— ¿Cuál? Guianeya se rió.
— Usted no es consecuente, Víktor — dijo ella bromeando —. Si yo pudiera contestar a esta pregunta, también hubiera contestado a la primera. Es lo mismo. Sabía que queríamos llevar a cabo nuestro plan. ¿Pero cuál? Esto lo sabía Riyagueya y tres más.
Marina le había dicho a su hermano que Guianeya era capaz de mentir. Y estaba completamente convencido de que ahora mentía. La seguridad en esto la reforzó la frase de ella: «Las personas de la Tierra no merecen la suerte que se les preparaba». Para decir esto, había que saber lo que se preparaba.
— Usted lo sabe, Guianeya — dijo en voz baja.
De nuevo resonó su melódica risa.
— Supongamos que lo sé — dijo ella sin alterarse lo más mínimo —. Pero usted no tiene necesidad de saberlo.
Murátov se indignó.
— Después de lo que usted nos ha comunicado — dijo con violencia — está obligada a decirlo todo.
— ¿Me reprocha usted?
Murátov comprendió que había que cambiar el tono. En los ojos de Guianeya brillaba un fuego peligroso.
— Yo no le reprocho nada, Guianeya — dijo él —. Al contrario, estoy admirado de su noble actitud. Nos ha prestado un enorme servicio. Pero siga siendo consecuente. Lo desconocido nos causa gran alarma.
— Claro está que tiene que alarmarles. Pero aunque a usted se lo diga no lo comprenderá… — Por tercera vez Guianeya repitió esta frase.
Murátov no reaccionó por un esfuerzo de voluntad.
— Haga la prueba — dijo —. Es posible que seamos capaces de comprenderla.
Se cogió con las manos al borde de la piscina, salió con facilidad del agua (sus movimientos siempre eran ligeros, pero sobre todo aquí, en la Luna) y con desenvoltura se sentó a su lado. La luz eléctrica jugaba con sus brillos sobre su húmedo cuerpo verdoso.
— Para esto tiene usted que saber lo que fue la.causa del surgimiento de nuestro plan.
— Entonces, dígalo.
— Lo diré.
— ¿Cuándo?
— Después. Aquí no es un sitio a propósito para una conversación tan larga.
— Pero mientras usted se decide — de nuevo no se pudo contener Murátov — puede ocurrir algo irreparable.
— Es posible. Pero ahora ya nada se puede corregir o cambiar. Y no me hable con brusquedad, esto no me gusta. Nuestro plan está realizándose sin participación nuestra.
Esto ha ocurrido por culpa de ustedes. Yo les advertí.
Su sangre fría y tesonería inexplicable eran capaces de sacar de sus casillas a cualquiera. Murátov se contenía con trabajo. Ella dijo una vez que «salvaba» a la gente, y ahora ni con una sola palabra intenta ayudarla.
¡Era muy posible que una sola palabra de ella fuera suficiente!
Sintió algo parecido al odio contra esta mujer de un mundo extraño que con tanta indiferencia hablaba del peligro que amenazaba a la humanidad.
«Se ha conformado con su suerte de no volver nunca a su patria — pensó Murátov —. Y nuestra suerte no le interesa en nada. Es posible que la alegre».
Comprendía que no era justo con Guianeya. Su parecido exterior asombroso, casi idéntico, con las personas de la Tierra le hacía olvidar frecuentemente que era una persona de otro mundo, que razonaba, pensaba y se comportaba de otra forma. Otros puntos de vista, ideas, conceptos, otra educación completamente distinta dictaba su conducta. ¿De qué se podía acusar a Guianeya? ¿De qué no era como las personas de la Tierra? Ella no podía ser igual a ellas.
Hubo un momento, todavía en la Tierra, cuando Murátov pensó que las palabras de Guianeya «les salvo a ustedes» eran provocadas no por la preocupación de la suerte de las personas, sino por el instinto de conservación, ya que viviendo en la Tierra, Guianeya compartiría la suefte de la humanidad. Pero él comprendía ahora que entonces ella fue sincera. Su propia suerte le era indiferente. Si esto no hubiera sido así, Guianeya lo hubiera dicho todo inmediatamente.
