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Y encontró algo más: al menos cuatro de sus compañeros, derribados junto al improvisado huerto que les proporcionaba verduras y hortalizas. Era la parte que menos encajaba con todo lo demás. Todos habían muerto por herida de bala, y en todos los casos, un disparo terrible y certero en la zona de la cabeza. Estaban vestidos con sus ropas habituales de faena, y alguno incluso conservaba los guantes con los que manejaban las herramientas y trabajaban la tierra. Uno de ellos estaba tirado hacia delante, con una pila de pequeños tiestos de plástico desparramados alrededor. Era como si hubiera sido derribado en plena faena, sin tiempo para darse cuenta de que estaba siendo atacado. Los impactos eran precisos y prácticamente habían cauterizado la herida, no como los ominosos y desagradables cráteres que solían dejar las balas que ellos usaban. Eran de otro tipo. Alguien de fuera los había matado mientras trabajaban.

Y había otros misterios. Los muertos habían violado el recinto, como quedaba patente por el gran número de cadáveres que había por todas partes, y como de hecho atestiguaban las puertas destruidas, pero luego alguien las había bloqueado usando grandes piedras. El sentido común le decía que si unos atacantes habían destruido el edificio, probablemente no se entretendrían en bloquear a los zombis de nuevo, pero, ¿cómo encajaba todo eso?

Reflexionaba sobre esos temas cuando divisó algo en el suelo. Al principio no le dio importancia, absorto como estaba en desentrañar el rompecabezas que tenía delante, pero después, se irguió cuan alto era, dando un respingo. Parecía un cuaderno pequeño, una libreta o agenda de alguna clase, y aunque en un primer momento no lo reconoció, podría jurar que lo había visto antes.

Lo tomó en sus manos y lo alzó hasta que estuvo a la altura de sus ojos. Las letras de la portada se conformaron rápidamente, trayéndole vivos recuerdos.

CAPTAIN A. DÍEZ

(CLIPPER BREEZE)

Desde luego que era el diario del capitán Díez, el mismo que habían encontrado en el Clipper Breeze, no hacía ni veinticuatro horas. ¿Cómo había llegado hasta allí? El recuerdo lo inundó de improviso: él lo había guardado en la mochila de José cuando estaban en el puente… pero entonces, ¿qué había sido de su compañero? Súbitamente alertado, comenzó a pasar la vista por los cadáveres que yacían alrededor, pero José no estaba entre ellos. Apenas constató este hecho, dejó escapar una bocanada de aire en señal de alivio.

Dio la vuelta al diario, que estaba abierto por una de sus páginas. Leyó:

7 de diciembre

Hemos conseguido escuchar noticias a través de la emisora de onda corta del barco, que se había descompuesto varios días atrás. La dicha duró poco. Después de un rato dejó de funcionar otra vez y no pudimos encenderla de nuevo. Sin embargo, las noticias han minado todos nuestros ánimos. Nos han dicho que desconfiemos de la ayuda de los militares, si alguna vez recibimos alguna. Ahora ya sé por qué nadie responde, en ninguna parte. ¿Por qué tiene que ser así el ser humano? Me parece horrible e inexplicable. Dicen que están buscando desesperadamente una cura y que por eso no están enviando ayuda a las ciudades, porque no tienen capacidad para alimentar y cuidar de los grupos de supervivientes que quedan. La población civil es desdeñable. Eso lo explica todo. Malditos bastardos. Si alguna vez llegamos a alguna parte, ¿qué encontraremos? Una maldita necrópolis. Eso es lo que encontraremos: una necrópolis.

Unas luces de alerta empezaron a encenderse en su cerebro. Militares. Lamentaba no haber prestado más atención a los helicópteros cuando aún no se habían alejado demasiado, pero pondría la mano en el fuego a que eran transportes militares, si alguna vez había visto alguno.

Las lágrimas pugnaron por liberarse y tuvo que ahogar una exclamación de rabia.

Están buscando desesperadamente una cura. La población civil es desdeñable. Desdeñable.

De repente, se sintió mareado, y tuvo que sentarse en el suelo, a apenas medio metro de un macilento cadáver. ¿Era eso lo que había ocurrido?, ¿habían ido los militares y lo habían destruido todo? Si estaban buscando una cura, ¿por qué estaba el padre Isidro muerto y abandonado en el rellano de un bloque de pisos?, ¿por qué estaba muerto el auténtico artífice de la vacuna, el doctor Rodríguez?

Y de repente cayó en la cuenta.

Aranda. Aranda es ahora la cura.

Pero si buscaban a Aranda, ¿cómo se habían enterado?

Se fue. Aranda se fue… para buscar una radio. Una radio de largo alcance.

Dozer creía conocer bien a Aranda. Era demasiado ingenuo, y confiaba demasiado en la naturaleza bondadosa del ser humano. Casi podía imaginárselo hablando con alguien por radio, revelándole su pequeño truco de magia con voz alegre y grandes aspavientos. Y por lo que a él concernía, aquellos hombres podían haber sido militares, o algún grupo armado encantado de que el mundo se hubiera convertido en Quién La Tiene Más Grande.

Hey, amigos, camino entre los zombis porque tengo algo en la sangre. Ah, y somos treinta personas, ¿saben?, pero la mayoría no ha usado un arma en su vida y los cuatro que de verdad pegan tiros se han ido al puerto a dar un paseo en barco. ¿Qué tal si vienen ahora y hacemos una Fiesta del Té?

Su cabeza zumbaba con la sucesión de imágenes que iba conjurando a medida que montaba unas y otras hipótesis. No terminaba de comprender lo que había pasado, y eso le desquiciaba, porque no tenía forma de saber si sus amigos yacían bajo los restos del edificio o, por el contrario, viajaban con rumbo desconocido en un par de helicópteros, supuestamente militares.

Desesperado, sostuvo el diario entre sus manos. Sin proponérselo, se encontró leyendo la letra apretada del capitán Díez de nuevo. La siguiente entrada:

9 de diciembre

Ayer estuvimos trasteando con la radio, y esta mañana ha estado funcionando. Nos pasamos unas cuantas horas a la escucha, aunque toda la banda está prácticamente muerta. Es una clara denuncia de que todo se va al infierno. De todos modos… larga historia en pocas palabras: escuchamos atónitos algún canal paranoico de una sociedad secreta llamada DRAMA, o quizá TRAUMA o algo por el estilo, que advertía a la gente de que no debe acercarse a Granada (¿?). La calidad era desesperante, y creo que nuestra imaginación completó las partes que no resultaban inteligibles, pero el tono del emisor era presuroso y estaba cargado de desesperación, así que sospecho que el mensaje es tan terrible como parece. Es curioso, porque la última emisión que captamos (¿hace dos días?, el tiempo pasa tan lento aquí…) hablaba de una importante instalación militar en Granada. Uno hubiera esperado que los militares fueran la solución, y no parte del problema. Si los supervivientes no pueden acudir a los militares para garantizar su protección, ¿qué alternativas tienen? Quizá el Clipper Breeze no sea una opción tan mala después de todo. El barco no se irá a pique. No puedo decir lo mismo del mundo que nos rodea.

Dozer releyó el párrafo varias veces, sintiendo que las sienes le palpitaban. ¡Granada! Se puso de pie y miró hacia el oeste, por donde los helicópteros se habían perdido de vista.