Un hombre aplastado hasta en la mirada por la habitual indolencia de los criados de amos que ellos consideran vulgares condujo a los visitantes a una sala en la que el anfitrión había congregado expresamente a un grupo de especialistas y acólitos. Ali Erastre era un anciano de expresión severa hasta el temor de los niños, con una enorme testa braquicéfala, feroces ojos hundidos en cuencas moradas y profundas arrugas por toda la cara. Llevaba largo su escaso pelo y caminaba encorvado, y la voz cascada de bajo remataba un cuadro que Ígur encontró siniestro y Silamo familiar.
– En nombre de la Comunidad de la Contemplación Perpetua del Ser Necesario -alerta, pensó Ígur, eso es La Muta-, sed bienvenidos -dijo Erastre-, confío en que nuestro querido hermano Kim Debrel se encuentre bien y los tiempos le sean propicios.
– Kim Debrel se encuentra muy bien -dijo Silamo-, y tenemos el placer de enriquecer nuestro saludo más afectuoso y cargado de buenos deseos con el que él envía para vos y vuestra noble Comunidad.
Ígur no sabía nada de comunidades, y se inclinó con inquietud.
– ¿Qué os ha parecido Bracaberbría? -prosiguió Erastre, sin presentar a los demás, que mantenían una atención respetuosa y callada-; en fin, lo que queda…
– Llegamos directamente al Aeropuerto de los Pantanos, y sólo hemos paseado por las islas mayores y el centro antiguo -explicó Silamo.
– Claro -dijo Erastre-, si hubierais querido salir lo teníais difícil. El peral espinoso ha bloqueado más de un setenta por ciento del perímetro, ¡pero de todas formas tampoco hay adonde ir! -se rió-. Ya sabéis a qué me refiero, supongo. -Ígur no lo sabía, y no quería pasar por alto otro sobreentendido. Erastre lo miró sin curiosidad, y le dio una explicación-: La proliferación del peral espinoso proviene de un experimento botánico propiciado por la Apotropía de Juegos del Imperio, la Apotropía de los tiempos en que el Imperio estaba en el Imperio, es decir, en Bracaberbría. -Se echó a reír y todos los demás se sumaron, como si hubiera tenido una salida muy aguda, salvo Ígur y Silamo, que no llegaron más que a la cortesía de descomponer la neutralidad de la expresión facial-. Se trataba de reproducir el Laberinto recién conquistado, en versión reducida y con elementos vegetales, como si se tratara de un jardín de sorpresas; el problema era que los que no encontraban la salida acababan por estropear las cercas de tuyas o las columnas de boj, y como la Ley del Laberinto prohibe expresamente reproducir los canónicos con construcciones perdurables, el Departamento de Genética Botánica preparó un peral bulboso que resistiera hachas, artillería ligera, incluso un láser de baja potencia, que es lo máximo que un ciudadano puede llevar al hombro por ahí, y con ese vegetal construyó la reproducción del Laberinto en la costa Este del Oybiris, justo antes del inicio del Delta. Dos años más tarde, hubo un conflicto de atribuciones entre la Comisión de Mantenimiento y el Departamento de Genética, y la Apotropía de Juegos lo resolvió cancelando un setenta por ciento de los presupuestos para seguimiento de la evolución del nuevo individuo, con lo cual el peral sufrió una mutación inesperada, y cuando se quiso reconducirla, se reprodujo el conflicto, esa vez entre la Apotropía de Juegos y la Mayoría de la ciudad de Bracaberbría; el Departamento de Genética Botánica eludió responsabilidades alegando incumplimiento de contrato por el asunto de los presupuestos, y su filial, la Comisión de Mantenimiento, se desentendió por el mismo motivo y porque la Apotropía, según ellos, había impuesto su criterio en cuestiones que no le correspondían; el litigio se alargó meses y meses, y el peral, mutando a espinoso, crecía en progresión geométrica sin que nadie lo detuviera; finalmente se pactó un presupuesto para afrontar el problema, pero por culpa de los aplazamientos se encontraron con que en el momento de aplicarlo estaba totalmente desbordado por el crecimiento, y, con el inconveniente de que la Mayoría de Bracaberbría se negaba a reconocer los arbitrios designados por el Imperio, se tuvo que renegociar y, finalmente, que imponer un nuevo aumento del presupuesto, que de nuevo resultaba insuficiente a la hora de gastarlo, hasta que se llegó a un punto en que el peral había crecido tanto que el esfuerzo social necesario para eliminarlo superaba el déficit de la ciudad de Bracaberbría; en cualquier caso, el peral crece más deprisa que el tiempo necesario para controlarlo con un esfuerzo razonable. En una palabra: el peral puede destruirse si se quiere, pero no sólo resulta más caro de lo que valen los terrenos correspondientes, sino que hacerlo sería a costa de arruinar cincuenta veces al Imperio. Actualmente, la superficie que ocupa es casi el doble de la de la urbe de Bracaberbría, y ha topado con sus límites naturales: el mar, la selva y el desierto; contra el mar y el desierto no puede hacer nada, a la selva dicen que comienza a ganarle batallas, pero el resultado de la guerra aún está por ver; tiene un cuarto límite natural, sobre el que hay diversas teorías, que es la propia ciudad de Bracaberbría; en el margen Este del río y en la isla central dicen que ya ha cubierto más de doscientas manzanas. Ignoro cuál es el estado de la cuestión ahora, pero si les interesa, el coronel Iazata se lo puede explicar, él dirigió durante un tiempo las milicias autónomas de detención del peral.
