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Daniel asintió.

– Sí. No se ha puesto tan frenética como yo creía. ¿Y tú?

– Yo ¿qué? ¿Si estoy tan frenético como creías? -Chase suspiró-. Estoy disgustado. Creía que confiabas en mí. Pero he estado en tu lugar y sé que en lo que respecta al bien y al mal las cosas no siempre son blancas o negras. -Miró el sobre-. ¿Son las fotos?

– Sí. He pensado que tal vez Alex pueda identificar a alguna de las otras chicas. Recordaba a Sheila de la escuela.

Chase extendió la mano y Daniel le entregó el sobre, y al hacerlo sintió que acababa de quitarse un peso de encima.

Chase miró las fotos y su rostro se crispó con repugnancia.

– Joder.

Las guardó en el sobre y lo dejó a su lado en el asiento.

– De acuerdo. Así es como vamos a actuar de ahora en adelante: harás una petición formal a la policía de Filadelfia para que Ciccotelli te devuelva las fotos lo antes posible. Le dirás que creías que Alicia era una de las chicas pero que no habías reconocido a ninguna otra hasta que esta noche has visto a Sheila, y que por eso le pedimos que nos devuelva las fotos.

– De hecho, no es ninguna mentira -dijo Daniel despacio, y Chase lo miró con pesadumbre.

– Por eso me pagan lo que me pagan. No mencionarás que hiciste copias y te quedaste con los originales. ¿Quién más lo sabe, aparte de Luke?

– Alex y su prima Meredith.

– ¿Son de confianza?

– Sí. Oye, Chase, quiero utilizar las fotos esta noche. Necesito averiguar quiénes son las otras chicas, puede que alguna sepa quién les hizo aquello. Es evidente que hay alguien que no quiere que se conozca su identidad.

Chase sacudió la cabeza, pensativo.

– El hecho de que hayan matado a Sheila está en línea con esa teoría, pero las muertes de Janet y Claudia no tienen nada que ver. ¿Por qué querría el culpable llamar la atención?

– Puede que alguien lo haya descubierto -dijo Daniel en tono quedo-. Además, no podemos olvidarnos de las llaves. Son importantes, solo que no sé por qué.

– Ni del pelo. ¿Has enviado el pelo de Alex al laboratorio para que puedan compararlo con la muestra?

– Sí. Wallin hará horas extras para efectuar el examen. Dice que podría tener una comparativa del ADN para mañana por la tarde. -Daniel miró el reloj-. Quiero decir para esta tarde.

Chase se dio una leve palmada en el rostro.

– Necesitamos dormir, Daniel; sobre todo tú. Llevas tres semanas trabajando día y noche.

– Quiero enseñarle las fotos a Alex esta noche.

– Muy bien. Sube a tu coche, yo te seguiré.

Daniel arqueó las cejas.

– ¿Tú también vienes?

Chase esbozó una sonrisa tensa y no especialmente cordial.

– Amigo, desde ahora trabajamos en equipo. No vayas a ningún sitio ni hagas nada sin decírmelo.

Daniel lo miró perplejo.

– ¿Eso es para siempre o solo para este caso?

– Solo para este caso, a menos que te dediques a hacer alguna otra proeza semejante. No creas que tendrás muchas oportunidades de irte de rositas.

– De librarme de la cárcel -lo corrigió Daniel con una sonrisa.

– Si las cosas hubieran ido de otro modo, es posible que hubieras acabado allí -lo amonestó Chase sin sonreír-. Se acabaron los secretos. A partir de ahora me lo contarás todo.

– Muy bien. Esta noche dormiré en el sofá de Alex.

Chase se lo quedó mirando.

– Muy bien. Pero quédate en el sofá.

Daniel alzó la barbilla.

– Y, si no, ¿qué?

Chase alzó los ojos en señal de exasperación.

– Si no miénteme y dime que has dormido allí. Vamos, si tenemos que enseñarle las fotos a Alex, será mejor que lo hagamos antes de que salga el sol.

Capítulo 13

Dutton, miércoles, 31 de enero, 2.30 horas.

Eran asquerosas. Obscenas. No obstante, Alex se obligó a mirarlas una por una a pesar de que el sándwich que Meredith le había hecho comerse amenazaba con salir por el mismo camino que había entrado.

– Lo siento -dijo por séptima vez mientras sacudía la cabeza ante la fotografía de una chica a quien agredían con brutalidad. «Y yo que creía que mis sueños eran espantosos…»-. No la conozco.

