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– Ya que sacas el tema -empezó Alex, y ante la mirada de advertencia que Daniel lanzó en su dirección casi sintió ganas de que se la tragara la tierra-, necesito que me devuelvas las llaves. No puedo quedarme aquí todo el día. Tengo que hablar con el personal del parvulario de Hope; se comporta de forma extraña y hace cosas que no comprendemos. Y en algún momento necesito pasar por casa de Bailey. Si Loomis y su equipo no se encargan de ello, tendré que hacerlo yo.

Chase se volvió hacia Ed.

– Envía un equipo a casa de Bailey Crighton. Que lo registren todo. Alex, si quiere puede ir con ellos.

Alex posó las manos sobre su regazo al notar que sus pulmones se negaban a expulsar el aire y que empezaba a oír los gritos. Esta vez eran más fuertes. Seguro que se debía a los nervios que había pasado durante toda la tarde. «Silencio. Silencio. -Cerró los ojos y se concentró-. Haz el favor de comportarte como una adulta, Alex. No es más que una casa.» Miró a Chase Wharton con aire resuelto.

– Gracias, sí que iré.

– Me encargaré de reunir al equipo -dijo Ed-. ¿Quiere venir en mi coche, señorita Fallon?

Observó la severa mirada de Daniel. Aún tenía miedo, pensó.

– Preferiría ir en mi coche, pero me sentiré más segura si me sigue hasta que salgamos de Dutton. Y creo que el agente Vartanian también se quedará más tranquilo, ¿verdad?

Vio que Ed se aguantaba la risa y pensó que el hombre le caía bien a pesar de la extraña forma en que la miraba.

– La avisaré cuando esté a punto -dijo, y al salir cerró la puerta tras de sí.

– Daniel me ha contado lo de la niña. ¿Qué son esas cosas tan raras que hace? -quiso saber Chase.

– Toca una melodía en el viejo órgano de la casa que he alquilado. Son seis notas y las repite una y otra vez. A nosotras no nos suena de nada.

– Puede que la hermana Anne la conozca -dijo Daniel, pensativo-. Podemos preguntárselo esta noche, cuando vayamos con Hope al centro de acogida.

Alex abrió los ojos como platos.

– Creía que estarías demasiado ocupado.

Él le dirigió una mirada que expresaba a la vez fastidio y tolerancia.

– Puede que no llegue a tu casa a la hora de cenar pero tenemos que llevar a Hope a ver a la hermana Anne. Si la niña vio algo, tenemos que saberlo. Bailey guarda relación con todo esto, es posible que incluso fuera una testigo presencial.

– Estoy de acuerdo -convino Chase-. Señorita Fallon, estamos tramitando la protección policial para usted y su sobrina. No la tendrá las veinticuatro horas del día porque no contamos con recursos suficientes, pero la acompañarán en coche a donde haga falta. Además, le facilitaremos una lista con todos nuestros móviles por si hay alguna emergencia. No dude en llamarnos si cree que está en peligro.

– Así lo haré. Gracias. -Se puso en pie y extendió la mano-. ¿Y mis llaves?

Con una mueca de fastidio, Daniel se sacó las llaves del bolsillo.

– Llámame. Y no te separes de Ed.

– No soy estúpida, Daniel. Tendré cuidado. -Se volvió hacia la puerta del despacho-. ¿Y mi bolso?

Él entrecerró sus ojos azules.

– No corras riesgos inútiles, Alex.

– ¿Me lo traerás luego?

– Claro. Luego -casi gruñó.

– ¿Traerás también a Riley?

Una de las comisuras de sus labios se arqueó.

– También llevaré a Riley.

Ella le sonrió.

– Gracias.

– Te acompañaré hasta la salida. Es por aquí. -La guió hasta un pequeño y oscuro vestíbulo; luego le levantó la barbilla y escrutó su rostro-. Antes te he visto llorar. ¿De verdad estás bien?

A Alex se le encendieron las mejillas y tuvo que esforzarse para no ceder al impulso de apartarse de su perspicaz mirada.

– Lo he pasado mal hablando con la asistente social. Ya sabes, hay momentos en que la adrenalina se dispara y no puedes pensar con claridad. Pero ahora estoy bien, en serio.

