Su objetivo quedó claro.
Involuntariamente se sonrieron al saberlo los que estaban al corriente de los acontecimientos, que hasta ahora eran pocos: destacados científicos, funcionarios del servicio cósmico, personal de los observatorios.
Fue demasiado burdo el cálculo, demasiado bajo habían calificado la ciencia y la técnica de la Tierra los compatriotas de Guianeya. Si incluso ellos estuvieron por primera vez en la Tierra durante la Edad Media, debían haber tenido en cuenta las leyes del desarrollo de la sociedad, que no podían ser desconocidas para ellos.
Pero nada previeron y por esto se equivocaron.
— No sería cosa de risa — dijo una de los más destacados físicos de la Tierra, la profesora Marlen Frezer — si ellos hubieran realizado su idea hace unos siglos. E incluso en los últimos siglos, las personas estaban divididas por el régimen de explotación, sus acciones hubieran causado la muerte de numerosos pueblos subdesarrollados que entonces existían. Pero ahora, entre nosotros… ¿Quién puede causar daño a la humanidad unida?
— Tenemos que reconocer — completó sus palabras otro científico — que nos equivocamos en lo que se refiere a los plazos de los lanzamientos de los satélitesexploradores.
Por lo visto aparecieron cerca de la Tierra no hace mucho tiempo. De aquí resulta que sus «amos» también visitaron la Tierra hace poco y por eso todavía son menos comprensibles sus errores en el cálculo. Para equivocarse de esta forma es necesario poseer un concepto extraordinariamente alto de sí mismo, una soberbia inaudita en el trato con otros y un profundo desprecio hacia todos los que consideran inferiores a ellos.
Nadie en la Tierra tenía la menor sospecha de cuan cerca de la verdad estaba este científico.
Todo peligro había desaparecido.
¡Ahora! ¿Pero en el futuro?
¿Se podía esperar un nuevo ataque?
Podría tener lugar, pero no habría que temerlo viendo entre el pueblo de Guianeya habían aparecido personas como Riyagueya. Era evidente que la humanidad desconocida había alcanzado un nivel de desarrollo tal que son imposibles actos de hostilidad contra otra humanidad.
Era un enigma como seres con una ciencia y técnica tan potentes, pudieron pensar e intentar llevar a cabo el inhumano plan de obligar a la población del globo terráqueo a desaparecer de la faz del planeta, a desaparecer de forma «natural», haciendo cesar la natalidad, y ellos mismos ocupar los lugares que quedaban vacíos.
Esto testimoniaba, primero, la superpoblación de su propio planeta, y segundo, el bajo nivel moral.
Pero era incompatible, desde el punto de vista terrestre, el bajo nivel moral con el altísimo desarrollo de la técnica.
El conocido historiador y filósofo Andréi Pérventsev publicó un artículo, al poco tiempo de estos acontecimientos, en el que exponía sus puntos de vista sobre todos los aspectos de estos enigmas.
Según su criterio era necesario buscar la única explicación en casos análogos existentes en la historia terrestre.
Las leyes del desarrollo de la sociedad de los seres racionales son en todas partes aproximadamente iguales. Pero la diversidad de la naturaleza es infinita, e infinitos los caminos de desarrollo de los seres racionales. Tanto más cuando se trata del Universo.
Hace más o menos cien años, Alemania, uno de los países más desarrollados de la Tierra, sumió al mundo en una guerra devastadora, llevando a la realidad la doctrina de la destrucción de otros pueblos… ¿Acaso la posesión de las fuerzas termonucleares no demuestra la existencia de una alta técnica? Sin embargo, hubo un tiempo en que las personas que estaban en posesión de esta técnica, prepararon una catástrofe nuclear, que amenazó a la humanidad con la misma suerte que le preparaban los compatriotas de Guianeya.