El aludido, un hombre grande y sudoroso como todos, de unos sesenta años, dejó escapar un bufido de resignación.
– Era como matar un elefante con un palillo. El peral, no sé si lo han visto alguna vez, mide entre dos y tres metros de altura, dependiendo de las zonas, y tiene una consistencia bulbosa, densa, durísima y ligeramente elástica, capaz de resistir una descarga de dinamita; excreta una resina siliconada que lo hace incombustible, y tan sólo cede ante el láser pesado; otra posibilidad de ataque son las inyecciones de cianuro en la raíz. El láser tiene el inconveniente de ser muy lento, y tan delicado que la tasa de accidentes lo haría adecuado para incluirlo entre los Juegos peligrosos, y el cianuro aún es peor, porque además de peligroso y caro, tiene el problema de que deja al peral muerto in situ, y perfectamente trabado, de manera que hasta que no se ha secado es como si estuviera vivo, y una vez se ha secado se convierte en un objeto de consistencia leñosa, que mantiene las dimensiones y la incombustibilidad de la planta viva, agravado por el añadido de una dureza digna del mejor acero. El caso es que, tanto vivo como muerto, el terreno ocupado por el peral espinoso resulta tan intransitable como si estuviera protegido con el más feroz de los alambres de púas electrificados; lo cierto es que si no fuera por la imposibilidad de control y el peligro que eso supone, sería el elemento de protección convencional perfecto. Hace unos años el Departamento General de Mecánica Genética depuró una nueva especie de oruga, la RQHE-390, que se alimenta en exclusiva del peral; están instaladas todas las existencias, pero, a pesar de que está demostrado que sin la RQHE-390 la situación sería mucho peor, las curvas de crecimiento de las dos poblaciones son claramente divergentes, y la oruga no llegará nunca a conseguir el crecimiento cero del peral, a partir del que se podría empezar a pensar en la disminución. Es más, la curva de crecimiento de población del peral parece saltar de geométrica a exponencial.
– Pero -objetó Ígur- Erastre ha dicho que el peral ha encontrado límites naturales; me parece que eso supone una cierta estabilización.
– El peral -prosiguió Iazata- atraviesa en este momento dificultades para extenderse en un ochenta por ciento de sus límites, pero como no puede dejar de crecer, se comporta densificándose y formando oleadas de presión; en la práctica es como una inmensa bomba de relojería, y no hay duda de cómo se comportará, pero sí de qué dirección tomará, si es que no acaba tomándolas todas. En realidad hay lugares en los que la bomba ya ha estallado: la selva retrocede y hay canales de la Isla Central del Delta atravesados por el peral; hay teorías que prevén una mutación en planta acuática, lo que en principio salvaría la presión… pero imaginad en lo que se puede convertir el mar dentro de unos años. Además, se añade un nuevo problema: la oruga es un lepidóptero que se convierte en una especie de polilla de casi tres centímetros de envergadura, que no se alimenta sólo del peral, sino de toda clase de hidratos de carbono, y que, lógicamente, en los límites del peral se convierte a su vez en una plaga, a pesar de que, afortunadamente, es ahí donde vuelve a anidar. -Se pasó la mano por la cabeza-. La última vez que vi el peral, os lo aseguro, no sé qué me impresionó más, si su extensión y la densidad brutal que lo hacía parecer a punto de echársenos encima, sacudiéndose continuamente para desenredarse, o la nube de polillas que casi impedía ver el sol.
– En cualquier caso -intervino una joven muy atractiva, pero con aire de necesitar quince días de reposo absoluto-, se han elaborado estudios de población sobre el peral con resultados curiosos: si consideramos crecimiento cien el del peral en condiciones óptimas y sin la presencia de la oruga, y crecimiento menos cien el del peral asediado por la oruga en inmejorables condiciones de devoración, una gráfica de posiciones intermedias con el consecuente estudio de otros factores de incidencia como pueden ser el terreno, el clima, la naturaleza de los límites o la proximidad o hasta el fracaso de una población de orugas, puede determinar un horizonte de sucesos con una fiabilidad estable, lo que permite relacionarlo con la incidencia de recursos disponibles, entre los que la oruga continúa ocupando el primer lugar; el problema es que las condiciones óptimas de crecimiento de las orugas pasan por la devoración del peral, es decir, que puesto que toda la población de orugas está dedicada a ello, es imposible que aumente, porque no hay en ningún otro lugar, y para llevar orugas a devorar a un sitio determinado hay que sacarlas de otro, con lo que, contando el tiempo que se pierde con la extracción, el transporte y la reaclimatación, además de las que se mueren en el proceso, resulta del todo contraproducente.