Daniel colocó otra frente a ella sobre la mesa mientras Chase lo presenciaba todo sumido en un silencio sepulcral. Meredith estaba sentada al otro lado de la mesa y Luke, el amigo de Daniel, se encontraba en el sofá de la sala con un portátil sobre el regazo mirando a Alex con la misma expresión pensativa con que la había observado en el Underground.

«Parece que hayan pasado años.» Sin embargo, habían transcurrido menos de veinticuatro horas desde que estuvieran a punto de matarla.

– ¿Alex? -musitó Daniel, y ella se obligó a mirar la octava fotografía.

– Lo s… -Frunció el entrecejo y se olvidó de lo que iba a decir. Alzó la fotografía de la mesa y la sostuvo cerca de sus ojos; tenía la impresión de habérselos frotado con papel de lija. Observó el rostro de la chica, su nariz-. A esta sí que la conozco. Es Rita Danner.

– ¿Cómo lo sabes? -preguntó Daniel.

– Por la nariz. La tenía rota. Rita se relacionaba con gente de clase media pero tenía tendencia a comportarse con vileza, sobre todo si te tenía celos. Le gustaba meterse con los más débiles.

– ¿Se metía contigo? -preguntó Meredith.

– Solo lo hizo una vez. En la escuela organizaron una salida de un par de días y por la noche me desperté y descubrí a Rita untándome el pelo con manteca de cacahuete. Yo metí la mano en la manteca y se la embutí en la nariz.

Daniel pestañeó.

– ¿Tú le rompiste la nariz?

– El golpe fue demasiado fuerte. -Alex suspiró-. La detestaba. Pero esto… Dios mío.

– ¿Luke? -lo llamó Daniel.

– He encontrado un anuncio de la boda. Rita se casó con un tal Josh Runyan, de Columbia, Georgia. -Tecleó un poco más-. Y aquí está el divorcio con fecha de hace dos años. Sin embargo, parece que Rita sigue viviendo en Columbia.

– No está lejos -observó Daniel-. Podemos ir a visitarla y ver si nos aclara algo. ¿Qué hay de esta? -Deslizó otra fotografía sobre la mesa-. ¿Y bien?

– A esta también la conozco, es Cindy… Bouse. Era muy agradable. A ella no le rompí la nariz.

– Entonces será mejor que primero intentemos hablar con esta última -soltó Daniel con ironía-. ¿Luke?

Luke lo miró con expresión afligida.

– Se suicidó hace ocho años.

Alex ahogó un grito.

– Santo Dios.

Daniel le acarició la espalda.

– Lo siento.

Ella asintió con vacilación.

– Veamos la siguiente.

No consiguió identificar a la chica de la décima foto, ni a la de la undécima. Había quince víctimas y Daniel le había asegurado desde el principio que no le enseñaría la foto de Alicia, por lo cual Alex le estaba agradecida. Él ya había identificado a Sheila, así que solo le quedaban dos fotografías.

Daniel deslizó la duodécima imagen sobre la mesa.

– Gretchen French -reconoció Alex de inmediato-. Éramos amigas del instituto.

– Estoy buscando -anunció Luke antes de que Daniel pudiera preguntarle nada-. Aquí está. Vive en Peachtree Boulevard, en Atlanta. Es nutricionista y tiene su propia página web. -Colocó el portátil en la mesa-. Mirad su foto actual.

Daniel las comparó.

– Es ella.

– Pues empezaremos por ahí -anunció Chase. Eran las primeras palabras que pronunciaba desde que iniciaran el reconocimiento-. Enséñale la última y acabad.

Alex se concentró.

– Carla Solomon. Tocaba en la orquesta de la escuela con Bailey.

– He encontrado a una tal C. Solomon en la Ter cera Avenida, aquí mismo en Dutton -dijo Luke-. Es todo cuanto tengo.

– ¿Y qué hay de las nueve a quienes no conoces? -preguntó Meredith.

– Puede que fueran a otra escuela -repuso Alex-. El instituto de Dutton era bastante pequeño. Todo el mundo se conocía.

– Solicitaremos anuarios de todas las escuelas de secundaria de la ciudad -ordenó Chase con brusquedad-. Daniel, de momento ya tienes unas cuantas pistas. Todo el mundo a dormir. Quedamos en mi despacho a las ocho en punto. -Miró a Alex-. Gracias, nos ha ayudado mucho.

Ella tenía los nervios a flor de piel a causa del cansancio.

– Ojalá sirva para encontrar a Bailey.

Daniel le presionó la rodilla con suavidad.

– No te rindas -musitó.

Ella alzó la barbilla.

– No pienso hacerlo.