– Pero el doctor Fabares debió de redactar algún informe -observó Daniel.
– Debe de estar en alguna parte -repuso Randy, como si «alguna parte» fuera un lugar fácil de averiguar.
– ¿Qué encontraron en el cadáver? -preguntó Daniel.
Wanda frunció el entrecejo.
– ¿Qué quieres decir? La chica estaba desnuda, envuelta en una manta.
– ¿No llevaba ningún anillo? ¿Ninguna joya? -«¿Ninguna llave?». Pero Daniel se guardó ese pensamiento para sí.
– Nada -respondió Wanda-. El vagabundo se lo robó todo.
Daniel encontró el informe de la detención.
– Gary Fulmore. -El informe llevaba grapada una fotografía. Fulmore tenía la mirada enajenada y el rostro macilento-. Parece que esté colocado.
– Lo estaba -confirmó Randy-. Eso sí que lo recuerdo. Tenía niveles altos de fenciclidina cuando lo encontraron. Hicieron falta tres hombres para reducirlo y que Frank pudiera ponerle las esposas.
– Así, ¿lo arrestó Frank?
Randy asintió.
– Fulmore había destrozado el taller de chapa y pintura de Jacko, rompió un cristal y empezó a agitar una llanta. Lo detuvieron y encontraron el anillo de Alicia en su bolsillo.
– ¿Eso es todo? ¿No encontraron semen ni ninguna otra prueba física?
– No, no recuerdo que encontraran semen en la víctima. Lo normal sería que constara en el expediente de Fabares. De todos modos para dejarle la cara tal como la tenía… Solo alguien con un subidón de fenciclidina podría haberle causado un daño semejante. Además llevaba una llanta.
– Lo encontraron en un taller de chapa y pintura. Claro que llevaba una llanta.
– Solo te estoy contando lo que recuerdo -replicó Randy, molesto-. ¿Quieres saberlo o no?
– Lo siento. Continúa, por favor.
– En la llanta había sangre de Alicia, y también encontraron sangre en los bajos de sus pantalones.
– Son pruebas bastante sólidas -comentó Daniel.
Randy lo miró con ganas de mandarlo a la mierda.
– Me alegro de que dé su aprobación, agente Vartanian.
Daniel cerró la carpeta. Dentro no había nada más.
– ¿Quién le tomó declaración?
– Fue Frank -respondió Wanda-. Fulmore lo negó todo, claro. Pero también recuerdo que decía ser cantante de rock.
– Dijo que era Jimi Hendrix. -Randy sacudió la cabeza-. Dijo muchas cosas.
– El padre de Randy fue el abogado de la acusación -dijo Wanda con orgullo, y cerró la boca de golpe-. También falleció, sufrió un paro cardíaco hace doce años. Tenía solo cuarenta y cinco.
Daniel había leído que el padre de Mansfield había sido el abogado de la acusación en uno de los artículos que Luke le había bajado de internet, pero no sabía que el hombre hubiera muerto. Era un puto fastidio no poder hablar con ninguna de las personas directamente implicadas en el caso.
– Siento lo de tu padre, Randy -dijo, porque era lo que se esperaba de él.
– Yo también siento lo del tuyo -respondió Randy en un tono que denotaba que sus palabras no eran sinceras.
Daniel lo dejó estar.
– El juez Borenson llevó el caso de Fulmore. ¿Él sí que vive?
– Sí -respondió Wanda-. Está retirado y tiene una casa en la montaña.
– Es un pobre ermitaño -aclaró Randy-. Ni siquiera creo que tenga teléfono.
– Sí que lo tiene -repuso Wanda-. Lo que pasa es que nunca contesta.
– ¿Tenéis su número? -preguntó Daniel, y Wanda pasó las hojas de su Rolodex.
Lo anotó y se lo entregó.
– Te deseo suerte, el hombre es difícil de localizar.
– ¿Qué pasó con la manta en la que encontraron envuelta a Alicia?
Wanda hizo una mueca.
– Con el Dennis se inundó la oficina y perdimos todo lo que quedaba por debajo de un metro veinte. El expediente estaba archivado más arriba, si no también se habría perdido.
Daniel suspiró. El huracán Dennis había provocado grandes inundaciones en Atlanta y las provincias cercanas unos años atrás.
