Выбрать главу

¿Casualmente se fue de la lengua Guianeya? ¿O intencionadamente quiso mostrar a las personas que disponía de información?

Esta cuestión importantísima se planteó inmediatamente ante el consejo científico del Instituto de cosmonáutica, que desde el primer momento tomó sobre sí todo lo que se refería a la huésped del cosmos.

Guianeya, casual o intencionadamente, manifestó su conocimiento de uno de los idiomas de la Tierra. De este hecho se podía sacar la conclusión de que era cierta la antigua sospecha de que Guianeya pertenecía a aquellos que enviaron a la Tierra los satélitesexploradores. Si esto era así quedaba también evidente otra cosa: sus compatriotas estuvieron en la Tierra. Pero también se podía explicar todo de una forma más sencilla: Guianeya, ella misma, sin ayuda de nadie, estudió la lengua terrestre y podía leerla.

Era muy importante aclarar, cuál era precisamente el idioma que conocía Guianeya.

Esta pregunta se la hicieron a Marina.

En la Tierra existían muchos idiomas. Hacía poco que había comenzado a usarse un idioma para el planeta. Los diarios y las revistas, la radio y la televisión con poca frecuencia empleaban el nuevo idioma. En cada región (antes se llamaban países) hablaban en el idioma antiguo. Habían desaparecido las fronteras, se habían borrado gradualmente las diferencias nacionales, la cultura y la civilización eran generales, pero faltaba todavía mucho para que la humanidad se fusionara completamente en una familia única que hablara un solo idioma.

A Guianeya le gustaba mirar las revistas y se las traían de todos los lugares, en todos los idiomas. Estaba bien que la muchacha de otro mundo mostrara, aunque no fuera más que en esto, algún interés por la vida en la Tierra. Pensaban que sólo le interesaban las ilustraciones en las que no existen diferencias idiomáticas.

Ahora surgía la pregunta: ¿cuáles eran precisamente las revistas que prefería Guianeya?

Marina no estaba en condiciones de contestar. Nunca había prestado atención cuál era la revista que miraba su amiga y tanto menos cuál era el idioma de esta revista.

¿Recordarlo ahora? Imposible, no podía recordarlo.

Entonces se decidió obtener la contestación por otro camino.

Guianeya sabía que la persona que propuso una nueva forma de vía para el sharex era el hennano de su acompañante. Es decir, que en una de las revistas que pasó por sus manos se había publicado el artículo correspondiente. No era difícil saber las revistas que recibía Guianeya.

Fue encontrado pronto el artículo que se buscaba. En él se hablaba del sharex y se mencionaba que Víktor Murátov era hermano carnal de Marina Murátova, amiga y traductora de Guianeya. Estaba claro que precisamente este artículo era el que había leído Guianeya.

La revista estaba escrita en español.

La noticia voló por todo el mundo. Por precaución los diarios y revistas españoles callaron la noticia para que Guianeya, por si acaso, no la pudiera leer. Si la huésped del cosmos se había ido de la lengua sin darse cuenta, no estaba bien mostrar que su secreto había sido descubierto.

En el Instituto de lingüística respiraron con alivio. Ya hacía tiempo que se sospechaba el parecido del idioma de Guianeya con uno de los idiomas romanos en el sonido de las palabras y en la construcción de la frase. Ahora la última duda había desaparecido. Por más extraña que fuera la coincidencia, pero las personas del planeta desconocido (era posible que no todos sino una parte, a la que pertenecía Guianeya) hablaban en un idioma muy parecido al español.

Esta segunda novedad fue todavía más sensacional que la primera.

Muchas cosas se habían puesto en claro. No podía Guianeya «casualmente» aprender precisamente un idioma que fuera el más parecido al suyo. ¡Lo sabía ya antes de que apareciera entre la gente!

De aquí, naturalmente, se desprendía otra conclusión. ¡Guianeya y aquellos que eran los amos de los satélitesexploradores pertenecían a un mismo pueblo! La suposición se había convertido en realidad.

