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En la duodécima sección del capítulo cincuenta del Ryoan-kyo, figura la siguiente anécdota: En la provincia de Hizen, vivía un hombre originario de Taku. Tenía la viruela pero quiso, a pesar de esto, reunirse con las fuerzas que salían para asaltar el castillo de Shimaba. Sus parientes intentaron disuadirlo: "Con una enfermedad tan grave, incluso si llegas allí, no servirás para nada." "Estaré satisfecho incluso si muero en el camino. Mi maestro me ha acogido en su generosa bondad. ¿Cómo podría yo ahora no serle de alguna utilidad?" Fue hacia las filas enemigas. Era invierno y a pesar del frío no cuidó de su salud. No se vistió más de lo acostumbrado y no abandonó su armadura. No tomó remedios contra su enfermedad. Pero acabó por restablecerse. Ocurrió, pues, lo contrario de lo que se esperaba, no fue necesario estar a la infección. Cuando el Señor Suzuki Shozo conoció esto, dijo: "¿Acaso no es purificarse el sacrificar así su vida? Un hombre que entrega su vida en nombre de la rectitud, no tiene necesidad de invocar el Dios de la viruela. Todos los Dioses del cielo lo protegen."

Hace unos años, cuando hubo una recitación de Sutras en el Jissoin de Kawakami, cinco o seis hombres de Konyamachi y de los alrededores de Tashiro se fueron a descansar y en el camino de vuelta decidieron tomar unas copas. Un Samurai de la casa Kizuka Kyuzaemon rehusó la proposición de sus compañeros y se volvió para su casa antes de la caída de la noche. Durante esa noche, sus compañeros quedaron envueltos en una pelea y mataron a varias personas. El Samurai de Kyuzaemon lo supo durante la noche y fue inmediatamente a habla con sus compañeros. Escuchó su versión y dijo: "Supongo que vais a hacer un informe. Os ruego que declaréis que yo estaba presente y que he participado en el combate mortal. Yo diré lo mismo a Kyuzaemon. Debido a que este combate nos concierne a todos, yo haré frente a la muerte con todos vosotros. Tal es mi deseo más profundo. De hecho, si yo dijera a mi amo que he vuelto más pronto, no me creería; Kyuzaemon es un hombre severo. Incluso si los investigadores me disculpan, me hará ejecutar delante de sus ojos por cobardía y sería lamentable que yo muriera con mala reputación. Morir por morir, lo prefiero por haber matado a alguien. Si no aceptáis, me clavo el sable en el vientre ahora mismo." No teniendo elección, aceptaron. Cuando se hizo la investigación, las verdaderas circunstancias fueron descubiertas y se supo que el Samurai había vuelto pronto a su casa. Los investigadores quedaron muy impresionados y lo homenajearon. Sólo me han contado los grandes rasgos de esta historia. La estudiaré en detalle luego.

Nabeshima Aki No Kami estaba comiendo cuando llegó un visitante y tuvo que dejar su plato tal cual. Poco después, uno de sus servidores se sentó delante de la bandeja y comenzó a comerse el pescado frito. Justo en ese momento llegó el Señor Aki y sorprendió al sirviente, que escapó, atemorizado. El Señor Aki gritó: "Hace falta una mentalidad de esclavo para comer en el plato empezado por otra persona." Se volvió a sentar y acabó su plato. Esta historia fue relatada por Jin´emon. Se cuenta que este servidor fue uno de los que se suicidó cuando murió su amo.

Ichiguyen era un pequeño servidor a las órdenes del Señor Takanobu. Debido a un desacuerdo que tuvo respecto a la lucha, mató con su sable a siete u ocho hombres y fue condenado a hacerse el Seppuku. Cuando el Señor Takanobu lo supo, usó su clemencia y dijo: "Nuestra nación conoce ahora una época tumultuosa. Los hombres bizarros son de una gran importancia y este hombre parece tener una gran bizarría." Por ello, cuando tuvieron lugar los combates a lo largo el río Uti, el Señor Takanobu se llevó a Ichiguyen con él. Aquél alcanzó una gloria sin igual al precipitarse a la vanguardia enemiga y diezmarla a cada carga. En la batalla de Tagaki, Ichiguyen se adentró tanto en las filas enemigas que el Señor Takanobu, preso de remordimientos, tuvo que llamarlo de vuelta. Desgraciadamente, su vanguardia no pudo avanzar y sólo fue echándose el mismo en la batalla que pudo coger el brazo de Ichiguyen. Su cabeza tenía y numerosas heridas que había cuidado aplicando hojas sostenidas con una fina servilleta.

