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– ¡Espere! — dijo Murátov —. Después se lo diré. Tengo que contestarle. — Continuó hablando en español —. Todo depende, Guianeya, de las circunstancias. Hay casos, cuando una persona convencida de la justeza de su causa, se ve obligada a sacrificarse no sólo a sí misma, sino también sacrificar a otros, considerando que no hay otra salida.

El objetivo que se plantea, justifica sus acciones ante sus ojos. No conocemos las causas que obligaron a Riyagueya a obrar tal como obró. Pero usted sí las sabe. Y si usted no comparte las ideas de él, puede contestarse objetivamente a la pregunta, si él tenía razón.

Yo he calificado la muerte de Riyagueya de bella, porque he comprendido por sus palabras que él lo hizo, sacrificándose por nosotros, por las personas de la Tierra. Desde nuestro punto de vista ésta es una acción bella.

Guianeya volvió la cabeza hacia él y en su boca asomó una sonrisa un poco velada.

— Perdóneme, Víktor. Entonces no le comprendí y le juzgué mal.

— Yo no me he ofendido — contestó Murátov —. Porque la he comprendido. Nosotros, es decir, su humanidad y la nuestra, tenemos raciocinio. Y los seres racionales siempre se pueden comprender mutuamente cuando hay buena voluntad para ello. Aunque algunas veces esto no sea fácil.

— Sí, algunas veces esto es más difícil de lo que parece — dijo suspirando Guianeya, volviéndose de nuevo hacia la pantalla.

«Por fin todo se aclaró — pensó Murátov —. Marina estaba en lo cierto al decir que Guianeya tiene buen carácter».

10

Una hora más llevaban marchando los todoterreno por la dirección anterior. Había cambiado el aspecto de la cordillera. Las laderas escarpadas y cortadas a pico habían sido sustituidas por pendientes suaves. Cada vez se encontraban con más frecuencia rocas aisladas y montones de enormes piedras que habían rodado de las montañas.

Cada vez era más difícil avanzar. Las máquinas se inclinaban demasiado y con frecuencia había que rodear los obstáculos.

Como antes no se encontraba ni un sólo lugar apto para instalar la base invisible. El correspondiente fracaso era ya una cosa clara para todos.

Y aunque nadie calculaba que el éxito fuera rápido, comenzó a aparecer espontáneamente un sentimiento de desilusión. Sólo la presencia de Guianeya hacía que las personas tuvieran alguna esperanza.

Los relojes marcaban las doce en punto cuando Stone mandó parar su máquina.

— Es inútil buscar más allá — dijo.

— Pero el lugar cada vez es más favorable — respondió Sinitsin desde la segunda máquina.

— Sí, pero debemos creer en las palabras de Guianeya. Murátov — añadió Stone —, usted quería ver la Tierra. ¡Mire hacia atrás!

En la misma parte en que se encontraba la estación, pendía en el cielo, sobre las cumbres de la cordillera, casi medio oculta por el horizonte, una media luna que brillaba intensamente. Era enorme en comparación con la media luna acostumbrada a ver en el cielo de la Tierra. El anillo purpúreo de la atmósfera, iluminado por el Sol, permitía distinguir claramente la mitad del globo terráqueo sumido en la oscuridad de la noche. El disco del Sol pendía no lejos, un poco más alto.

«La Luna», las estrellas y el Sol al mismo tiempo!

— Este cuadro tan maravilloso no se puede ver en la Tierra — dijo Murátov.

– ¿No digas? — oyó la voz de Serguéi —. ¿Por qué será?

— Porque en la Luna no hay atmósfera. ¿Acaso no lo sabes?

— Ahora lo sé — contestó Sinitsin bajo una carcajada general.

— Pregúntale a ella — dijo Stone — ¿si es necesario seguir buscando?

Guianeya se asombró al oír la traducción de la pregunta.

– ¿Por qué me pregunta esto? — contestó —. Ustedes mismos deben saber lo que hay que hacer y cómo actuar.