Él le acarició el labio inferior con el pulgar. De repente, le cubrió la boca con la suya, y una natural sensación de tranquilidad invadió a Alex a pesar de la súbita fuerza con que había empezado a latirle el corazón.

Él apartó la cabeza lo justo para permitirle tomar aire.

– ¿Hay alguna cámara? -preguntó ella, y notó los labios de él curvarse contra los suyos.

– Es probable. Bueno, así les daremos de qué hablar. -Y ella se olvidó de la cámara e incluso de respirar cuando él la besó con más intensidad y más pasión que nadie en toda su vida. De repente, él se apartó y tragó saliva-. Me parece que tienes que marcharte.

Ella asintió con vacilación.

– Me parece que sí. Te veré luego. -Cuando se volvió para marcharse, su rostro se crispó de dolor-. ¡Ay! -Se frotó la cabeza y bajó la vista a la manga de él-. Qué daño.

Él recogió los cabellos que se habían enredado en el botón y la besó en la coronilla.

– Qué mujer, un coche ha estado a punto de atropellada y se queja por un tirón de pelo.

Ella se echó a reír.

– Te veré esta noche. Llámame si las cosas se complican y no puedes venir.

Chase se encontraba todavía en su despacho cuando Daniel regresó. Se sentó y se hundió en la silla, consciente de la mirada con que Chase lo estaba evaluando abiertamente.

– Va, suéltalo ya -dijo.

– ¿Que suelte ya el qué? -El tono de Chase expresaba cierto regocijo.

– Que me estoy implicando demasiado, que me estoy dejando llevar por las emociones, que voy demasiado deprisa… Suelta el sermón.

– Lo deprisa que vayas en tu vida personal es asunto tuyo, Daniel. Lo que todo el mundo dice es que cuando ciertos sentimientos se despiertan, no puede hacerse gran cosa por evitarlo. ¿Tú crees que te estás implicando demasiado?

– No tengo ni idea. De momento lo que me importa es que ella siga con vida. -Con la sensación de no estar a la altura, Daniel depositó los cabellos de Alex junto al postizo-. Mierda, se parecen mucho.

Chase ocupó una de las sillas del despacho de Daniel.

– ¿Qué le has dicho?

Daniel hizo una mueca.

– No le he dicho nada.

Chase lo miró con los ojos desorbitados.

– ¿Se los has arrancado sin más?

– No exactamente, he sido un poco más hábil. -Si ella llegaba a descubrir el motivo, le dolería más que un simple tirón de pelo. Pero ya se ocuparía de salvar la situación cuando fuera necesario.

Chase se encogió de hombros, inquieto.

– Ya encontrarás la manera de decirle la verdad cuando llegue el momento. Por ahora, como bien has dicho, vamos a centrarnos en que siga con vida, y para eso tenemos que encontrar al asesino que se ha cargado a esas dos mujeres y que se dedica a imitar un crimen de hace trece años. Quiero saber a qué viene eso. ¿Será simplemente por lo que se ha llegado a hablar de Dutton durante la última semana?

«Te veré en el infierno, Simon.» Daniel se mordió el labio inferior, consciente de que debía contar lo que sabía.

– Tiene que ver con Simon.

Chase lo miró con los ojos entornados.

– Me parece que no me va a gustar, ¿verdad?

– No, pero es posible que sea importante. -Le contó a Chase lo de las cartas que había escrito el hermano de Bailey y lo de la visita del capellán del ejército. «Te veré en el infierno, Simon.»

Chase frunció el entrecejo.

– ¿Cuánto tiempo hace que lo sabes, Daniel?

«Diez años.» No, no era cierto. Tal vez las fotos no tuvieran nada que ver con los crímenes, ni con el de trece años atrás ni con los de esa semana. «Te estás engañando a ti mismo.»

– Me enteré anoche -respondió-. Lo que no sé es qué relación guardan Simon y Wade con esos dos crímenes.

«Díselo.» Pero en cuanto lo hiciera, lo apartarían del caso. No quería correr ese riesgo, así que contó solo aquello de lo que tenía absoluta certeza.

– Lo que sí sé es que Simon no ha asesinado a Janet ni a Claudia, y que tampoco ha raptado a Bailey ni ha intentado matar a Alex.