Las personas consideraban que nunca había visitado la Tierra un ser de otro mundo.

Esto fue un error. No se sabía cuándo, pero los compatriotas de Guianeya estuvieron en la Tierra y para bastante tiempo. Pudieron conocer y aprender uno de los idiomas de la Tierra. ¿Por qué precisamente el español? Sencillamente porque este idioma resultó el más fácil para ellos.

Podía haber otra causa. El español se hablaba no sólo en la península Ibérica, sino también en México, en las repúblicas de América Central, las Antillas, en toda América del Sur, a exclusión del Brasil. La nave cósmica de los forasteros pudo haber aterrizado precisamente allí. Entonces resultó una casualidad feliz el parecido de su idioma con el idioma de los habitantes.

Se podía suponer con mucha probabilidad que los «huéspedes» llegaron a la Tierra hace mucho. Si esto hubiera tenido lugar en el último siglo, su llegada no hubiera pasado inadvertida. Pero, por ejemplo, durante el imperio de Carlos Quinto, estaba deshabitado el enorme espacio del continente sudamericano. Era fácil tomar tierra con la nave, ocultarla a las miradas de la gente, mezclarse con la población de las pocas ciudades y poblados, conocer todo lo que fuera necesario, y de la misma forma imperceptible abandonar la Tierra.

¿Cómo podían llamar la atención personas parecidas a Guianeya? ¿El tono verdoso de la piel? Era fácil ocultarlo recurriendo al maquillaje o a un fuerte tostado. ¿La forma no corriente de los ojos? Era posible que prestaran atención a esto, pero no era un síntoma tan destacado para producir admiración a despertar cualquier sospecha a personas que no podían concebir la existencia de seres de otro mundo.

Tal pequenez, aunque hubiera incluso llamado la atención, no podría recordarse y pasar a la historia.

De esta forma se descubrió uno de los secretos que rodeaban a Guianeya.

Marina Murátova conocía bien el español. Por esto comprendió por qué recordaba tan fácilmente las palabras del idioma de Guianeya.

Ahora tenía que resultar más fácil el ulterior conocimiento de este idioma.

Era una gran tentación el hablar a Guianeya inesperadamente en español, sorprenderla de improviso, pero a Marina la aconsejaron que no lo hiciera. Si la huésped, a pesar de todo, hizo su pregunta sin intención, casualmente, lo mejor sería aparentar que pasaba desapercibida. Y si era premeditadamente, tanto más necesario era no precipitar los acontecimientos. Que Guianeya fuera ella misma la que decidiera cuando era necesario hablar «a toda voz». Ya que había comenzado era necesario seguir adelante. A Marina se le ordenó seguir atentamente cuáles eran los artículos que Guianeya leía en las revistas españolas, aclarar cuál era el grado de dominio de este idioma y qué era lo que más le interesaba. Se aconsejó a las redacciones de las revistas españolas que cada vez insertaran con más frecuencia artículos sobre los satélitesexploradores y repetir otra vez toda la polémica que se desencadenó hace tres años sobre el problema del lugar donde se encontraban en la actualidad.

A nadie le cabía la menor duda de que Guianeya aunque supiera esto habría de callar.

Pero podía suceder que le interesaran las suposiciones de las personas de la Tierra y, que por casualidad, se le escapara alguna frase que derramara aunque no fuera más que un poco de luz en las tinieblas del secreto.

¿Quién podría pensar que todos estos artificios no eran necesarios y que la cuestión, por la que tanto interés tenían todos, se aclararía muy pronto e inesperadamente?

3

Víktor Murátov estaba muy ocupado en estos días y no sabía nada sobre las noticias que conmovían la Tierra. Fue llamado urgentemente a uno de los centros de cálculo ligado con la expedición de Jean Leguerier y que controlaba el movimiento de Hermes.