– Mierda -masculló, y torció el gesto ante la feroz mirada de Wanda-. Lo siento -musitó.
La mirada de Wanda se tornó preocupada.
– El asesino de Janet ha vuelto a matar.
– Anoche. Parece imitar con todo detalle ese viejo crimen.
– A excepción de lo de la llave -observó Wanda, y Daniel tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para no pestañear.
– ¿Cómo dices?
– La llave -repitió Wanda-. La que han encontrado atada en el pie de la última víctima.
– Han colgado fotos en internet -explicó Randy-. Se ve claramente la llave atada al dedo del pie.
Daniel dominó su ira.
– Gracias, aún no he visto las noticias.
El serio semblante de Randy dio paso a una expresión más bien petulante.
– Diría que tenéis un correveidile.
«Un puto cerdo llamado Woolf.»
– Gracias por vuestro tiempo. -Se volvió para marcharse y entonces recordó lo que le había prometido a Alex-. Ah, una cosa más. Bailey Crighton.
Wanda hizo una mueca y Randy exageró una mirada de exasperación.
– Danny…
– Su hermanastra está preocupada -dijo Daniel forzando un tono de disculpa-. Por favor.
– Mira, Alex no conocía bien a Bailey. -Randy sacudió la cabeza-. Bailey Crighton era una puta; así de claro. -Se volvió hacia Wanda-. Lo siento.
– Es la pura verdad -soltó Wanda, y un rubor le tiñó las mejillas-. Bailey era mala hierba. No ha desaparecido, lo que pasa es que se ha marchado, ha huido, que es lo propio de una yonqui asquerosa como ella.
Daniel pestañeó ante el viperino tono de Wanda.
– ¡Wanda!
Wanda apuntó a Daniel y agitó el dedo.
– Y a ti más te vale tener cuidado con su hermanastra. Es posible que a la luz de la luna te parezca un encanto, pero también tiene un pasado tortuoso.
Randy posó una mano en el hombro de Wanda y se lo apretó con afecto.
– Ya está bien, cariño -susurró a la anciana. Luego se volvió hacia Daniel, cabizbajo y señalando hacia atrás con la mirada-. El hijo de Wanda tuvo… una relación con Bailey hace algunos años.
Los ojos de Wanda echaban chispas.
– Tal como lo dices parece que mi Zane tuviera intenciones de irse a vivir con esa zorra. -Se echó a temblar de pura furia-. Ella lo engatusó y estuvo a punto de romper su matrimonio.
Daniel hizo un esfuerzo por recordar. Zane Pettijohn tenía su misma edad y jugaba al béisbol con el equipo de la escuela pública. El chico sentía debilidad por las mujeres con curvas y las bebidas fuertes.
– ¿Él está bien?
Wanda seguía temblando de rabia.
– Sí, y no precisamente gracias a esa yonqui.
– Ya.
Daniel aguardó unos instantes y Wanda se sentó en la silla y cruzó los esqueléticos brazos sobre su pecho, aún más esquelético.
– De todos modos, ¿qué habéis hecho para buscar a Bailey? ¿Habéis registrado su casa? ¿Dónde está su coche?
– Tiene la casa hecha una pocilga -soltó Randy con desdén-. Hay porquería por todas partes. Agujas… Joder, Danny, tendrías que haber visto la cara de la pobre niña encerrada en el armario. Estaba aterrada. Si Bailey se ha ido, o bien lo ha hecho por voluntad propia o bien se la ha llevado algún putero.
Daniel abrió los ojos como platos.
– ¿Seguía haciendo de prostituta?
– Sí. Si buscas su historial, descubrirás que tiene una larguísima lista de cargos.
Daniel ya lo había hecho, y descubrió que el último arresto de Bailey había tenido lugar cinco años atrás. Antes la habían detenido varias veces por ejercer la prostitución callejera y por posesión de drogas. Sin embargo, estaba limpia por lo que respectaba a los últimos cinco años y nada de lo que Randy había dicho sobre su casa cuadraba con lo que la hermana Anne le había explicado la noche anterior. O Bailey era un hacha y no se dejaba atrapar o algo no marchaba como era debido, y Daniel se inclinaba más por lo segundo.