Él sonrió de lado.
– Y entonces me he encontrado al sujeto de más peleas que me gustaría recordar. Y he luchado con varios forasteros que preferiría olvidar. Y no he recibido mucho agradecimiento por mi intervención, pero pienso que ella… -Miró hacia el cielo. -Pienso que ella me lo agradece.
– Oh, Angus, -dijo Margaret, con el corazón en su voz, -sé que ella lo hace. Y sé que yo lo hago. -Ella comprendió que todavía sostenía su mano, y la apretó otra vez. -No creo haberle agradecido correctamente, pero realmente aprecio lo que hizo por mí esta tarde. Si usted no hubiese aparecido, yo… yo no quiero ni pensar en lo que sentiría ahora mismo.
Él se encogió de hombros incómodamente.
– No fue nada. Le puede agradecer a Catriona.
Margaret dio a su mano un último apretón antes de que retirar la suya a su propio lado de la mesa.
– Agradeceré a Catriona por haber sido una amiga tan buena para usted cuando era pequeño, pero le agradeceré a usted por salvarme esta víspera.
Él removió la comida sobre su plato y gruñó, -Estaba feliz de hacerlo.
Ella se rió de su menos que amable respuesta.
– No está acostumbrado a que le agradezcan, ¿verdad?. Pero basta de esto; creo que le debo una pregunta.
Él alzó la vista.
– ¿Disculpe?
– Conseguí preguntarle algo. Sólo es justo que le devuelva el favor.
Él agitó su mano con desdén.
– No tiene que…
– No, insisto. Esto no sería deportivo para mí, sino.
– Muy bien. -Él pensó durante un momento. -¿Le altera que su hermana menor se case antes de que usted?
Margaret soltó una pequeña tos de sorpresa.
– Yo… ¿cómo sabía que ella se está por casar?
– Más temprano esta tarde, -Angus contestó, -usted lo mencionó.
Ella carraspeó otra vez.
– Entonces lo hice. Yo… bien… debe saber que amo a mi hermana muchísimo.
– Su devoción a su familia es clara en todo lo que hace, -dijo Angus tranquilamente.
Ella agarró su servilleta y la torció.
– Estoy emocionada por Alicia. Le deseo toda la felicidad del mundo.
Angus la miró de cerca. Ella no mentía, pero tampoco decía la verdad.
– Sé que es feliz por su hermana, -dijo él suavemente. -No está en usted sentir algo diferente por ella. ¿Pero qué siente por usted?
– Siento… siento… -Ella soltó un largo, cansado aliento. -Nadie nunca me ha preguntado esto antes.
– Tal vez es tiempo.
Margaret asintió.
– Me siento olvidada. Pasé tanto tiempo criándola. He dedicado mi vida a este momento, a este final, y en alguna parte a lo largo del camino, me olvidé de mí. Y ahora es demasiado tarde.
Angus levantó una ceja oscura.
– Usted no es una arpía desdentada.
– Lo sé, pero para los hombres de Lancashire, estoy estrictamente sobre la estantería. Cuando ellos comienzan a pensar en novias potenciales, no piensan en mí.
– Entonces ellos son unos estúpidos, y no debería desear tener nada que ver con ellos.
Ella rió tristemente.
– Usted es dulce, Angus Greene, no importa con cuanta fuerza trata de ocultarlo. Pero la verdad es, la gente ve lo que espera ver, y he pasado tanto tiempo haciendo de carabina de Alicia que me han dado un papel autoritario. Me siento con las madres en los bailes campestres, y, me temo que es donde me quedaré.
Ella suspiró.
– ¿Es posible ser tan feliz por una persona y al mismo tiempo estar tan triste por uno mismo?
– Sólo el más generoso en espíritu puede manejarlo. El resto de nosotros no sabe ser feliz por los demás cuando nuestros propios sueños se han perdido.
Una sola lágrima pinchó el ojo de Margaret.
– Gracias, -dijo.
– Usted es una buena mujer, Margaret Pennypacker, y…
– ¿Pennypacker? -El posadero vino apresurando. -¿Usted la llamó precisamente Margaret Pennypacker?
