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Esto no causó a nadie asombro. Juzgando por las instalaciones de la astronave, el desarrollo de la técnica en la patria de Guianeya se encontraba aproximadamente al mismo nivel que la técnica de la Tierra.

El camino recorrido por la nave, reflejado en el programa del cerebro electrónico, fue descifrado incluso sin la ayuda de Guianeya. Y en las cartas estelares se marcó una estrella, el Sol del planeta, de donde partieron los cuatro.

Estuvieron en camino casi siete años, según el tiempo terrestre. La velocidad fue grande, y en la patria de los astronautas transcurrió mucho más tiempo.

No ofrecía ninguna dificultad el que regresaran los cuatro. Era fácil introducir en el programa la orden de aterrizar. Pero los científicos de la Tierra decidieron de otra forma, ya que no querían dejar pasar la feliz ocasión que se les había presentado.

A los cuatro les dijeron que podían regresar y añadieron que no volarían solos, que con ellos irían personas de la Tierra. El camino les parecerá mucho más corto y no había que atormentarse durante siete años ya que el baño de anabiosis había sido completamente reparado y de esta forma los siete años se transformarían en un solo mes.

Las leyes de la relatividad eran incomprensibles para Merigo y sus compañeros, y no creían que al regresar no encontrarían a aquellos que dejaron. Pero con alegría acogieron la idea de regresar a la patria.

— Estábamos convencidos de que nos quedaríamos aquí para siempre — dijo Merigo, el único de los cuatro con el que se podía hablar.

Los otros tres podían, con dificultad, pronunciar sólo unas cuantas frases en español.

Claro está que también podían hablar con ellos los que dominaban el idioma de Guianeya.

— Ustedes dicen que nosotros no veremos más a nuestros familiares — añadió Merigo —. Ya nos hemos hecho a esta idea, y nos despedimos de ellos para siempre cuando abandonamos nuestra patria.

La grandeza de la abnegada hazaña de los cuatro admiró a los habitantes de la Tierra, y destacaba esta hazaña el que los cuatro no tenían conciencia de lo que habían realizado. Y aunque su acto fue completamente innecesario, las personas estaban dispuestas a todo para agradecer a los cuatro sus buenas intenciones.

La presencia de Guianeya en la Tierra demostró a Merigo y a sus amigos que habían ido a parar precisamente a donde deseaban. Pero les fue muy difícil creerlo, ya que este planeta no tenía nada de parecido al que ellos esperaban ver.

Ya en la nave comprendieron en seguida que les había engañado la primera impresión y que las personas que se encontraban cerca de la nave no eran los «odiados», sino seres parecidos a ellos, y por esto salieron.

La acogida que se les dio, todo lo que les rodeaba y la atención que se les prestaba, pronto les hizo convencerse de que se encontraban entre amigos, no menos poderosos que los «odiados», sino mucho más.

El instinto no les había engañado: eran sus hermanos.

Los cuatro se adaptaron de una forma asombrosamente rápida.

Merigo y sus camaradas habían nacido bajo el poder de los «odiados». Desde la infancia recibieron instrucciones de los «odiados», ya que ellos no querían tener criados y obreros «salvajes» e incultos.

Entre Merigo y sus antepasados, que no conocieron la invasión de los advenedizos del cosmos, había una enorme diferencia en su desarrollo. Para todos esto quedó claro cuando Merigo relató lo que había pasado en su patria.

Su relato lo escucharon con atención extraordinaria pero con horror. La feroz colonización de la isla pacífica, el apoderamiento brutal de la tierra, la crueldad de los conquistadores, todo esto recordaba los terribles tiempos de la época del colonialismo en la Tierra.

¿Y quién llevaba a cabo la violencia? ¡Gente que estaba en posesión de una alta técnica, seres que volaban con toda facilidad de un planeta a otro!

¡Esto parecía inconcebible, imposible, pero era un hecho real!

— ¡Queda oculto algo! — dijo a todos la misma Marlen Frezer —. Ni Guianeya ni Merigo saben todas las causas. Es completamente imposible el empleo de la violencia por una humanidad que se encontraba a un nivel tan alto, como la de Guianeya, sobre otra. Está excluido. Evidentemente en este caso se reveló la maligna voluntad de un grupo relativamente pequeño. No se puede hacer deducciones apresuradas y juzgar a todo el pueblo de Guianeya por la conducta de un grupo no grande, separado de él. Me parece, que Pérventsev tiene razón: que nos hemos encontrado con seres altamente desarrollados, que ocupaban las mismas posiciones que los capitalistas norteamericanos a mediados del siglo veinte, que preparaban la ruina de la humanidad en una guerra termonuclear. Su nivel moral era el mismo. En el caso mensionado eran nada más que conquistadores que se dirigían en busca de nuevos planetas y que se exacerbaron al verse alejados de su patria. Es posible que estas personas no hayan tenido nada de común con su pueblo. Podían haber sido personas expulsadas de su planeta. Sin embargo, incluso entre ellos aparecieron tendencias progresistas, lo que se ve en el ejemplo de Riyagueya.

Guianeya no sabía dónde se encontraba su primera patria, por lo tanto, no era raro que no lo supieran los otros cuatro. Pero era posible que en los archivos de los «odiados» hubiera alguna indicación. Merigo dijo que cuando sus compatriotas aniquilaron a los advenedizos no tocaron nada que perteneciera a los «odiados».

No podía perderse la posibilidad, que se presentaba casualmente, de que se establecieran relaciones con las humanidades de dos planetas diferentes, y las personas se preparaban activamente para la primera etapa: el vuelo a la patria de los cuatro.

Debían volar tres naves: una en la que vinieron los cuatro y otras dos que se construían apresuradamente en la Tierra.

La salida se había señalado para dentro de un año.

No se sabía por qué a Guianeya no le gustaba el radiófono. Y Murátov no se asombró cuando recibió una carta de ella, a pesar de vivir ahora en la misma ciudad que él.

Guianeya le pedía a Víktor que viniera a verla el mismo día por la tarde.

En esto no había nada de extraordinario porque lo invitaba con frecuencia.

Guianeya, después del desmayo que sufrió, abandonó inmediatamente la península Ibérica. Desde entonces, habían pasado sólo diez días y Murátov no la había vuelto a ver.

La causa del desvanecimiento estuvo clara después del relato de Merigo. Habían muerto todos los que conocía Guianeya, entre ellos sus padres, hermanos y hermanas.

Las personas, de la Tierra tenían conmiseración con Guianeya, pero entendían la actuación del pueblo de los cuatro. La violencia exigía venganza.

Pero compartían la pena de Guianeya. Todos la querían porque en ella había muchas cosas buenas. Ahora estaba claro que a Guianeya le había estropeado la vida, la educación recibida desde el momento de su nacimiento entre colonizadores empedernidos. La influencia evidente de la personalidad de Riyagueya en Guianeya mostraba que en esta muchacha existía una aspiración inconsciente hacia la nobleza de espíritu y la justicia. Y se vio claramente qué gran cambio se había efectuado en ella durante el año y medio que tenía de vivir en la sociedad comunista de la Tierra.

Merigo exigió la muerte de Guianeya. Exigió insistentemente que le entregaran a la «odiada», probablemente para castigarla. La sentencia había sido dictada por su pueblo, y él consideraba su deber llevarla a cabo.

Las personas no estaban de acuerdo con esta demanda. Le hablaron a Merigo del acto de Riyagueya, se esforzaron por convencer a los cuatro de que Guianeya ya no era un enemigo.

Pero ellos no daban su brazo a torcer.