— Le preguntamos a usted porque — explicó Murátov — nos basamos en sus palabras que reflejan las de Riyagueya. Parece que dijo que la base estaba ubicada en un lugar desde donde nunca se veía la Tierra.

– ¿Por qué «parece»?

— No preste atención. Ha sido una expresión poco afortunada. ¿Dijo esto?

— Sí. No comprendo por qué me pregunta a mí — repitió tercamente Guianeya.

Murátov sentía que la lógica estaba de parte de Guianeya.

— Queremos que usted lo recuerde exactamente — dijo Murátov —. Esto para nosotros es en extremo importante.

— Yo no puedo añadir nada a lo que he dicho.

Le comunicaron a Stone el contenido de la conversación.

— Si seguimos buscando en la misma dirección — dijo — entonces no hay ningún fundamento para negarse a buscar en todos los otros lugares, como lo hacíamos antes.

Me parece que es necesario aceptar las palabras de Riyagueya como la única verdad y basarse sólo en ellas. ¿Cuál es el criterio de los demás?

Todos estuvieron de acuerdo con Stone.

— Entonces — resumió — regresaremos. Volveremos a examinar otra vez con la atención de antes todo lo que encontremos en el camino, para que tengamos una seguridad completa y podamos decir: en esta parte no existe la base:

El camino de regreso no dio nada nuevo.

Cuando regresaron a la estación eran ya las tres de la tarde. Y aunque Stone quería continuar las búsquedas se vio obligado a ponerse de acuerdo con Tókarev y aplazar la segunda expedición para mañana.

— En cansancio debilita la atención — dijo el profesor —. No tendremos resultados.

Ya antes de la decisión de Stone, Murátov sabía que hoy se habían terminado las búsquedas. Guianeya le dijo que estaba cansada y que no iría a ningún sitio.

— Esta es una ocupación muy aburrida — dijo ella —. Siento haber venido aquí.

– ¿Pero irá usted mañana?

— Sin duda. Mañana y los días sucesivos. Es necesario ser consecuente — dijo repitiendo la frase que le gustaba —. Nunca me he sentido tan cansada — añadió haciendo una pausa — aunque no he hecho nada.

— La inactividad agota muchas veces más que el trabajo — dijo Murátov —. Vaya a la piscina a bañarse, que descansará.

— Vamos juntos — propuso de forma inesperada Guianeya.

Murátov se quedó desconcertado.

— Esto no está bien — dijo.

– ¿Por qué? — Guianeya estaba francamente asombrada —. No puedo comprender esto. Ya hace tiempo Marina me dijo que entre ustedes no está bien mirado el que se bañen juntos las mujeres y los hombres. Pero yo misma he visto como se bañan en el mar. Y cuando yo me ponía el traje de baño, Marina me permitía bañarme en la piscina delante de todos, ¿Por qué? ¡Explíquemelo, Víktor! Tengo grandes deseos de comprenderles.

Murátov sentía, una vez más, que se encontraba en el umbral de uno de los enigmas relacionados con Guianeya. Era insignificante en relación con los otros, pero era un enigma. Y tenía esperanzas de que se aclarara, ya que era la misma Guianeya la que lo pedía.

Se reconcentró para aclararlo desde el punto de vista terrestre.

— Esto, Guianeya, se explica por muchas causas — dijo Murátov —. Pienso que la fundamental consiste en que las personas tienen la costumbre de cubrir su cuerpo con ropa. El llevar constantemente ropa ha conducido poco a poco a que las mujeres y los hombres se avergüenzan de la desnudez. Claro, yo comprendo perfectamente su punto de vista y considero que incluso es más moral que el nuestro. Pero las costumbres arraigadas en la conciencia son una gran fuerza. Ahora — añadió — ¿lo comprende usted?

Pensó que había dado satisfacción completa a su incomprensión.

— Usted no me ha aclarado nada — dijo Guianeya inesperadamente para él —. Pero me parece que yo misma he acertado en qué consiste el hecho. Según ustedes, el traje de baño oculta el cuerpo y no se le ve. ¿Es así?