Margaret sintió su garganta cerrarse. Ella sabía que sería atrapada en esta maldita mentira. Ella nunca había sido buena en la mentira, o aún en la actuación, para lo que importa…
Pero Angus solo miró a George en los ojos con calma y dijo, -Es su apellido de soltera. Lo uso como una caricia de tiempo en tiempo.
– Bien, entonces, usted debe haberse casado recientemente, porque hay un mensajero que viaja de posada en posada, preguntando por ella.
Margaret se sentó muy derecha.
– ¿Está todavía aquí? ¿Sabe a dónde fue?
– Él dijo que iba a intentar en The Mad Rabbit [9]. -George sacudió su cabeza a la derecha antes de darse la vuelta para alejarse. -Está justo calle abajo.
Margaret se paró tan rápidamente que volcó su silla.
– Vamos, -le dijo a Angus. -Tenemos que alcanzarlo. Si él comprueba todas las posadas y no me encuentra, podría dejar el pueblo. Y entonces nunca conseguiré el mensaje, y…
Angus puso una pesada, consoladora mano en su brazo.
– ¿Quién sabe que usted está aquí?
– Solamente mi familia, -susurró. -Oh, no, ¿qué si algo terrible le ha ocurrido a uno de ellos? Nunca me lo perdonaré. Angus, usted no entiende. Soy responsable de ellos, y yo nunca podía perdonarme si…
Él apretó su brazo, y de algún modo el movimiento ayudó a su acelerado corazón a tranquilizarse.
– ¿Por qué no vemos lo que este mensajero tiene que decir antes de entrar en pánico?
Margaret no podía creer que la palabra "nosotros" la había tranquilizado. Ella asintió apresuradamente.
– De acuerdo. Tranquilicémonos, entonces.
Él sacudió su cabeza.
– Quiero que usted permanezca aquí.
– No. Yo no podría. Yo…
– Margaret, usted es una mujer que viaja sola, y… -Él la vio abrir la boca para protestar y continuó con, -No, no me diga lo capaz que es. Nunca he conocido a una mujer más capaz en mi vida, pero eso no significa que el hombre no vaya a tratar de aprovecharse. ¿Quién sabe si este mensajero es realmente un mensajero?
– Pero si él es un mensajero, entonces él no dejará el mensaje en sus manos. Está dirigido a mí.
Angus se encogió de hombros.
– Lo traeré aquí, entonces.
– No, no puedo. No puedo tolerar sentirme una inútil. Si me quedo aquí…
– Me haría sentir mejor, -interrumpió él.
Margaret tragó convulsivamente, tratando de no prestar atención a la cálida preocupación de su voz. ¿Por qué tenía el hombre que ser tan malditamente agradable? ¿Y por qué tenía ella que preocuparse de si sus acciones pudieran hacerle " sentirse mejor "?
Pero lo hizo.
– Está bien, -dijo despacio. -Pero si usted no vuelve en cinco minutos, voy detrás de usted.
Él suspiró.
– Jesús, whisky y Robert Bruce, ¿piensa que podría ser capaz de concederme diez?
Sus labios temblaron en una sonrisa.
– Diez, entonces.
Él señaló hacia su boca con el ir y venir de los dedos.
– La atrapé sonriendo abiertamente. Usted no puede estar enfadada conmigo.
– Solo consígame ese mensaje y lo amaré para siempre.
– Och, bueno. -Él la saludó y salió por la puerta, haciendo una pausa sólo para decir, -No permita que George dé mi cranachan a alguien más.
Margaret parpadeó, luego jadeó. ¡Por Dios!, ¿acababa ella de decirle que lo amaría para siempre?
Angus entró de nuevo en The Canny Man ocho minutos más tarde, con el mensaje en la mano. No había sido que difícil de convencer al mensajero de renunciar al sobre; Angus simplemente había dicho -con un cierto nivel de firmeza- que él servía como el protector de señorita Pennypacker, y procuraría que ella recibiera el mensaje.