– Simetría de elementos, pero sin afectar al orden interno -dijo Arktofilax, señalando la parte superior de la puerta, donde se apreciaba una pantalla de cristal líquido con una inscripción; Ígur la leyó en voz alta.
– Entiendo -dijo Ígur- que se trata de un poema móvil, porque si no estaría esculpido o pintado, no en una pantalla de cristal.
– Has hablado a la ligera, Caballero -lo recriminó Arktofilax-. En primer lugar, no es menos efímero lo esculpido en piedra o en mármol que la impresión en cristal líquido, y es menos visible en determinadas condiciones; y después, no sé de dónde sacas que eso sea un poema; no sé distinguir ninguna ley métrica, rítmica ni tan sólo sintáctica. Veo cinco descripciones pertenecientes al corpus que llaman los Episodios de la Reina Cuádruple -Ígur abrió mucho los ojos y Arktofilax lo miró con benevolencia-; no te recrimino que no lo conozcas, no está incluido en la Ley del Laberinto y, la verdad, me sorprende encontrarlo aquí, porque es más propio de la Apotropía de Juegos de la época del Hegémono Barx. Por suerte, he traído las reglas.
Sacó de la bolsa un volumen antiguo, de cerca de quinientas páginas de letra pequeña y dibujos.
– Más que un Juego parece un breviario -dijo Ígur, leyendo al azar las hojas que el Magisterpraedi pasaba hacia adelante y hacia atrás.
– Empezaremos por repasar las figuras -se detuvo en un cuadro que representaba en pequeñas siluetas de trazo primitivo diversas posturas de una mujer sola o en compañía de un hombre-. Cada figura corresponde a una de las sentencias de la inscripción, y lo primero que tenemos que hacer es identificarlas. Antes veremos qué significa cada figura. -Retrocedió unas páginas, y le mostró dos dibujos que representaban circuitos-. Es una representación de dos variantes de la solución al problema de los suministros sin cruces -explicó Arktofilax-. Fíjate, la postura J corresponde a la Reina agachada, mirando a la derecha; ésa es la posición exaltada, a la izquierda sería exiliada, y a la S le corresponde la Reina sentada, igualmente mirando a la derecha, y con el codo sobre la rodilla; esa disposición de exilio y exaltación no es arbitraria, sino
que mantiene, como puedes ver, la misma correspondencia entre el orden de las vías de entrada y los puntos de llegada, que se verían alterados hacia el simétrico si las dos Reinas mirasen al mismo lado. En lo referente a las figuras exiliadas, se representan, respectivamente en cada simétrica exaltada, por j y s minúsculas. Aparte del recorrido interior, que es un tratado emblemático de curvas demasiado complejo para empezar ahora a especular, la verdadera distinción entre las dos figuras es que en S se sale por la vía 1, que es la 4 en la figura s, ya que de otra forma las dos vías extremas podrían ser eliminadas ya de entrada; eso complica esta figura con una bifurcación adicional. Observa que entonces todo sería relativamente fácil si siempre encontrásemos bifurcaciones cuádruples (bastaría con ir tirando por la segunda a la derecha), o con bifurcaciones simples de acuerdo a un solo modelo; pues bien -pasó unas cuantas páginas-, los modelos posibles de series de bifurcaciones son cinco, o, para ser más exactos, tres, si descontamos los correspondientes simétricos -le mostró el cuadro:
Prosiguió-: Observa que el autor del libro, en un justo anhelo de complicar las cosas, o quizá para que ningún lector distraído o exagerado confunda los grados de abstracción, llama 1, 2, 3 y 4 a los caminos de la Reina y A, B, C y D a las bifurcaciones de los esquemas que, con buena lógica, les corresponden. Hecha la aplicación, obtenemos un cuadro de posibilidades sobre las bifurcaciones que hay que escoger para ir a cada uno de los cuatro puntos; observa que el cuadro contiene tan sólo la mitad de las posibilidades, porque corresponde a las figuras exaltadas; el autor del libro, con buen criterio, supone que no tendremos dificultades para obtener las figuras simétricas donde, obviamente, la salida se obtiene por la vía 3 en lugar de la 2 en la j, y por la 4 en lugar de la 1 en la s, figura en la que, además, hay que añadir un giro a la derecha en la exaltada, y un giro a la izquierda en la exiliada
– Arktofilax volvió la página y mostró a Ígur un nuevo cuadro de posibilidades:
Prosiguió-: De ahí, en el último paso del proceso, resultará el recorrido. Ahora se trata de identificar las posturas de la Reina con las descripciones de la inscripción; veamos: 'La Reina Blanca desea al Príncipe' -volvió a las páginas con pequeñas siluetas en diferentes actitudes, y señaló dos-; puede ser la mujer sentada o la mujer agachada, pero en cualquier caso, la mujer está sola; segunda línea: 'La Reina oculta la ventana y vigila a su Rey'; aquí hay una clara inversión de postura, así es que si la Reina miraba a la izquierda, ahora mira hacia la derecha, y viceversa. -Escogió otra figura-. Observa también que desear tiene un sentido dinámico más acentuado que ocultar y vigilar, por lo tanto a la primera línea le corresponde una figura agachada, y a la segunda una sentada.