— Todo lo que hizo Riyagueya ha resultado en vano — dijo pensativa Guianeya, probablemente pensando en voz alta —. Pero así tenía que ocurrir.
Murátov oyó estas palabras aunque fueron dichas en voz muy baja.
El no le hizo ninguna pregunta, hablaba no para él sino para sí misma.
Y de repente comprendió que Guianeya había pronunciado esta frase en español.
No había tenido tiempo de comprender el significado de este hecho, cuando Guianeya se arrojó al agua con un movimiento violento. Lo salpicó de pies la cabeza.
— No tiene por qué intranquilizarse — gritó ella sonriéndose —. Marina me dijo que ustedes pueden salvar cualquier peligro.
6
Murátov siguió maquinalmente con la vista varios minutos a Guianeya. Por primera vez vio como nadaba e involuntariamente admiró la belleza de sus movimientos. Jugando al waterpolo Guianeya nadaba de otra forma.
Pero sus pensamientos estaban muy lejos.
Habló con sí misma, pensó en voz alta, ¡y esto lo hizo en una lengua terrestre!
A veces ocurre que las personas expresan en voz alta sus pensamientos a sí mismas cuando están profundamente sumidas en sus meditaciones. No tenía nada de particular el hecho de que Guianeya, evidentemente sin notarlo, hubiera expresado su pensamiento en voz alta. ¿Pero por qué «pensó» en español? Sería mucho más natural si ella hubiera dicho esta frase en su idioma. La persona siempre piensa en su idioma y rio en uno extraño.
Murátov sentía que se encontraba en el umbral de un descubrimiento muy importante.
«Se deduce — pensó — que Guianeya conoce el español desde hace tiempo, posiblemente desde la infancia. Lo conoce tan bien, está tan acostumbrada que, incluso, puede pensar en él. Esto es algo raro e inexplicable, pero hay que aceptado como un hecho. Está claro que Guianyea no comprende las cuestiones técnicas, no conoce el objetivo de su vuelo al Sistema solar, sabe sólo a grandes rasgos el plan de sus compatriotas. ¿Por qué? En los vuelos cósmicos no se toman tripulantes innecesarios.
Para algo les hacía falta. ¿Para qué? Sólo había una cosa para la que podía series úticlass="underline" él conocimiento de un idioma de la Tierra, del idioma español. ¡Guianeya debería ser su traductora! Pero entonces resulta que la tripulación de la nave destruida tenía el propósito de aterrizar en la Tierra, y no sólo en la Luna, donde según su criterio no había todavía personas. ¡Deducción extraordinariamente importante!»
Murátov casi echó a correr en busca de Stone. Encontró al jefe de la expedición en compañía de Szabo, Tókarev y Véresov.
— ¡Escuchen, camaradas! — Con su emoción Murátov no se dio cuenta que había interrumpido a Stone sin dejarle terminar la palabra —. Les puedo comunicar una novedad muy importante.
Les expuso detalladamente su conversación con Guianeya y sus deducciones.
— Resulta — terminó — que no sólo tenían intención de llevar a cabo su plan, sino también de permanecer algún tiempo en la Tierra. ¿Cómo se puede concordar esto?
El informe de Murátov produjo un gran efecto. Stone emocionado pegó un salto en el sillón.
— Usted tiene razón, mil veces razón — dijo —. Somos tontos por no haber comprendido esto antes. Toda la situación cambia. Si a la Tierra le amenaza un peligro por terrible que éste sea no será una catástrofe. Su plan se realizaría no momentáneamente, para ello necesitan tiempo y, bastante largo. Si esto es así no hay nada de terrible. Sabremos librarnos de cualquier peligro — (Stone, sin saberlo, repitió las palabras dichas hace poco por Guianeya) —. Los satélites serán destruidos en las próximas horas. ¡Bravo, Murátov! Ningún otro hubiera prestado atención a que Guianeya piensa en español. Es completamente evidente que ella sabe este idioma desde la infancia, y desde entonces había sido destinada para que desempeñara el papel de traductora. Acuérdense que en una ocasión dijo que había volado a la Tierra en contra de su voluntad.