Cuando Fukuchi Rokurouemon abandonaba el castillo, el palanquín de una dama que parecía ser de alto rango pasó delante de la mansión del Señor Tabu y el hombre de guardia hizo las salutaciones con esmero. Sin embargo, un portador de alabarda que acompañaba el palanquín lo interpeló y dijo: "No te has inclinado lo suficiente" y lo golpeó con el puño de la alabarda. El guardia tocó su cabeza y notó que sangraba. Se levantó y dijo: "Habéis cometido una acción degradante cuando yo he sido cortés. Es una desgracia." Y mató al portador de la alabarda de un solo tajo de su sable. El palanquín continuó su camino, Rokurouemon levantó su lanza y dijo: "Envainad vuestro sable, está prohibido desenvainar el sable en el recinto del castillo." El hombre contestó: "Lo que acaba de ocurrir era inevitable y las circunstancias han sido las que han dictado mi conducta. Os habréis probablemente dado cuenta de ello. Deseo volver a envainar pero me es difícil hacerlo dado el tono de vuestra voz. Estaré contento de contestar a vuestro desafío." Rokurouemon bajó inmediatamente su lanza y dijo: "Sois razonable. Yo me llamo Fukuchi Rokurouemon. Testificaré que vuestra conducta ha sido ejemplar. Más aún, os sostendré a riesgo de mi propia vida. Ahora, os ruego que envainéis vuestro sable." "Con sumo placer." Dijo el guardia y envainó. Dijo servir a Taku Nagato No Kami Yasuyori. Por esto Rokuroemon lo acompañó y relató los hechos. Sin embargo, sabiendo que la Dama del palanquín era la esposa de un noble, el Señor Nagato le ordenó hacerse Seppuku. Rokurouemon dijo entonces: "He dado mi palabra de Samurai. Si este hombre es culpable voy a cometer Seppuku yo el primero." Se cuenta que esta historia terminó sin otras consecuencias.

Un grupo de hombres se había reunido un día en la plaza de la Ciudadela interior del castillo cuando alguien dijo a Uchida Shouemon: "Se dice que enseñáis el arte del sable, pero si se os juzga por vuestro comportamiento cotidiano debéis de carecer de pulcritud. Si se os pidiera ser el asistente de un Seppuku tengo la impresión de que en vez de cortar la base del cuello, cortaríais la coronilla." Shouemon replicó: "Tal caso no es cierto, dibuja un pequeño punto con tinta en la base de tu cuello y te voy a mostrar cómo puedo cortarlo sin errar ni el espesor de un cabello."

Camino de Tokaido, Nagayama Rokurozaemon se detuvo en Hamatsu. Cuando pasaba delante de un albergue, un mendigo se aproximó a su palanquín y dijo: "Soy un Ronin de Echigo, no tengo dinero y estoy en dificultades. Los dos somos Bushi. Os ruego que me ayudéis." Rokurozaemon se enfadó y dijo: "Es insultante decir que los dos somos Bushi. En vuestro lugar, ya me hubiera clavado el sable en el vientre, en vez de continuar errando, exponiendo vuestra vergüenza; cortaos ahora mismo el estómago." Se dice que el mendigo se alejó.

En el curso de un Seppuku ritual, el asistente cortó la cabeza teniendo cuidado de dejar un pequeño trozo de carne de manera que la cabeza no quedara separada completamente del tronco. Un observador oficial declaró: "No se ha acabado." El Kaishaku, furioso, cogió la cabeza, cortó el trozo de carne, levantó la cabeza a la altura de sus ojos y dijo: "¡Mirad!" Fue bastante impresionante. Era una historia del Señor Sukeemon. Antaño ocurría que la cabeza "volara". Se dijo entonces que más valía dejar un pequeño trozo de carne que impidiera a la cabeza ser proyectada sobre los Oficiales. Ahora, la costumbre es cortar completamente la cabeza. Un hombre que había cortado cincuenta cabezas dijo un día: "Algunas veces el tronco de un cuerpo cuya cabeza habéis cortado no os deja indiferente. Para los tres primeros, no notáis nada; al cuarto o quinto ya empezáis a sentir algo. Como este punto es de una extrema importancia, si os decidís a cortar cabezas, tenéis que hacerlo sin cometer ningún error."