– ¿Ha asegurado usted una habitación?
Él sacudió su cabeza.
– ¿Y usted?
– No, pero vi un signo de vacante en The Rose and Thistle.
– The Canny Man es mejor. Limpio, y la comida es caliente. Veremos si tienen habitaciones primero.
– La limpieza está bien, -comentó ella, más que feliz de perdonar su arrogancia si eso significaba sábanas limpias.
– ¿Tiene usted un bolso?
– No más, -dijo con arrepentimiento.
– ¿Le robaron?
– Eso me temo. -Ante su sombría mirada, ella añadió rápidamente, -Pero no traje nada de valor.
Él suspiró.
– Bien, no hay nada que hacer sobre ello ahora. Venga conmigo. Hablaremos sobre que hacer con su hermano y mí hermana una vez que estemos calientes y alimentados.
Y luego él sujetó su brazo un poco mejor y la condujo calle abajo.
Capítulo 2
Su tregua duró exactamente dos minutos. Margaret no estaba exactamente segura de como ocurrió, pero antes de que estuvieran a mitad de camino de The Canny Man, ellos discutían como niños.
Él no podía resistirse a recordarle que ella había estado más allá de toda sensatez al partir sola rumbo a Escocia.
Ella sencillamente tuvo que llamarlo campesino arrogante cuando él la impulsó hacia arriba en los escalones delanteros y dentro de la posada.
Pero nada de eso -ni una sola palabra entrecortada- podría haberla preparado para lo que pasó cuando estuvieron parados frente al posadero.
– Mi esposa y yo requerimos habitaciones para la noche, -dijo Angus.
¿Esposa?
A fuerza de voluntad, Margaret logró impedir que su mandíbula cayera hasta sus rodillas. O era quizás un acto del Dios; pues ella no creyó que su voluntad fuese lo bastante fuerte para impedirle pellizcar el brazo de Angus Greene por su impertinencia.
– Tenemos sólo un cuarto disponible, -les informó el posadero.
– Lo tomamos entonces, -contestó Angus.
Esta vez ella sabía que estaba sujeta a una intervención divina, porque no podría haber ninguna otra explicación para su contención ante su enorme deseo de abofetearlo.
El posadero cabeceó con aprobación y dijo, -Sígame. Les mostraré el camino. Si les gustaría una comida…
– Nos gustaría, -le cortó Angus. -Algo caliente y que llene.
– Me temo que a esta hora de la noche solo tenemos es pastel de carne frío.
Angus sacó una moneda de su abrigo y la sostuvo delante.
– Mi esposa tiene mucho frío, y dada su delicada condición, me gustaría ver que ella recibiese una buena comida.
– ¿Mi condición? -jadeó Margaret.
Angus le sonrió y le guiñó un ojo.
– A ver, querida, seguramente no pensaste que podrías ocultarlo para siempre.
– ¡Felicidades a ambos! -retumbó el posadero. -¿Es este su primero?
Angus asintió.
– Entonces ve usted por qué soy tan protector. -Enrolló su brazo alrededor de los hombros de Margaret. -Ella es una mujer tan delicada.
Esa "delicada" mujer puntualmente dobló su brazo y dio un codazo en la cadera de Angus. Con fuerza.
El posadero no debió haber oído el subsiguiente gruñido de dolor, porque él solamente tomó la moneda y la hizo rodar entre sus dedos.
– Desde luego, desde luego, -murmuró. -Tendré que despertar a mi esposa, pero estoy seguro que podemos encontrar algo caliente.
– Excelente.
El posadero avanzó, y Angus hizo el intento de seguirlo, pero Margaret lo agarró del dobladillo de su abrigo y le dio un tirón.
– ¿Está usted loco? -susurró.
– Pensé que usted ya había cuestionado mi cordura y la había encontrado aceptable.
– Lo he reconsiderado, -estableció.
Él le acarició el hombro.
– Trate de no alterarse. No es bueno para el bebé.
Los brazos de Margaret eran barras a sus costados mientras ella trataba de contenerse de aporrearlo.
– Deje de hablar del bebé, -silbó, -y no voy a compartir una habitación con usted.
– Realmente no veo que otra opción tiene.
– Preferiría…
Él le cogió una mano.
