregó un duplicado del informe del patólogo.

– ¿Tiene usted alguna pista, comisario, en cuanto a la naturaleza y alcance de esta organización escondida tras la clave Magos? -preguntó el secretario.

– Empiezo a percatarme de su magnitud. Me parece que el padre Gaspar, quizá sin darse cuenta, me dio una versión indirecta de sus objetivos, según podrá comprobar usted mismo por el informe de nuestra entrevista. Yo creo que su poder e influencia pueden ser de largo alcance y extenderse hasta muchos y elevados peldaños del poder, pero que el número de sus miembros puede ser muy reducido. Lo que todavía no veo claro es si Magos es una alianza entre la facción ultra de la Iglesia y unos cuantos elementos, tal vez sinceros, pero totalmente exaltados, de las fuerzas armadas, o si la organización cuenta con afiliados en otras órbitas. Tampoco podemos estar seguros acerca del nombre de la organización: ¿se refiere nada más que a una acción propuesta para el seis de enero o tiene un carácter más permanente?

– Mucho nos complacería que perseverase usted en ello, comisario. Tenemos que averiguar qué se proponen.

Bernal recordó entonces lo que el inspector Ibáñez de archivos generales le había dicho acerca de la información confidencial que constaba en los ficheros electrónicos generales, y explicó la circunstancia al secretario.

– ¿No podría usted proporcionarme los códigos secretos tocantes a la información confidencial o bien procurarme dicha información?

– ¿Cuál? ¿Ésa que aparece en la pantalla del ordenador con el rótulo «Reservada a las autoridades competentes»? Tenemos aquí una terminal y, a pesar de nuestros intentos no hemos conseguido ningún dato sobre Magos. Si deja usted en mis manos este pequeño capítulo, me ocuparé de él.

– De acuerdo. Mientras tanto, creo que debería reforzarse la protección de la familia real. ¿Cuáles van a ser sus movimientos hasta el 6 de enero?

– Ya hemos reforzado la seguridad del palacio con hombres de confianza de la Policía Nacional. Tras el mensaje anual del Rey en Nochebuena, toda la familia real irá a pasar unas breves vacaciones en los Pirineos, en Baqueira-Beret, durante las que se dedicará a esquiar. Volarán de vuelta a Madrid en la mañana del cinco de enero, a tiempo para la Pascua Militar, que se celebrará, como es costumbre, en el palacio de Oriente el día seis por la mañana. La Reina Sofía irá con el príncipe y las infantas a la plaza Mayor el día cinco por la tarde, por invitación del alcalde, para presenciar la cabalgata de Reyes desde los balcones de la Casa de la Panadería.

– ¡Menudo quebradero de cabeza para los colegas de Seguridad! -dijo Bernal con preocupación-. Con toda la plaza llena de gente, tanto la Reina como el príncipe y las infantas estarán expuestos a una posible agresión durante toda una hora, si no más.

– Los balcones en que se instalarán se encuentran a buena altura y las casas de los alrededores se registrarán convenientemente a última hora de la tarde. En cierto modo, la multitud servirá de protección complementaria y pondrá difíciles las cosas a cualquier francotirador que quiera intentar algo desde la plaza; estoy seguro de que ningún asaltante podría emplear un objeto tan llamativo como un fusil. La altura de los balcones impedirá el empleo de una bomba, o una pistola, a causa del espacio vacío que se producirá debajo del mismo y que será por donde pase la cabalgata.

– Espero que todo salga como se ha previsto -dijo Bernal-. ¿Podría usted explicarme cómo funciona el sistema de alerta nacional, en caso de amenaza interna o externa de la seguridad del Estado? Me refiero a cómo reaccionarían las distintas secciones de las fuerzas armadas.

– La Marina y la Aviación, por supuesto, son los principales puntales defensivos en caso de agresión exterior. En lo que afecta a los tumultos internos y a las sediciones, su ministerio de usted tiene ya previstas las contramedidas oportunas. Las capitanías generales, tanto peninsulares como insulares y del Norte de África, cuentan también con un plan de emergencia a seguir una vez que la JUJEM emite la orden. Es lo que se conoce con el nombre de Operación Mercurio. Si lo desea, haré que le envíen con el sello real un duplicado del manual de instrucciones.