«La naturaleza de los explotadores — deducía como conclusión Pérventsev — es siempre y en todas partes igual. Para mí no hay ninguna duda de que en el planeta de Guianeya existía, en el tiempo cuando fue pensado el plan, un régimen de explotación altamente desarrollado. Ahora, con toda probabilidad, este régimen ha dejado de existir o vive los últimos días. Lo que hizo Riyagueya nos convence de esto».
Pérventsev era el que estaba más próximo a la verdad, pero, por ahora, no lo sabían.
Una cosa estaba clara: Un acto tan hostil, como el que conocieron las personas de la Tierra, era una rarísima excepción. Y no había ningún fundamento para pensar que esta excepción pudiera repetirse.
La intervención cósmica, según había dicho justamente Frezer, podría haber tenido éxito en los tiempos de la juventud de la sociedad humana. Pero nunca cuando las personas se han unido y juntas pueden defenderse de cualquier peligro.
Es invencible la sociedad que vive formando una familia amiga y cohesionada, que ha alcanzado las altas cumbres de la ciencia y técnica.
7
— Esto comienza a intranquilizarme — dijo Marina.
Se levantó y defendiéndose los ojos con la palma de la mano miró hacia la lejanía del mar, refulgente por miríadas de lucecillas.
Las olas azul esmeralda del Mar Negro llegaban perezosamente a la orilla. Una neblina nacarada ocultaba la línea del horizonte. Y allá, en la lejanía se divisaba como colgado en el aire, un barco blanco. Estaba tan lejos que parecía inmóvil. Era un día casi sin viento, de vez en cuando se sentía un ligero soplo que no traía frescor, sino bochorno.
La negra cabeza de Guianeya no se veía por ninguna parte.
— Nada admirablemente — dijo indolente Víktor Murátov.
— Ha pasado más de una hora.
– ¿Qué quieres decir con esto?
— Que me intranquiliza.
Raúl García se irguió apoyándose en los codos.
— Vamos a buscarla — propuso.
– ¿En qué?
— En cualquier lancha. Si explicamos de qué se trata cualquiera nos la dejará.
— Esperemos un poco más.
La intranquilidad de la hermana se apoderó de Víktor. Se levantó y marchó hacia el agua.
Hoy habían nadado mucho. Guianeya todo el tiempo había estado con ellos, y cuando todos se cansaron se alejó sola. Pasó una hora entera y Guianeya no aparecía.
Había pasado un mes desde el regreso a la Tierra de la Séptima expedición lunar. La mayoría de las personas habían olvidado la alarma y emoción de aquellos días. Y sólo la presencia de Guianeya en la Tierra hacía recordar los extraordinarios acontecimientos.
Los participantes de la expedición decidieron disfrutar un mes de descanso y fueron al litoral del Cáucaso.
En los primeros días Guianeya no estaba con ellos porque había ido al Japón a buscar a Marina.
Durante este mes se aclararon muchas cosas. Guianeya era cada vez más franca. Se aclaró definitivamente que existía un mundo cuyos habitantes tenían una necesidad parentoria de encontrar un planeta para poblarlo. Dejó de ser un enigma el que Guianeya no recordara su patria, circunstancia que en su tiempo tanto soprendió a Víktor Murátov.
Había nacido en otro planeta encontrado por sus compatriotas y reconocido por ellos como no apto para su colonización. Guianeya nunca había visto su verdadera patria.
También quedó clara la personalidad de Riyagueya, científico, ingeniero (según conceptos terrestres), dirigente técnico de la expedición cósmica, que era, por lo visto, completamente distirito de los otros compatriotas de Guianeya. Siempre estuvo en contra del plan de sus colegas en lo referente a la Tierra, considerándolo como inhumano.
Insistía en quedarse en el primer planeta, reconstruir y poblarlo. No estaba claro por qué no estuvieron de acuerdo con él. Guianeya sobre esto calló algo.
Y aunque quedó completamente claro el objetivo del vuelo de la nave de la que desembarcó Guianeya, nadie en la Tierra experimentaría hacia ella un sentimiento de hostilidad.