– No me diga que preferiría esperar en la lluvia. Simplemente no le creeré.
– Usted puede esperar en la lluvia.
Angus agachó la cabeza y miró detenidamente hacia afuera. Las gotas de agua golpeaban fuerte contra el cristal.
– Pienso que no.
– Si usted fuera un caballero…
Él rió en silencio.
– Ah, pero nunca dije que fuese un caballero.
– ¿Qué era todo lo que sobre la protección de mujeres, entonces? -exigió Margaret.
– Dije que no me gusta ver a las mujeres heridas. Nunca dije que estaba dispuesto a dormir en la lluvia y pescar una horrible enfermedad pulmonar por usted.
El posadero, que llevaba la delantera, se había parado y dado la vuelta cuando él comprendió que sus invitados no lo habían seguido.
– ¿Vienen? -preguntó.
– Sí, sí, -contestó Angus. – Solamente estaba teniendo una pequeña discusión con mi esposa. Parece que ella tiene un notable antojo por haggis [1].
La boca de Margaret se cayó abierta, y le tomó varios intentos antes de que lograra decir, -No me gusta el haggis.
Angus sonrió abiertamente.
– A mi sí.
– ¡Och! -exclamó el posadero con una amplia sonrisa. -Justo como mi esposa. Ella comió haggis cada día mientras estaba en estado, y me dio cuatro finos muchachos.
– Fantástico, -dijo Angus con una sonrisa arrogante. -Tendré que recordar esto. Un hombre necesita un hijo.
– Cuatro, -recordó el posadero, su pecho hinchándose de orgullo. -Tengo cuatro.
Angus le dio una palmada en la espalda a Margaret.
– Ella me dará cinco. Marque mis palabras.
– Hombres, -masculló, tropezando por la fuerza de su amistosa palmadita. -Un grupo de gallos ostentosos, la mayoría de ustedes.
Pero los dos hombres estaban demasiado implicados en su juego de hombres sobre el arte que consiste en aventajar a los demás -Margaret esperaba que ellos comenzaran a discutir sobre quien podía lanzar un tronco [2] más lejos en cualquier momento- y claramente no la oyeron.
Ella estuvo de pie allí con sus brazos cruzados durante un minuto entero, tratando de no escuchar lo que ellos decían, cuándo Angus de repente le acarició la espalda y dijo, -¿Entonces, Haggis para la cena, mi amor?
– Voy a matarle, -silbó ella. -Y voy a hacerlo lentamente.
Entonces Angus la pinchó en las costillas y echó un vistazo al posadero.
– Me gustarían algunos, -se ahogó. -Mi favorito.
El posadero sonrió satisfecho.
– Una mujer que me llega al corazón. Nada protege a uno de los espíritus como el buen haggis.
– El olor sólo ya espantaría al Diablo, -refunfuñó Margaret.
Angus rió en silencio y dio un apretón a su mano.
– Usted debe ser una escocesa, entonces, -dijo el posadero, -si le gusta el haggis.
– En realidad, -dijo Margaret remilgadamente, dando un tirón a su mano. -Soy inglesa.
– Lástima. -El posadero entonces dio vuelta a Angus y dijo, -Pero supongo que si usted se tiene que casar con una sassenach [3], al menos escogió a una con gusto por el haggis.
– Rechacé pedir su mano hasta que ella lo probara, -dijo Angus solemnemente. -Y luego no llevaría a cabo la ceremonia hasta que no estuviera convencido de que le gustase.
Margaret lo golpeó en el hombro.
– ¡Y carácter, también! -el posadero rió alegremente. -Haremos una buena escocesa de ella.
– Eso espero, -estuvo de acuerdo Angus, su acento sonó más fuerte en el oído de Margaret. -Pienso que ella debería aprender a lanzar un mejor golpe, sin embargo.
[1] Nota de la Traductora: es el plato regional escocés más conocido, es una confección muy condimentada de sabor intenso hecha de asaduras de cordero (pulmón, hígado y corazón) mezclados con grasa de pella, cebollas, hierbas y especies, todas empacadas dentro de una bolsa hecha de plástico, o, tradicionalmente, el estómago de un cordero.
Plato tradicionalmente servido durante la "Noche de Burns", el