– El razonamiento me parece débil -dijo Ígur.
– Quizá lo sea, pero si no hay elementos que nos convenzan de que lo contrario tiene más fuerza, nos tendremos que atener a esto. -Ígur no dijo nada más, y el Magisterpraedi continuó-. Recapitulemos: tenemos la historia de un triángulo de fuerzas eróticas: la Reina, el Rey y el Príncipe, por tanto, la gran hembra fluctuante entre el Rey, que es su poseedor legal, y el seductor extranjero; es la vieja fábula que tantas materializaciones ha tenido (tal vez la más célebre sea la de Arctús, Ginebra y Lancelot); ¿Cómo se disponen los elementos? La Reina está fija porque es la tierra, y los machos son cuerpos celestes que aparecen y desaparecen a medida que la tierra gira; el título de Reina Cuádruple no proviene de los cuatro caminos del interior como opciones, sino de las cuatro posibles posturas: sentada a la derecha o la izquierda, agachada a la derecha o a la izquierda. Observa que el Rey y el Príncipe aparecen y son vigilados a través de una ventana a ras de suelo que representa el horizonte, y que la Reina oculta con su cuerpo cuando le conviene vigilar la aparición de uno o de otro, u ocultar al amante a los ojos del esposo. Una vez más, tenemos una fábula astral en la que claramente el Rey representa al Sol -señaló la figura en posición erecta con aureola radiada-, el Príncipe una determinada estrella brillante, quizá un planeta, Júpiter, Marte, más raramente Mercurio, porque está asociado al Sol, y la desaparición del Príncipe en presencia del Rey, la alternancia entre el astro diurno y el nocturno, como el Sol oculta las estrellas, que retornan cuando muere. Vayamos a la tercera línea: "Sin descuidarse, la Reina complace a su Rey.' -Escogió la silueta que representaba a un hombre de pie y a una mujer contra la ventana agachada ante él en actitud inequívoca-. La cuarta línea dice: 'La Reina Blanca olvida al que sale y espera al que vendrá.' En ésta el dinamismo es dudoso, pero sabiendo que los episodios de la Reina Cuádruple evitan las repeticiones, y sabiendo entre qué figuras se sitúa la cuarta, yo optaría por ésta. -Señaló la representación de una mujer sentada de cara a la ventana-. La última línea, 'La Reina Vigilante se abre al Príncipe', está clara: la mujer no pierde de vista la ventana y se abandona al placer en recepción de retaguardia. -Escogió la figura que lo representaba-. Así pues, tenemos esta secuencia -hizo un rápido esbozo-; hagamos un
repaso argumentaclass="underline" Uno, la Reina desea al Príncipe; observa que se trata más de una despedida que de una bienvenida; posiblemente acaba de separarse del amante. Dos, el Rey ha llegado y ella oculta la ventana con el cuerpo para proteger la huida del enamorado. Tres, el Rey es complacido y ella procura tapar la ventana con el propio cuerpo. Cuatro, muy parecida a la primera, pero más estática, como indican olvidar y esperar en lugar de desear. Cinco, la Reina no pierde de vista una posible aparición del Rey mientras se entrega al Príncipe. Ahora el problema es la orientación. Las reglas del Juego exigen que la ventana esté siempre en el mismo sitio, y eso nos podría hacer caer en contradicciones astronómicas; básicamente, la cuestión es si el punto de vista es Austrífugo o Austrípeto (o Artípeto o Artífugo, si lo prefieres), es decir, si nos orientamos al Norte o al Sur. Tal y como ahora lo tenemos, si el Sol y las estrellas salen por la izquierda, miramos al Sur en invierno, y si salen por la derecha y se ponen por la izquierda, significa que miramos al Norte en verano; la cuestión es que en la primera figura se supone que la Reina mira cómo el Príncipe se va, por tanto tenemos el Poniente a la izquierda, y miramos al Norte en verano tal y como ahora tenemos la figura. Eso no se contradice con el hecho de que los dos astros, en las figuras tercera y quinta, aparezcan por la derecha y miren a la izquierda, pero sí introduce ambigüedad en la cuarta figura, en la que si recalcamos la segunda parte de la frase tendríamos que concluir que tenemos el alba a la izquierda. La cuestión es, por tanto, si la serie escogida es correcta y tenemos una historia Austrífuga (o Artípeta) de verano, o bien si tenemos que dar la vuelta todas las figuras para ponerlas Artífugas y situarnos en invierno.
– Es invierno -dijo Ígur-, lo indica el único adjetivo que aparece en toda la inscripción, 'Blanca', que además se repite dos veces. 'Vigilante' no se puede considerar un adjetivo, porque en realidad sustituye a 'que vigila'.